Hablan los actores de la serie Cien Años de Soledad: “El sueño de todo actor latinoamericano es encarnar estos personajes”
Este miércoles se estrena la serie original de Netflix basada en la clásica novela de Gabriel García Márquez. Culto habló con los actores colombianos Claudio Cataño, Marleyda Soto y Diego Vásquez, quienes interpretan al coronel Aureliano, Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía. ¿Cómo fue la experiencia de grabar tamaña serie? Acá las voces de Macondo.
Y llegó la hora para una de las series más esperadas del año. Hablamos de Cien años de soledad, la serie original de Netflix que lleva a las pantallas el clásico de Gabriel García Márquez. En rigor, se trata del estreno de la primera parte de la serie, que tendrá 8 episodios. En ellos, se respeta la novela casi al calco, incluso arranca con el mismo comienzo, aquellas célebres primeras líneas donde el coronel Aureliano recordaba aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Así, vemos a los fundadores de Macondo, los jóvenes esposos (y primos) José Arcadio Buendía y Úrsula Uguarán atravesar la selva buscando una tierra prometida que nadie los prometió y terminan fundando el pueblo, cerca del mar. Con el transcurrir de la serie, vemos cómo van envejeciendo y los actores colombianos Marleyda Soto y Diego Vásquez toman la posta y hacen de Úrsula y José Arcadio viejos, respectivamente. Con ellos, otro personaje icónico es el coronel Aureliano Buendía, interpretado por el colombiano Claudio Cataño. Lo vemos crecer, desarrollarse y pedir la mano de la pre púber Remedios Moscote.
Estos tres actores recibieron a Culto una mañana desde los estudios en Colombia, vía Zoom. “La experiencia de participar de la serie fue increíble -dice Marleyda Soto-. Yo creo que es el sueño de todo artista, de todo actor, no solamente colombiano, sino latinoamericano, la posibilidad de poder encarnar estos personajes icónicos. Como actores colombianos es quizá lo más alto a lo que podemos llegar desde nuestro oficio. Darle cuerpo, voz, sentido y ser a estos personajes tan maravillosos”.
Se suma Diego Vásquez: “Yo puedo confesar que es la experiencia más hermosa que he tenido en los últimos años en mi trabajo como actor. Primero por el cuidado, por la meticulosidad, por el respeto, por la profunda entrega con lo que cada uno de las personas que estuvieran, no solamente en el set, sino detrás y todos los creadores y todos los años de trabajo de muchas personas atrás para llegar a este punto. Nos permitieron hacer lo que mejor podíamos hacer en la vida, que fue interpretar a estos personajes a quienes muchos actores en la vida soñarían interpretar. Entonces, aparte de ser la experiencia más hermosa, también es un honor”.
También opina Claudio Cataño: “Es un privilegio enorme. Pero ese privilegio es un arma de doble filo o hubiese sido un arma de doble filo si se hubiese hecho como cualquier otra adaptación. Afortunadamente, la familia García Márquez fue muy celosa y hasta que no se dieron una serie de condiciones especiales, no se permitió que esto fuese así. Entonces, lo que es interesante es tener este privilegio como intérpretes, pero además con las condiciones y en el enorme engranaje en el que se vivió este privilegio, porque la serie, aparte de nuestra pequeña parte, que es la de interpretar un personaje, es una monstruosidad en todos los sentidos, pero una bella monstruosidad”.
- ¿Qué fue lo más complejo a la hora de trabajar en esta serie?
Marleyda: Pude experimentar como personaje -y como Marleyda- a la soledad que significa ir perdiendo poco a poco los miembros de una familia. Quiero decir, en el cine formamos familias gitanas, viste, nos encontramos, rodamos, vivimos, convivimos juntos por muchos meses y esa resulta ser la vida real en ese momento. Luego pasamos a la otra vida, luego cuando se acaba el rodaje, aquí resulta que nosotros somos una familia y resulta que somos una familia de amigos también y en la medida que los personajes fueron muriendo y fueron desapareciendo, también se fueron yendo los amigos, entonces como Úrsula Iguarán fue perdiendo su hijo, sus hijos, sus seres queridos, yo también fui perdiendo mis amigos que tuvieron que ir abandonando el set de rodaje y de repente me sentí sola, en un momento yo volté a mirar a Claudio y le dije: nos quedamos solos los dos, porque ya habían partido nuestros amigos, habían partido los personajes y experimenté la soledad absoluta que significaba estar en el set, como Marleyda, pero como Úrsula, completamente sola.
Diego: Yo creo que la parte más compleja fue el aproximarse a ese periodo que son casi dos siglos atrás, en el cual las cosas tenían un significado diferente al que tienen hoy, el aprender a pensar como un personaje de esta época, el aprender a recordar y traer a mi memoria esa infancia que yo conocí en una provincia para acercarme un poco a lo que era esa pátina sepia con la cual nosotros estamos bañados desde el momento en que entramos en Cien años de soledad y nos convertimos en los personajes porque todos los personajes tienen esa pátina de antigüedad y era la parte que nos tocaba construir para darle peso y para darle credibilidad a lo que estábamos haciendo. Ya cuando está uno en el set y cuando empieza a rodar, claro, los nervios atacan, hay escenas difíciles, hay escenas de repetición, hay momentos en que siento que me voy a infartar de la fatiga del esfuerzo físico que he hecho, pero son gajes del oficio, pero la parte compleja fue todo el proceso creativo para mí.
Claudio: Han habido, por supuesto, un montón de tareas muy difíciles desde lo práctico, es decir, el rodaje, la energía, toda la disposición a través del tiempo, porque claro, esto no es una película, son muchas películas, es decir, no es un proceso de seis meses. No. Esto es una carrera de fondo, no de velocidad. Entonces, es difícil, sin embargo, creo que, y voy a concluir con esto, lo más difícil es que se va a acabar.
- ¿Cómo fue filmar en estos sets que construyeron un pueblo de verdad, ambientado en el XIX y la casona de los Buendía que era funcional?
Maleyda: ¡Nos sentimos como unos niños! Tuvimos que trabajar mucho en el ejercicio de entender que ese museo, que esa casa-museo maravillosa, tan rica y cargada de tantos detalles cuidados y minuciosamente organizados y planificados por todo el equipo de arte y por todo el equipo de escenografía, ese universo existía y iba a ser nuestro, entonces pasar del asombro de la cocina de Úrsula Iguarán y entender que esa cocina era mía y que yo tenía que impregnarla de la energía para demostrar que yo habitaba esa cocina hace mucho tiempo, costó bastante, porque cada día encontrábamos más tesoros dentro de la casa, cada día aparecían detalles más bellos, más ricos, muy cuidados.
Diego: A partir de un momento me convierto en árbol 2, pero soy la persona más feliz del mundo porque desde ese espacio podía contemplar todo lo que estaba pasando, cómo se estaban haciendo las escenas, este José Arcadio que está amarrado a ese árbol, a ese castaño y resulta que era el mejor espacio de la casa, porque todo el mundo tenía que pasar por ahí y se sentaba un rato. Puedes sentarme? Sí, siéntate. Charlábamos, estábamos café y yo ahí lloré muchas veces solamente contemplando el privilegio que Dios me había dado de estar en este lugar.
Claudio: La presencia suya Diego en ese árbol era una cosa absolutamente extraordinaria. Y árbol 2 es esa imagen con la que está saliendo 100 años de soledad al mundo. Si algo agradezco es haber tenido esa mirada permanentemente ahí, porque le confirió al espacio permanentemente algo místico y lo sobrenatural.
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