El regreso de Aventura a Chile: esos amantes a la antigua
En este contexto de música urbana latina, Aventura encarna una propuesta que goza de una musicalidad extraordinaria y a la vez deudora de una época como los 90, donde aún se demandaba una competencia instrumental -la guitarra y el bajo en particular- que hoy son prescindibles en un armazón vertebrado desde la percusión.
Hileras de buses de dos pisos copan varias cuadras de la amplia avenida Carlos Dittborn rumbo al Estadio Nacional, como anticipo de un lleno total en el regreso de Aventura a Chile, la banda estadounidense de origen dominicano convertida en sinónimo de bachata y urbano por más de 20 años, a pesar de una separación de casi una década por la inevitable carrera en solitario de su vocalista y sex symbol, Romeo Santos. Esta noche de martes es la primera cita que se repite hoy, y si bien no está completamente repleto en el sector más inmediato al escenario, el resto del recinto de Ñuñoa luce colmado.
El público de Aventura es eminentemente popular y goza con el setlist que resuena a alto volumen. Karol G, Daddy Yankee, Juan Luis Guerra -el pionero en popularizar la bachata en los 90 en Hispanoamérica y luego a escala mundial-, y Zion & Lennox, entre otros, son parte de la previa; también un mix con Santaferia, Chico Trujillo y Rafaella Carrá, en una combinación kitsch que cumple el objetivo de calentar el ambiente. Pero son las canciones urbanas las que más corea y baila espontáneamente la asistencia; hits como Papi chulo, Chocha, culo, teta y Ultra solo, en un arco que abarca un par de décadas de música hecha en la América morena que caló en la masa, desplazando al histórico dominio del cancionero anglo en el paladar masivo.
El espectáculo se retrasa hasta que a las 21:21 se escuchó el super bajo siniestro y las percusiones reverberantes de Angel de Massive Attack, como parte de un video introductorio reproducido en tres pantallas gigantes. La secuencia mostró al cuarteto sentado en una mesa discutiendo en spanglish -un guiño al origen-, hasta que Romeo Santos toma la palabra y habla de hacer un tour “cerrando círculos”. Que una canción fría y a la vez urbana en una clave distinta del mundo desarrollado como Angel sea la antesala de un show latino hasta la médula, es parte de la amalgama de Aventura. El rótulo dice bachata y urbano, pero también componen con R&B y adornan mediante detalles rock, como recurrir a largos solos y demostraciones de virtuosismo instrumental, propias de la cultura musical estadounidense en la que se criaron.
Aventura es un cuarteto donde todos llevan el apellido Santos, pero es Romeo quien acapara las miradas y el protagonismo. Su propia retórica cuando se dirige al público lo admite, relatando ficticias escenas de parejas masculinas celosas de su figura. Gira y mueve la cola rítmicamente para deleite del público dominado por mujeres -un target que se ha renovado etariamente-, aunque también hay fanaticada masculina que se identifica con el carácter gozador y romántico que transmite Aventura, donde la infidelidad se celebra con picardía o se vaticina una noche de sexo telúrica.
Romeo promete en una de sus primeras intervenciones “derrochar un sinnúmero de emociones”, una pausa breve en medio de un planteamiento que básicamente consiste en medleys de éxitos agrupados por bloques, interpretados sin descanso por la banda. Los primeros 14 minutos fueron de una canción tras otra luego de abrir con Un segundo, La niña cambió, El desprecio, La boda y Los Infieles, con Romeo lanzando besos de tanto en tanto, y exclamando “¡qué rico!”.
En la primera pausa ejecutaron exactamente el mismo truco de su debut en Chile en mayo de 2010 en el Movistar Arena, desafiando qué lado chillaba más fuerte, un recurso barato que merece paso a retiro hace décadas. Por otra parte, Romeo se esforzaba un poco más representando algunas escenas de sus canciones plagadas de dramatismo romántico propio de una telenovela, como cuando dijo “yo me opongo”, a mitad de La boda.
En Romeo Santos hay un placer ficcionado por encarnar al tercero -”tu marido”, repite con su voz aguda y cantarina en Los Infieles-, y por bosquejar los tipos de hombres que existen según su juicio, como relató en otro momento de conversación y pausa con la audiencia, definiendo tres categorías.
“El primero que quiero describir es el bueno”, explicó, el tipo que en la madrugada es capaz de ir en busca de un antojo de la pareja, en una secuencia digna de un culebrón de hace 40 años o una comedia romántica de Doris Day. El siguiente -explicó-, es “el tóxico, el que necesita la clave de tu celular”, tan celoso que le amarga que a su chica le guste Aventura. El tercero, cerró, es “el que robará tus suspiros”, el preocupado de lo verdaderamente importante: rendir en la cama. Porque en el imaginario de Aventura, tal como en el urbano de hoy en día, la cama resulta fundamental.
A los 40 minutos Romeo se retiró cediendo el protagonismo a Henry, una responsabilidad que le queda grande al corista entre una voz y un carisma discretos.
El vocalista regresó con nuevo atuendo para preguntar “¿dónde están los hombres?”, lanzar una breve perorata, y desatar el primer karaoke genuino con el clásico Noche de sexo que, en rigor, es un éxito de Wisin & Yandel junto a Romeo Santos.
Luego invitó a un espectador al escenario -Javier- para cantar Ella y yo. Romeo tuvo tanta química con Javier que se subió al apa. Dejaron a la banda explayarse en un segmento donde el baterista ejecutó un solo de fenomenal técnica, a fin de dar tiempo al grupo para trasladarse hasta un escenario secundario, montado a mitad de cancha. Allí hilvanaron un nuevo medley de baladas invitando a mujeres del público a pedir sus canciones favoritas y cantarlas en conjunto. Flor, por ejemplo, inquirió La Tormenta, y Fernanda solicitó Yo quisiera amarla, como si fueran ideas espontáneas aunque estaban apuntadas previamente en el setlist.
El último bloque en el escenario central se ensambló de la misma manera de los anteriores, con un medley destinado a rematar con el primer gran éxito del grupo, el hit Obsesión de 2002.
En este contexto de música urbana latina, Aventura encarna una propuesta que goza de una musicalidad extraordinaria y a la vez deudora de una época como los 90, donde aún se demandaba una competencia instrumental -la guitarra y el bajo en particular- que hoy son prescindibles en un armazón vertebrado desde la percusión. Lo mismo se puede decir de Romeo Santos. Su voz delgadita no requiere mayores artificios, en tanto su personaje es el de un apasionado que se desvive por la amada con una galantería de otros días, cuando el romance latino sucedía en más locaciones que el salón VIP de una discoteca.
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