“Caí de rodillas frente al crucifijo”: cómo Gabriela Mistral se enteró de que ganó el Premio Nobel de Literatura
Un 15 de noviembre, pero hace 79 años, la poeta oriunda de Vicuña se encontraba en Río de Janeiro, dispuesta a comenzar su jornada como cónsul y escritora. Sin embargo, una noticia que escuchó en la radio cambió su vida y la de Chile para siempre.
La decisión estaba entre Gabriela Mistral y el francés Paul Valéry. La Academia Sueca debía elegir entre una veintena de nombres, donde destacan especialmente el de la voz de Latinoamérica y la del recién fallecido poeta.
Mistral vivía en ese momento en Petrópolis, Brasil, una zona que le permitía actividad social para ejercer sus labores diplomáticas y que tenía buen clima, característica clave para cuidar su delicada salud a los 56 años.
Desde Dinamarca había escuchado los rumores. Los medios daneses ya habían informado que la oriunda de Vicuña era la flamante ganadora del Nobel, pero era mejor no hacerse ilusiones. La noticia recién se haría oficial meses después.
El 15 de noviembre de 1945, la poeta inició su jornada como cualquier otra, pero desde su departamento en Río de Janeiro. Prendió la radio y escuchó las noticias, que en ese momento abordaban el conflicto en Palestina. Pronto, las transmisiones en portugués se detuvieron para dar paso a una información de último minuto. El locutor, tras unos segundos de silencio, comentó que, tras recibir un cable desde Estocolmo, podía anunciar que la Cónsul de Chile en Río de Janeiro, Gabriela Mistral, era la ganadora del premio sueco de literatura.
“Caí de rodillas frente al crucifijo que siempre me acompaña y bañada en lágrimas oré: ¡'Jesucristo, haz merecedora de tan alto lauro a esta tu humilde hija’!”, escribió entonces Mistral.
La notificación oficial la recibió horas más tarde, de mano del embajador sueco en Brasil, Ragnar Kamlin, quien se apersonó en el departamento de la poeta para entregarle el telegrama oficial.
¿Cómo llegó el Nobel a Mistral?
La ideas en torno a darle un Premio Nobel a Gabriela Mistral surgieron 20 años antes del hecho mismo. Quien primero impulsó la iniciativa fue el ministro a cargo de la Legación Diplomática Chilena en Estocolmo, A. Schommey, quien ya se había puesto en contacto con el director del Instituto Nobel, Karl A. Hagberg para dar a conocer a la poeta. Sin embargo, la propuesta no llegó a puerto debido a diferencias políticas con el gobierno de turno—el primero de Carlos Ibáñez del Campo. El segundo intento lo realizó Virgilio Figueroa, quien sugirió la idea tras publicar un libro sobre Mistral titulado La divina Gabriela (1933), pero no tuvo ninguna repercusión.
La intervención de la escritora ecuatoriana Adelaida Velazco fue la decisiva. En 1939, la amiga de Mistral envió una carta al presidente de Chile de ese entonces, Pedro Aguirre Cerda, en la que proponía la candidatura de la poeta al Premio Nobel. El mandatario, cercano a Mistral desde la época en que ella fue maestra en Punta Arenas, dio su fiel e inmediato apoyo a la iniciativa.
Así, encargó al ministro de Educación de ese periodo, Rudecindo Ortega, que preparara un dossier con las obras de Gabriela Mistral. No obstante, se decidió que fuera la Universidad de Chile, a través de la Facultad de Filosofía y Educación, la que presentara oficialmente a la oriunda de Vicuña al galardón.
La carta de la casa de estudios está fechada el 14 de noviembre de 1939, y decía: “Gabriela Mistral ha logrado adquirir merecidamente, con sus poesías, artículos y sus conferencias esparcidos en todo el continente, una personalidad que ninguna otra mujer ni ningún otro poeta sobrepasa en la actualidad en cualquiera de los pueblos del idioma español”.
Y continúa: “La personalidad literaria de Gabriela Mistral trasciende otros campos que no son propiamente de las Bellas Artes, pero que en el fondo importan una proyección de los espíritus superiores en defensa de los más valiosos intereses colectivos”.
El nombre de Mistral comenzó a sonar en la Academia Sueca en 1940. Sin embargo, la barrera idiomática era considerable. Solo algunos de sus poemas estaban traducidos al inglés y ninguno al sueco. En las actas de la Academia Sueca se estableció que el trabajo de Mistral “es un vivo exponente de cómo y cuánto su lírica es admirada en toda América Latina”. Pero era necesario conocerla más. Por lo tanto, se decidió que “una eventual postergación para el año próximo conllevaría la ventaja de disponer de más tiempo para un mejor conocimiento acerca de la creación lírica de la poetisa”.
Los expertos en literatura hispánica, Hjalmar Gullberg y Karl August Hagberg (presidente del Instituto Nobel), fueron los encargados de traducir y estudiar la obra de Mistral. Este último, por ejemplo, emitió dos informes confidenciales sobre el trabajo literario de la chilena.
Ahora bien, el premio no se entregó entre 1940 y 1943, debido a la Segunda Guerra Mundial. En 1944, este fue entregado al danés Johannes Vilhelm Jensen, “por la fuerza rara y la fertilidad de su imaginación poética con la que se combina una curiosidad intelectual de amplio alcance y un estilo audaz y frescamente creativo”.
Llegó 1945 y el momento de volver a deliberar. El nombre de Mistral sonaba fuerte entre los dieciocho totales, donde catorce eran europeos y tres norteamericanos. Herman Hesse, André Gide, Thomas Eliot, Paul Valéry y Georges Duhamel eran la competencia fuerte de la chilena.
La decisión final se tomó en septiembre. La pelea estaba entre Mistral y el fallecido Paul Valéry, quien había muerto el 20 de julio de 1945, solo unos meses antes. Si bien la idea de otorgar el premio de forma póstuma al francés era atractiva —y ya se había hecho antes con Erik Axel Karlfeldt—, Gabriela Mistral se hizo con el reconocimiento con tres votos de cinco a favor.
Este le fue entregado el 10 de diciembre de ese año, en Suecia.
**La información para este artículo se extrajo del libro Gabriela. Su difícil camino al Nobel, (2024, Catalonia) de José Goñi.
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