Fue a partir de una conferencia en 2016, cuando Michel Nieva comenzó a reflexionar sobre su estatus de escritor de ciencia ficción (o en rigor de cyberpunk, que es uno de sus géneros secundarios). Sus reflexiones en torno a este tipo de escritura las plasmó en un ensayo que llamó Tecnología y barbarie: el origen cyberpunk de la literatura argentina. Luego, sintió el impulso de continuar reflexionando sobre otros temas que se fueron desprendiendo.
“Me sentía muy solo como escritor cyberpunk y no conocía colegas en el presente ni en el pasado que practicasen ese género, entonces propuse una tesis contrafáctica de lectura: ¿qué pasaría si el origen de la historia de la literatura argentina fuera el mismo que el del cyberpunk? -dice Nieva a Culto-. Siendo una de las convenciones centrales de este género la precarización de la vida y la profundización de la violencia y la desigualdad debido al avance tecnológico, traté de pensar cómo la introducción de tecnologías en el siglo XIX que permitieron el desarrollo de las letras y la cultura (el telégrafo, las máquinas de escribir y los fusiles Rémington, el alambre de púas y la picana eléctrica) fueron los mismos que propiciaron los mayores genocidios latinoamericanos. A partir de esa tesis, extiendo la lectura a fenómenos más contemporáneos como la pandemia de Covid, la IA y el cambio climático”.
Los ensayos que produjo Nieva fueron reunidos en el volumen llamado Tecnología y barbarie (Anagrama), de reciente aparición en Chile. En ocho escritos, Nieva reflexiona sobre virus, bacterias, la Historia, la escritura de ciencia ficción e incluso sobre la escritura no-humana, poniendo ejemplos históricos en que se ha intentado mecanizar la escritura como un antecedente de la Inteligencia Artificial.
A pesar de sus jóvenes 36 años, Nieva tiene cierto recorrido en la literatura. En 2021 la prestigiosa revista Granta lo incluyó en su lista de los mejores narradores jóvenes en español, junto con su compatriota Camila Fabbri o los chilenos Diego Zúñiga y Paulina Flores. Con cinco libros en la espalda, se ha hecho camino como una voz original en las letras hispanoamericanas. Lo suyo es una ciencia ficción pero de índole reflexiva y un tanto pesimista sobre el futuro de la humanidad, quizás haciendo juego con su formación original de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. El año pasado publicó la novela La infancia del mundo (Anagrama), que tuvo una buena recepción.
De paso por nuestro país, donde vino a dar unas charlas en el contexto del Congreso de Arquitectura EduMeet 2024 organizado por las Escuelas de Arquitectura de la Universidad de Las Américas y la Universidad Politécnica de Madrid, Nieva se dio un tiempo para hablar con Culto.
¿Cómo crees que la literatura puede ayudar a visibilizar los peligros y las promesas de la tecnología?
Creo que el gran motor narrativo del capitalismo presente es una estructura de la ciencia ficción: la estetización de la tecnología. Y es esa técnica endiosada y estetizada la fe más poderosa de nuestro tiempo, porque no hay ninguna solución política o social que hoy en día se crea posible sin la tecnología desarrollada por megacorporaciones. Por eso precisamente la ciencia ficción es el discurso más adecuado para entender la historia política de la tecnología y sus aplicaciones contemporáneas por parte del poder corporativo.
¿Cómo crees que la ciencia ficción dialoga con el mundo actual?
Por lo dicho anteriormente, si bien dentro de la tradición literaria la ciencia ficción siempre se consideró un género menor por carecer de alta experimentación formal, el hecho de ser un discurso sobre la tecnología lo vuelve un actor central de la discusión contemporánea. Para mí la ciencia ficción es menos literatura que crítica política de la tecnología.
Hablas de la viropolítica, ¿de qué forma crees que se manifiesta hoy en el mundo?
