Columna de Rodrigo González: Super/Man, La Historia de Christopher Reeve: Honestidad Brutal

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Columna de Rodrigo González: Super/Man, La Historia de Christopher Reeve: Honestidad Brutal

Durante una hora y 44 minutos, este documental cuenta la historia del actor que pasó de estrella en ascenso a cuadrapléjico. Pero una cosa es conocer el titular de su tragedia y otra atender a su lacerante realidad a través de testimonios sinceros, complejos e iluminadores. Eso es lo que hace la película de Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, ahora en cines chilenos.


Más o menos en la mitad del documental Super/Man: La historia de Christopher Reeve, el hijo mayor del malogrado actor comienza a matizar los recuerdos sobre su padre. Dice que, de niño, tal vez solo Luke Skywalker podía ser más importante que Superman en su mente.

Ya entrados los años 90 y en la adolescencia, su padre era para él apenas un actor que trabajaba en películas de televisión para pagar las cuentas. Faltaba aún lo peor, pero de esa encarga totalmente esta película de los realizadores Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, estrenada en salas chilenas y producida por HBO y CNN.

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Christopher Reeve sufrió un accidente de equitación que lo dejó postrado por nueve años.

Uno podría aventurar que el destino quiso que un accidente privara al mundo de un actor con éxito menguante para, a cambio, entregarnos un activista inigualable y modelo a seguir entre quienes tienen una discapacidad grave. Es una reflexión mezquina (Christopher Reeve era además entusiasta amante de los deportes y la vida al aire libre), aunque sirve para darle coherencia y razón de ser al sino de la estrella que hizo el Superman más importante de la historia.

Una jugada simétricamente maldita, al igual que la muerte de su segunda esposa Dana, con sólo 44 años, apenas un año y medio después que Reeve. Entre tanta desgracia, causa sorpresa el vigor que presenta en sus testimonios Will, el hijo de ambos, un muchacho que antes de cumplir los cuatro años ya era huérfano de padre y madre.

Es quizás por la imperdonable realidad de los hechos que a la película se le excusa de cualquier ausencia de mirada de autor o de cierto convencionalismo en su puesta en escena. Lo que hay en su desarrollo es el clásico formato de lo que se llama con desdén “talking heads” o personajes que hablan directamente a la cámara y cuentan sus recuerdos e historias. En este caso, no hay necesidad de más.

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El actor junto a su primera esposa Gae Exton y sus dos hijos Matthew y Alexandra Reeve.

Están las actrices Glenn Close y Whoopi Goldberg (a las que Reeve dirigió ya paralizado en la película In the gloaming, de 1997), muy cercanas al actor. Aparecen los amenos chismes de Pierre Spengler, uno de los productores del primer Superman (1978). Hay sabiduría y humor en lo que cuenta Jeff Daniels (Historias de Familia, 2005), compañero estudiantil de teatro junto a William Hurt. Conmueven las imágenes de Robin Williams, amigo de siempre y autoproclamado bufón oficial en la vida de Reeve.

Tal vez la columna vertebral entre tantas palabras, imágenes e historias las entregan Matt y Alexandra, los hijos del primer matrimonio del actor con la británica Gae Exton. Entre los tres también van relatando esa historia familiar que no funcionó y que terminó en 1987, cuando Christopher Reeve decide acabar con el matrimonio.

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Christopher Reeve y su segunda esposa Dana, quien murió en 1996 apenas un año y medio después que el actor.

Aquí la película de Bonhôte y Ettedgui se permite mostrar sombras en la vida de quién estaba lejos de ser un santo patrono de la familia y, por el contrario, estuvo ausente en varios momentos de las vidas de sus dos primeros hijos. Es ahí cuando la redención llega en la más inesperada de las formas, convertida en un accidente de equitación que por cinco pulgadas no lo mata, pero lo deja postrado.

Será el momento para hablar y estar juntos otra vez, aunque no de la manera ideal. Es cruel, pero es la vida.

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