El fuego inolvidable: el trágico Año Nuevo en que Valparaíso estalló

Incendio Valparaíso Año Nuevo 1953
El fuego inolvidable: el trágico Año Nuevo en que Valparaíso estalló

En las primeras horas del 1 de enero de 1953, la ciudad puerto experimentó el fulgor y la tragedia provocada por fuegos de distinta especie. Se inauguró el tradicional espectáculo pirotécnico en el mar, y se desató un incendió que hizo volar un polvorín incógnito matando a 50 personas, incluyendo 36 bomberos. Es la mayor tragedia de la institución en Chile, y una de las peores páginas en una ciudad acostumbrada a los desastres.


El maquinista Rufino Rodrigo Ruiz, miembro de la Séptima compañía de Bomberos de Valparaíso -la bomba España- sobrevivió apenas 55 minutos, luego de que un gigantesco tambor para almacenar líquidos le cayera encima a las 03:05 de la madrugada del 1 de enero de 1953, en la amplia avenida Brasil del puerto. Rufino operaba uno de los dos carros de su unidad que concurrieron al incendio declarado en la barraca Schultze en la intersección con Freire. Fue uno de los 31 voluntarios que falleció ese mismo día de los 36 que finalmente perdieron la vida, más un carabinero y decenas de civiles. En total, medio centenar de personas murieron, y otras 350 quedaron heridas por una emergencia que, en un inicio, parecía controlada.

Fue lo que creyó un funcionario de la Defensa Civil que se acercó a Jorge Jiménez, un chico de 12 años que había acompañado a su padre bombero al siniestro. Tras franquear el cerco policial junto a un amigo, se tendió en el pasto a observar el trabajo de los voluntarios, labor que él mismo ejercería años más tarde. Con la cabeza apoyada en la base de una palmera, miraba con la fascinación ancestral que despierta el fuego, uno de los tantos incendios que históricamente asolan la ciudad; allí se fundó en 1851 el primer cuerpo de bomberos del país, luego de que un gigantesco siniestro sin control redujo a cenizas un par de cuadras de bullente comercio en el barrio Puerto. “Cabros -dijo el funcionario-, qué están haciendo aquí (...) es hora ya de retirarse. Van a ser las 3:10 de la mañana”.

Apenas terminó la sentencia -en rigor, eran las 3:05-, la mitad de la cuadra explotó inexplicablemente. Cuando Jorge se incorporó, según contó en un reportaje a Mega hace varios años, se dio cuenta de que el miembro de la Defensa Civil se había volatilizado.

Incendio Valparaíso Año Nuevo 1953

Rosato Cruciani, miembro de la Primera Compañía de Bomberos de Viña del Mar, estaba en medio de una animada fiesta en la Ciudad Jardín cuando supo del incendio, declarado a las 2:10 horas. De inmediato se ofreció a llevar a un capitán de la 11va. compañía del Puerto, presente en la celebración. Su automóvil, le dijo, tenía sirena y el desplazamiento sería más fácil por la atestada avenida España, la principal conexión entre ambas urbes.

Raudos, a la distancia advirtieron las gigantescas llamaradas de la barraca. Pese a la espectacularidad del siniestro, Cruciani creía que no implicaba mayor riesgo.

“Para sofocarlo no parecía haber dificultades -escribió el bombero-. Solo era necesario inundar con grandes cantidades de agua, ya que no había peligro de propagación”.

Al lugar concurrieron once compañías. En menos de una hora el incendio disminuyó su intensidad, hasta que el comandante José Serey ordenó el retiro de media docena de unidades. Se quedaron la 6ª, 7ª, 8ª, 10ª y 11ª.

Rosato Cruciani dejó al oficial en su bomba, y se dirigió al sitio a observar el trabajo de los colegas porteños a la altura de las bodegas de viña Canepa, frente al acceso de la Dirección de Caminos -más tarde Vialidad-, a espaldas de la barraca por calle Blanco 2064.

Allí, sin conocimiento de Bomberos y autoridades, se encontraba un verdadero arsenal de alta volatilidad: una veintena de cajones con pólvora, dinamita y fulminantes, además de incontables tambores con petróleo, parafina y bencina. El nochero, completamente borracho cuando los bomberos lo sacaron del recinto, fue incapaz de advertir la peligrosidad del material almacenado.

Incendio Valparaíso Año Nuevo 1953

Cruciani estaba acompañado de un mayor de Carabineros de apellido Albornoz, observando las maniobras de tres bomberos en una escala telescópica apagando el fuego de la barraca desde gran altura. De pronto, un haz de luz lo encegueció acompañado de un estruendo “difícil de describir”. Cuando volvió en sí, estaba sentado al pie de un ingreso de la bodega del tradicional viñedo. Había volado de una vereda a otra y una cortina metálica contenía su silueta.

