Notre-Dame, la catedral que inspiró a Víctor Hugo y Marcel Proust (y cómo su reconstrucción puede ser ejemplo para Chile)
Este sábado se reabrirá la histórica catedral de París, cuya reconstrucción se extendió por cinco años desde el gran incendio. Este templo católico fue inspiración para múltiples escritores, desde Víctor Hugo a Marcel Proust. Asimismo, el caso de Notre-Dame abre la reflexión sobre la restauración patrimonial en iglesias chilenas, una tarea pendiente en el país.
El 15 de abril de 2019, las llamas amenazaban con abrasar Notre-Dame. La conmoción en Francia se extendió por todo el mundo: un símbolo de la cultura de ocho siglos podía desaparecer.
Sin embargo, en cuatro horas el incendio fue controlado por los bomberos y se asomaba una nueva interrogante. ¿Qué hacer con Notre-Dame? ¿Demoler? ¿Restaurar? La respuesta la dio el presidente francés ese mismo día. Emmanuel Macron prometió la reconstrucción de la catedral gótica en maratónicos cinco años. El plazo se cumplió y mañana, 7 de diciembre, se reabrirá el edificio en una ceremonia festiva. Posteriormente, el 8 de diciembre —el Día de la Inmaculada Concepción—se realizará una misa de consagración del nuevo altar.
Si bien “Notre-Dame partió como un proyecto para convertirse en la catedral más grande, empezaron al mismo tiempo a construirse otras catedrales en Francia, que la superaron en tamaño y también que la superaron en belleza”, explica a Culto José Manuel Cerda, doctor en Historia Medieval y director del Laboratorio de Humanidades de la Universidad San Sebastián (USS). “Pero como Notre-Dame se construyó en el corazón de Francia, en esa isla de la ciudad que estaba tan cargada de historia, de tradiciones y de la vida de los reyes, sobre todo la dinastía de los Capetos; empezó a adquirir una prestancia, una importancia, una distinción que las otras catedrales de Francia nunca pudieron conseguir”.
El templo es histórico y se inmiscuye como escenario o inspiración en la literatura y el cine. El ejemplo más famoso en la cultura pop es la película de Disney, El jorobado de Notre-Dame (1996), basada en la novela de Víctor Hugo, Nuestra señora de París (1831). En su texto, el autor de Los miserables hace una crítica al abandonado estado de la iglesia.
“La iglesia de Notre-Dame de París sigue siendo, sin duda, un edificio majestuoso y sublime”, escribe el francés. “Pero por muy bella que se haya conservado a lo largo de los años, es difícil no suspirar, no sentirse indignado ante las innumerables degradaciones y mutilaciones que el tiempo y el hombre han infligido simultáneamente a este venerable monumento”.
El autor encontró inspiración para Nuestra señora de París en la misma catedral. “Víctor Hugo encontró una palabra en griego en una muralla, que después se borró, y que decía fatalidad. Esa palabra a él lo golpeó, y dio origen a la novela que él escribió”, relata a Culto Cristián Warknen, poeta y director de País Humanista de la USS.
Víctor Hugo no fue el único tocado por el tempo. “Otra historia es como el autor Paul Claudel entró a la iglesia y salió creyente, tuvo una experiencia mística, la iglesia lo dio vuelta, fue una cosa muy violenta”, añade Warknen.
Asimismo, “se dice que Marcel Proust, que pareciera nada que ver, y quien escribió La búsqueda del tiempo perdido, habría usado el ejemplo de esta catedral, e hizo una novela como algo análogo a lo que era la Notre-Dame, pero en novela, como estructura”.
La restauración de Notre-Dame y el caso chileno
El incendio afectó principalmente a la cubierta de la catedral, según El País. En el interior, los daños se concentraron bajo el crucero del templo, que daba soporte a la espiga de madera que se derrumbó. Asimismo, se dañó uno de los tres rosetones—ventana circular calada—del edificio. Estos son “las joyas” o “los elementos artísticos más relevantes del mundo gótico”, precisa el arquitecto y director de la Licenciatura en Arte y Conservación del Patrimonio USS, Carlos Maillet.
El armazón de la cubierta también quedó destruido. Se trata de una zona llamada ‘el bosque’, debido a las toneladas de troncos de roble que sirvieron para construirla.
“En la restauración, se emplearon las mismas hachas, o sea, se reprodujeron las mismas hachas del siglo XII para cortar los árboles actuales y que tengan el mismo corte y tratamiento que tenían en esa época y no sean todos perfecto como si fuera contemporáneo”, indica Carlos Maillet.
De acuerdo a Deutsche Welle, las paredes, las ventanas, las 2.300 estatuas y los 8.000 tubos del órgano fueron limpiados de siglos de suciedad y del hollín del incendio. Además, fueron instaladas 1.500 sillas nuevas—y bendecidas—y se montaron y desmontaron 2.000 toneladas de andamios durante la restauración, que alcanza los 700 millones de euros, es decir, algo cercano a los 700 mil millones de pesos chilenos.
La realidad de Notre-Dame se puede extrapolar a la chilena, aunque a menor escala. “Desde la USS hicimos una Encuesta Nacional de Patrimonio, que se presentó para el Día del Patrimonio, y hay 70 templos, católicos, sinagogas, protestantes, musulmanes, que han sido rayados, dañados, incendiados, desde el 2019, solamente. De hecho, solo el 2019, fueron 40″, expone Carlos Maillet. Algunos casos emblemáticos son la iglesia de la Veracruz en Barrio Lastarria o la iglesia de Carabineros.
“Hoy día hay dos corrientes principales en Chile; una tiene que ver con la línea de los restauradores patrimoniales, que tiende a que el edificio sea tal como fue hecho en su origen; y está la corriente de los arquitectos contemporáneos, que dirían que el edificio debe preservar la ruina, debe dejar registros de cómo era y conservarse como estado ruinoso, porque marca un momento de la historia”, explica Cristián León, arquitecto e investigador Laboratorio de Humanidades USS.
La restauración de Notre-Dame fue un acierto, según León, ya que no era un edificio abandonado, sino un espacio vivo y en uso por parte de la comunidad. En esa línea, apunta a que las iglesias chilenas también constituyen lugares vitales.
“Eran iglesias que se ocupaban—agrega el especialista—había culto dominical, que tenían vida comunitaria, había comunidades de base y era un elemento persistente dentro de la memoria colectiva del barrio. Y ese elemento, la gente quiere recuperarlo, porque eso es su memoria e identidad. De repente hay que silenciarse y, con la cabeza baja, remodelar, ser honesto, restaurar, recuperar; más que modificar. A veces hay que renunciar un poco al ego para dejar que la historia, la tradición, la identidad que se fue tejiendo durante años, recupere esa memoria que hoy está dañada”.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.