Luz, cámara, horror: Demi Moore y la película más shockeante del año

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Luz, cámara, horror: Demi Moore y la película más shockeante del año

La Sustancia, que se estrena en las próximas semanas en el país, la tiene en el rol de una actriz venida a menos que se tienta con un procedimiento médico que le permite rejuvenecer. La cinta de la francesa Coralie Fargeat es un ejercicio de sátira y body horror que revuelve el estómago y se apoya en los paralelos con su carrera en Hollywood.


En el pasado Elisabeth Sparkle (Demi Moore) ganó un Oscar y tuvo una carrera soñada. En su presente, bastante menos esplendoroso, es la conductora de un programa de televisión que enseña rutinas de ejercicios. No lo sospecha, pero su rol en ese sitio se aproxima a su fecha de expiración.

El día en que cumple 50 años recibe una noticia que la devasta: dejará de ser la conductora del espacio, una medida que entrará en vigencia de inmediato y no se revertirá aunque exprese su disgusto contra Harvey (Dennis Quaid), el desfachatado ejecutivo que tomó la decisión de despedirla porque desea a un rostro más joven.

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¿Podría probar suerte en una estación televisiva sin esos sesgos? ¿Tendría sentido que intentara retomar su carrera en cine? Probablemente está demasiado enojada y desencajada como para pensar en esa clase de preguntas.

Triste y vulnerable, se siente intrigada por las bondades que le ofrece un nuevo producto que llega a sus manos: se llama “La Sustancia” y promete “una mejor versión de ti mismo”, “más joven, más hermoso, más perfecto”. Tras ser desterrada de la industria debido a su edad, considera que el líquido amarillo que debe inyectarse es la solución perfecta a todos sus problemas.

El procedimiento de rejuvenecimiento –doloroso y no apto para estómagos delicados– permite que se origine Sue (Margaret Qualley), una sexy veinteañera que decide participar en el casting del programa que antes le pertenecía a Elisabeth. Su prueba ante las cámaras deslumbra a Harvey, obtiene el trabajo y los números de audiencia se disparan.

Los problemas se generan porque el uso del componente tiene letra chica: son siete días para Elisabeth y siete días para Sue, un equilibrio al que deben ceñirse con rigor. Cualquier transgresión de esa regla tendrá un efecto irreversible.

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La directora francesa Coralie Fargeat, inspirada por la rúbrica de cineastas como Stanley Kubrick, David Cronenberg y Paul Verhoeven, lleva esa premisa hasta lugares extremos. Con La sustancia, su segundo largometraje, construye una película que se divierte con los vuelcos de la trama, pero también con incomodar al espectador mediante primeros planos de cuerpos desfigurados, comida podrida y líquidos repulsivos. La clase de función en que el público sale tan fascinado como asqueado y con un cúmulo de imágenes que no olvidará con facilidad (este domingo 8 Femcine la exhibirá gratuitamente a las 19 horas en la Cineteca Nacional, antes de su estreno nacional, programado para el 19 de septiembre).

Su primera proyección fue en la 77° edición del Festival de Cannes, donde acaparó aplausos y fue descrita como “exuberante”, “retorcida” y “alegremente provocadora”, entre otros adjetivos empleados para referirse a su radical propuesta. No ganó la Palma de Oro (honor que recayó en Anora, de Sean Baker), pero fue la cinta que despertó más comentarios durante el certamen (y Fargeat se adjudicó el premio a Mejor guión). Antes de que se convirtiera en la sensación del encuentro, Mubi adquirió los derechos de su distribución en múltiples territorios.

La cineasta corre muchos riesgos y probablemente todo se habría derrumbado sin un buen casting. Según sus propias palabras, necesitaba a “una mujer que encarnara un mito y un símbolo en sí misma” para el personaje principal y la halló en Demi Moore. Tras años sin dar vida a roles particularmente suculentos, aquí interpreta a Elisabeth con autoridad y, aunque desaparece cada vez que es el turno de Margaret Qualley, el pulso dramático del filme le pertenece. Ella se asegura de que el viaje de Elisabeth sea triste, pero nunca lastimero.

Casi sin diálogos, con su expresividad y corporalidad elabora una suerte de manifiesto que seguramente resonará en cualquiera que sepa que fue una estrella enorme –gracias a títulos como Ghost: La sombra del amor (1990) y Cuestión de honor (1992)– y que con el paso del tiempo ha tenido dificultades para conseguir proyectos a la altura de su talento. Los paralelos son evidentes, aunque se ha apresurado en poner las cosas en su lugar. “Desde un punto de vista humano, me identifico con ella, pero no soy Elisabeth”, dijo recientemente.

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Foto: Christine Tamalet

No deja de ser curioso que haya encontrado el papel de su vida en la imaginación de una directora francesa que comenzó a pensar en la historia a partir del temor que le generó cumplir 40 años y que decidió cuestionar el sexismo y la discriminación por edad mediante una película a la que no le falta ni gore ni humor negro. Y que nunca pide disculpas mientras monta un desatado ejercicio que habla del devastador cóctel que produce la falta de aceptación personal en una sociedad que te repudia.

La actriz de Propuesta indecente (1993) lo tiene claro. “La sustancia es dura en la forma en que aborda la industria del entretenimiento, sus juicios y sus estándares de belleza. Pero también le lanza en la cara a Hollywood la idea de que el atractivo de una mujer termina con su fertilidad”, analizó en entrevista con Variety.

Por cierto, el largometraje fue producido por una compañía británica y se filmó en París y Niza, no en Los Angeles, donde se ambienta la historia. Lejos de Hollywood, Moore orquestó su shockeante respuesta a una industria que no ha sabido qué hacer con ella en las últimas décadas.

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