“Durante 18 meses no salí del cuarto”: cómo Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad
La serie de Netflix reavivó aún más el entusiasmo por la novela más famosa del colombiano. Sin embargo, los orígenes de la historia de Macondo estuvieron marcados por la precariedad económica y los malabares de Mercerdes Barcha para sostener el hogar, mientras el autor se encerraba a diario para escribir las 700 páginas del libro.
Hace casi una semana arribó a Netflix la adaptación de Cien años de soledad, una serie dirigida por Laura Mora y Alex García López. Se trata de la primera parte, de ocho episodios, y se espera que su continuación llegue en 2025, en una fecha aún no confirmada.
Si la producción le hace honor a la obra más conocida de Gabriel García Márquez, queda a juicio de sus fieles lectores. Daniela Lagos, columnista de La Tercera, dice, por ejemplo: “Sin duda la serie, hecha en español y con elenco colombiano, tiene puntos altos, partiendo por un gran nivel de producción y algunas (pero absolutamente no todas) buenas actuaciones. Hay momentos cautivantes, escenarios impresionantes y momentos para admirar. Pero junto con esto, Cien años de soledad es una serie que, sobre todo en sus primeros capítulos, parece un resumen para la prueba. Escenas que pasan rápido como haciendo checks por los puntos de la historia sin generar ninguna emoción”.
“No teníamos dinero”
Gabriel García Márquez comenzó a escribir en periódicos como El Espectador, en Colombia. Su primer cuento fue La tercera resignación, el que publicó en 1947. La sorpresa fue grande. Envío el cuento sin expectativas un miércoles y lo vio publicado el sábado siguiente. “Salí a la calle, entré a un café en la carrera séptima y vi a un tipo que tenía abierto un suplemento literario El Espectador y que tenía el título de mi cuento a ocho columnas. Otra cosa que es maravillosa, es que no tenía los cinco centavos para comprar El Espectador”, relata el escritor en una entrevista con Germán Castro, en 1976, con la cadena colombiana R.T.I.
Antes de Cien años de soledad (1967), García Márquez había publicado La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962) y Los funerales de la Mamá Grande (1962). A la par, el escritor seguía trabajando como periodista, a pesar de los vaivenes políticos que lo hicieron dejar Colombia y radicarse en México.
“Era una época que no era fácil, porque no teníamos dinero”, relata el autor en la misma entrevista. Por esos años, ya estaba casado con Mercedes Barcha y tenían dos hijos, Rodrigo y Gonzalo. “Pero, en cambio, era una época muy buena, porque estaba escribiendo como un tren que es lo mejor que le puede suceder a un escritor”.
“Cuando yo vi que Cien años de soledad venía, y que no la paraba nadie, le dije a Mercedes: ‘tú te haces cargo de este asunto’. Ella, por supuesto, no lo pensó dos veces”, cuenta García Márquez. Barcha Pardo fue esposa de Gabo por 56 años y, según plantean las biografías, fue un pilar fundamental en la carrera del escritor. “En los momentos más difíciles de la vida de ellos, en el sentido económico, Mercedes siempre confió en que él, gracias a su literatura, iba a salir adelante”, relata el biógrafo Gustavo Tatis Guerra en declaraciones a El Universal colombiano.
“Es curioso que mis hijos, ahora yo les pregunto de esta época, y ellos me recuerdan como un hombre que estaba encerrado en un cuarto y que no salía nunca, y yo tenía la impresión de que era el ser más humano y más sociable del mundo”, sigue contanto García Márquez en aquella entrevista de 1976.
“Durante 18 meses no salí del cuarto, pero yo recuerdo que salí una vez, cuando Mercedes me dijo que no había nada que hacer, que ya había llegado al fondo. Entonces yo tenía un carro y lo llevé al Monte de Piedad y lo empeñé. Le traje a Mercedes la plata y le dije: ‘aquí tienes para 10 años’. Y duró tres meses. Seguí escribiendo”.
“Recuerdo que en mitad de camino, el dueño de la casa llamó a Mercedes y le dijo: ‘señora, ustedes deben tres meses de casa y Mercedes tapó el teléfono y me dijo: ‘cuánto tiempo te falta por terminar el libro’ y yo lo dije: ‘como seis meses’. Entonces ella le dijo: ‘mire, señor, no solo debemos tres meses, sino que le vamos a deber seis más. Él dijo: ‘si usted me da su palabra, no tengo ningún inconveniente’”, relató.
Efectivamente, a los siete meses pagaron todo. No por Cien años de soledad, sino por el trabajo de García Márquez en publicidad. “El día que lo terminé nos fuimos al correo, eran 700 páginas, y dijeron que costaba 83 pesos de México a la Argentina. Mercedes me dice que no tenemos hasta 45. Es muy fácil, partí el libro por la mitad”.
Para completar el monto restante, empeñaron esa misma tarde el calefactor que usaba el autor mientras escribía, un secador de pelo y una juguera. “Cuando salimos del correo, (Mercedes) estaba verde de encabronamiento. Me dijo: ‘ahora lo único que falta, es que la novela sea mala’”.
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