Un hecho decisivo para mí como escritor de ciencia ficción fue encontrarme en Nueva York durante el momento más extremo de la pandemia, y darme cuenta de que mientras esta ciudad (y el mundo) se encontraban detenidos y al borde de la catástrofe sanitaria y la incertidumbre económica, las bolsas de valores seguían operando gracias a sus sistemas algorítmicos y comprando y vendiendo valores de las empresas financiadas por la pandemia. O sea que el capitalismo ha adoptado esta forma parasítica y creativa de alimentarse y obtener rendimiento de las catástrofes, incluso de las que ponen en riesgo la continuidad de la vida humana como especie. Eso es lo que llamo viropolítica en el libro y creo que es central para entender la política del presente.
Hablas de la escritura robótica, o “no humana” citando antecedentes de la historia. ¿Crees que esa “literatura” en algún momento se puede dar, por ejemplo, con los algoritmos o la IA?
Creo que un horizonte posible que abren los modelos de lenguaje para la mercadotecnia del libro es hacer hablar a los muertos: si usted pone todos los libros escritos por Corín Tellado, Gabriel García Márquez o John Le Carré a “entrenar” a uno de estos modelos, es bien probable que luego sean capaces de despachar textos de la misma calidad que los firmados por los antedichos. Sea simplemente llamarlos “póstumos” o de “ultratumba”, es verosímil que vendan cientos de miles de ejemplares. Ahora bien, creo que la aplicación y el desarrollo corporativo de la IA aspira a precarizar el trabajo humano en su conjunto y optimizar las operaciones financieras más que ampliar las posibilidades artísticas de la humanidad, y eso es lo que veremos en un futuro inmediato. Por el contrario, acaso sí sea el arte una potencia donde experimentar tecnodiversidades divergentes a las IAs que desarrolla el capitalismo monotecnológico de Silicon Valley.
Hablas también de Historia, de lo ocurrido en el XIX con la animalización de los pueblos originarios, y los zoológicos humanos. ¿Cómo dialogan esos hechos con la actualidad?
El libro indaga cómo algunas de las corrientes centrales de la literatura del siglo XX se inspiraron en el colonialismo y los llamados “zoológicos humanos” que exhibían indígenas de Sudamérica en Europa. Por ejemplo, Kafka asiste a los espectáculos de selk’nams enjauladxs en Praga (hecho del que hay testimonio en sus cartas) y después escribe Informe para una academia basado en esa experiencia. Por otro lado, Poe también se informa de estos acontecimientos para escribir Los crímenes de la calle Morgue, en el que una criatura antropoide que habla una “voz extranjera” mata salvajemente a dos mujeres, y al final era un mono que iba a ser vendido al Jardin d’Acclimatation de París. Es decir que los grandes tópicos del sinsentido, la violencia y la alienación de la literatura del siglo XX no se originaron, como usualmente se interpretó, de la experiencia europea de la burocracia y la guerra, sino del espectáculo absurdo y cruento de indígenas secuestrados. El libro, un poco de manera refractaria, busca esclarecer estas obsesiones del siglo XIX y XX para entender de forma oblicua hechos del presente como algunas experiencias de encierro durante la pandemia de Covid-19.
En otro ámbito, ¿qué reflexión haces por los intentos de censura que se han visto a algunas escritoras de la Argentina?
Por influencia del evangelismo, hace varias décadas que los maestros de escuela “auto-censuran” los libros que enseñan por miedo a que los padres religiosos vayan a la escuela de forma violenta a pedirles explicaciones. Y eso es en gran medida por el gradual deterioro de la legitimidad de un pilar central de la construcción ciudadana argentina como es la educación pública y laica. Los libertarios se valen de ese desprestigio y del ascenso del evangelismo para continuar minando la educación pública, y el hecho más reciente fue que la vicepresidenta salió a pedir que eliminen el plan de libros distribuidos en la Provincia de Buenos Aires para el plan de Educación Sexual Integral, aduciendo que una de las novelas de ese programa (Cometierra de Dolores Reyes) era pornográfica porque incluía una vez las palabras “concha” y “pija”. A raíz de eso, los trolls libertarios empezaron a acosar digitalmente a Dolores Reyes. No tengo mucho más que decir que mi repudio al fascismo y mi solidaridad con la autora.