Guasón 2: a fondo en la debacle de Arthur Fleck
Todd Phillips puso en riesgo el capital conseguido con Guasón (2019) al construir una secuela que se inscribe en el género musical y perfila a su protagonista como un hombre adormecido que asume responsabilidad por sus crímenes. El polémico final se filtró antes del estreno y parte de los fans ni se molestaron en asistir a los cines. Así la segunda parte pasó de ser una de las películas más esperadas del año a transformarse en una hecatombe de proporciones.
Lana y Lilly Wachowski nunca quisieron hacer una nueva película de Matrix después de completar su trilogía sobre Neo y Trinity. Su negativa se extendió durante más de una década. Sólo cambiaron de opinión en 2019, cuando se anunció la realización de una cuarta parte, con Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss y Lana como guionista y directora.
¿Qué cambió? Sus padres fallecieron con semanas de diferencia y Lana Wachowski encontró consuelo en la idea de traer de vuelta a sus queridos personajes. Esa fue la historia que detalló en la previa al estreno, en 2021, pero el filme en cuestión, Matrix: Resurrecciones, se reveló como algo más que un ejercicio creativo para procesar el duelo: un comentario meta sobre el insaciable apetito de los estudios por hacer secuelas y reinicios. El resultado dividió al público y a la crítica, entre quienes aplaudieron su audacia y entre quienes se sintieron decepcionados o derechamente disgustados.
El derrotero de la saga de ciencia ficción ha salido a la conversación a propósito del estreno de Guasón 2: Folie à deux, una secuela que también tuvo un origen atípico y ha desatado el enojo de los fanáticos. Y, al menos hasta ahora, se perfila como uno de los traspiés más grandes de 2024.
El director Todd Phillips presentó el proyecto como una cinta centrada en el villano de DC Comics. En vez de introducirlo como la némesis de Batman (como las versiones de Jack Nicholson y Heath Ledger), lo reimaginó como Arthur Fleck, un tipo maltratado y marginado que estalla contra la sociedad y se transforma en un referente para otros tan magullados como él. Ese ángulo resultó tan llamativo como el tamaño de la producción –más modesto que el de una superproducción promedio basada en cómics– y la elección de Joaquin Phoenix, habituado a trabajar con directores de renombre y no a hacer filmes basados en exitosas propiedades.
En principio, no había espacio para una continuación. Sin embargo, la conversación surgió durante el rodaje. Medio broma, medio en serio, Phoenix se dedicó a crear un póster falso donde Fleck salía en diferentes clásicos estadounidenses como El Padrino (1973) y Atrapado sin salida (1975).
Luego el asunto se volvió más plausible. Phoenix soñó con Fleck al centro de un espectáculo en que interpretaba canciones y contaba chistes, y decidió decirle al director que no estaba listo para abandonar a su personaje. Empezaron a conversar sobre la posibilidad de crear un show en Broadway, pero diversos factores –el tiempo, la pandemia– sepultaron esa idea. Una vez cancelados esos planes, iniciaron negociaciones con Warner Bros., exultantes con el enorme éxito comercial que la primera cinta logró en 2019.
Esa historia fue revelada en detalle por sus protagonistas a Variety en agosto, antes del estreno de Guasón 2: Folie à deux en el Festival de Venecia, donde obtuvo comentarios mixtos. Pero resurgió tras su decepcionante lanzamiento en Estados Unidos –recaudó menos de la mitad que su predecesora– y fue foco de chistes que todo se haya originado en un sueño del actor.
Surgen un par de motivos para explicar el traspié. Phillips no quería una secuela clásica, en parte porque sospechaba que Phoenix no estaría dispuesto a seguir una ruta convencional. Por eso, en vez de recurrir a la misma fórmula pero más grandilocuente, propuso hacer un musical en que el protagonista se reuniera con Harley Quinn, su interés amoroso en los cómics (aquí interpretada por Lady Gaga).
Y, aunque ha sido cuidadoso con sus palabras, el realizador parece haberse irritado con la reacción más visceral que generó la cinta original. Si su versión del Guasón se transformó en una suerte de referente que generó identificación en una base de fans, la secuela fue construida como una respuesta a esas lecturas, mostrando al personaje confinado e inofensivo y asumiendo responsabilidad por sus crímenes del primer largometraje.
La resolución de esas ideas es harina de otro costal. Lo concreto es que agregándole música y baile –y perfilando a su protagonista como un hombre con trastornos mentales que enfrenta su realidad– el cineasta ya estaba poniendo el riesgo el capital conseguido hace cinco años.
Ha circulado que durante el rodaje tuvo amplia libertad creativa para hacer la película a su modo y que evitó dialogar con los nuevos jefes de DC Comics, reduciendo su contacto a los jefes del estudio. También se ha enfatizado que no se hicieron exhibiciones de pruebas, una práctica habitual en Hollywood. A ese coctel se suma que, en los días previos a su llegada a los cines, se filtraron los detalles de su polémico final, lo que irritó a los seguidores más acérrimos. A juzgar por los números en taquilla, muchos de ellos ni se molestaron en asistir a verla.
Todo eso parece jugar un rol en el colapso de la secuela. La ironía es que, más allá de la opinión de cada uno sobre el filme, la reacción del mundo a la segunda parte tiene eco con su trama: nadie quiere a Arthur Fleck, todos aman al Guasón.
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