Gepe en el Teatro Caupolicán: la marca original
Si de odiosas comparaciones se trata, Gepe se convirtió en el más original de sus contemporáneos. Creó un imaginario asentado de fanaticada numerosa que se identifica con su ánimo celebratorio, bailable y festivo que nunca se deshace de cierto ánimo taciturno, como un chico que quedó detenido justo antes de la adultez.
Hacia el final del show la noche del sábado en el teatro Caupolicán mientras se preparaba un nuevo acto del estreno oficial de Undesastre -el décimo álbum de Gepe (43) publicado en octubre-, un video ofreció una serie de escenas del artista actuando en distintos escenarios y filmaciones diversas con su voz de serio registro como fondo, reflexionando sobre los casi 20 años de persistente y sólida carrera. Desde la publicación de Gepinto en 2005, Daniel Riveros se convirtió en la figura más ambiciosa del lote que configuró el llamado Nuevo pop chileno.
Sin desmerecer los caminos y logros de otros nombres de aquella respetable camada creadora de una amalgama entre música de raíz con elementos de indie y pop -la primera generación musical nacional que excluyó del recetario al rock como señal de cambio de siglo-, Gepe siempre demostró un foco por la masividad reivindicando sonidos tradicionales como la cueca rescatada por Margot Loyola, y apelando al ambiente de carnaval teñido de letras tristes de la música del norte en dirección al altiplano, entre diversas influencias.
El espectáculo en el Caupolicán repleto redundó, tal como lo ha hecho en la presentación de otros álbumes, en un número ávido por integrar timbres y colores que no solo apelan a las músicas de este país con notorio orgullo, sino también a otras latitudes de la América morena en busca de cadencia y ritmo, con envoltorio pop. Si Gepe necesita un toque de bachata para reforzar su costado romántico -en rigor, el sentimiento dominante de su propuesta con expresiones agridulces-, va y lo toma con propiedad.
Es un multiinstrumentista que además ha perfilado la voz hacia la melodía absoluta, y con un toque de notoria chilenidad. Las escenas cotidianas, la vida en la urbe marcada por detalles de nuestra idiosincrasia y el uso de los diminutivos, formulan señales de identidad expresadas a través de un pop criollisimo. Por sobre la celebración, con Gepe siempre resalta la melancolía.
Dividido en cinco actos más el bis, el montaje fue demostrativo de algunos ripios habituales en nuestra escena bajo circunstancias de estreno de un nuevo álbum, que en particular el Nuevo pop chileno nunca ha superado.
Probablemente en el empeño por demostrar que el arte es colaborativo y de agradecer a quienes contribuyen en cada nuevo proyecto discográfico, o son figuras inspiradoras, hubo varios invitados. Algunos fluyeron con naturalidad por el carrete a cuestas, como ocurrió con Joe Vasconcellos en la flamante Vivo (en el original junto a Rubén Albarrán de Café Tacuba); pero otros denotaron poco ensayo y química, la sensación reinante con el cuequero urbano Torito Alfaro en la cueca del canario (así, en bajas).
La presencia del Cuarteto Austral -un conjunto de cuerdas femenino- realzó varios temas, pero el montaje fue algo lento y disgregado en distintas instancias del set list -lo que obligaba a retirar e instalar nuevamente sus instrumentos, sillas y micrófonos-, atentando contra la continuidad del espectáculo.
Otro detalle que los artistas chilenos rara vez atienden en vivo, es tener absoluta claridad respecto de lo que se va a decir en las pausas. En escenas completamente asentadas y de proyección internacional, se comprende que cada intervención debe estar bajo libreto, porque la improvisación sólo contribuye a disgregar la palabra y restar ritmo. Acá se confunde con atentar contra la espontaneidad, para finalmente tropezar con la dinámica del espectáculo.
Canciones de Undesastre como arañapollito y playaplaya -también escritas en bajas- se catapultaron con el rigor de la banda y la energía de Gepe en particular. Después de dos décadas sabe cómo dominar el escenario, bailar, gestualizar y preocuparse de detalles como cambiar el cuidado vestuario, o contribuir directamente al sentido del espectáculo tocando la batería, el instrumento que lo dio a conocer con Taller Dejao.
Si de odiosas comparaciones se trata, Gepe se convirtió en el más original de sus contemporáneos. Creó un imaginario asentado de fanaticada numerosa que se identifica con su ánimo celebratorio, bailable y festivo que nunca se deshace de cierto ánimo taciturno, como un chico que quedó detenido justo antes de la adultez.
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