“No cabe duda que fue lo que me salvó la vida”, rememoró.

El oficial Albornoz no corrió la misma suerte. Su cuerpo proyectado violentamente se estrelló contra una pared, falleciendo días más tarde.

Ya incorporado, Rosato Cruciani se dio cuenta de que estaba sordo. La gente a su alrededor “corría en todas direcciones totalmente fuera de control”. “Movían los brazos y la boca en forma desesperada”, observó.

La escena era espantosa con “bomberos totalmente ennegrecidos por la explosión pidiendo auxilio, supongo, ya que no escuchaba nada”. Había cuerpos inertes y mutilados por todas partes. Los voluntarios de la estructura telescópica “colgaban de sus piernas que estaban entrelazadas en los palillos de la escala”. La onda expansiva y el fuego, que afectó a inmuebles en cinco cuadras, les había dado de lleno.

“Sacamos varios cuerpos más del lugar de la explosión y los fuimos alineando en la esquina de calle Blanco con Freire”, escribió el bombero viñamarino. “Por respeto a sus familiares no deseo entrar en mayores detalles, pero son visiones que jamás olvidaré”.

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Invierno de 2017. Pedro Messone observa la costanera de Valparaíso desde su departamento en el borde costero en la esquina de avenida Errázuriz con Rodríguez y Blanco, a la vuelta de la explosión. Aquella franja de contacto directo con la bahía que hasta el día de hoy los porteños reclaman como paseo público -en 1978 se cerró su acceso-, era uno de los lugares favoritos del fallecido folclorista durante su niñez.

pedro messone
PEDRO MESSONE, CANTANTE. SOBRE UN ESCENARIO CANTANDO / FONDO HISTORICO - CDI COPESA

Nacido en Temuco, Messone llegó a vivir a Valparaíso en 1940 cuando tenía apenas ocho meses. El Puerto, en los estertores de su poderío económico, todavía reunía numerosas colonias y familias acomodadas. El padre del futuro artista había sido trasladado como gerente de la afamada tienda de departamentos Gath & Chaves, en la céntrica calle Condell. Messone creció en el Almendral en la avenida Uruguay cerca del actual Congreso, en ese entonces un enclave de edificios de corte europeo y mansiones. Es el mismo barrio donde nació y se crio Augusto Pinochet.

“Los italianos, los ingleses, los españoles y otras colonias”, recordó el cantante una tarde gris de marejadilla en la bahía, “se instalaban en la costanera y lanzaban fuegos artificiales en el Año Nuevo, antes que se celebraran oficialmente”.

Era una competencia de luces caleidoscópicos, ruidos y estallidos a la que se unían también chilenos lanzando cuanto petardo y bengala se pudiera, en tanto los barcos de guerra con las siluetas engalanadas de luces, hacían sonar sus sirenas moviendo los reflectores en todas direcciones.

El dentista porteño Ernesto Dighero había observado que en cada celebración de fin de año, era alarmante la cantidad de niños, adolescentes y adultos accidentados, mutilados y quemados por manipular estos elementos sin control alguno, además de los numerosos incendios que se desataban en el Plan y los cerros. Corría 1952 y decidió unificar la actividad desde la bahía con el concurso de la Liga Marítima, entidad que dirigía. Su esposa le ayudó a financiar la compra del material mediante una serie de actividades sociales. Un primo que tenía camiones transportó los fuegos desde la fábrica Cometa en Santiago, hasta el Puerto.

Aquel fin de año trajo otras novedades a la ciudad. Después de 48 años de irregular servicio, los tranvías eléctricos pasaban a retiro la tarde del martes 30 de diciembre, ante la llegada de una partida de flamantes trolebuses Pullman.

La falta de conocimientos en el manejo de esa primera tanda de fuegos artificiales y el contacto de los cartuchos con el mar, aguaron parcialmente el primer Año Nuevo en la bahía de Valparaíso. El espectáculo duró apenas cuatro minutos. Aún así fue suficiente para entusiasmar a los porteños y las autoridades debido al potencial turístico, hasta que la municipalidad asumió la fiesta a partir de la década del 60.

A pesar de que no existe evidencia alguna, en la mitología local se asumió que una bengala lanzada por menores, tal como los que recordaba Pedro Messone en su infancia en la costanera, fue la que cayó en la barraca Schultze desatando la tragedia en el polvorín oculto.

Incendio Valparaíso Año Nuevo 1953

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Los cascos parecen jibarizados al interior de la vieja vitrina. “Es el cuero que se va encogiendo”, explica Víctor Ogas, director de la Décima compañía de Bomberos de Valparaíso, frente al tradicional parque Italia en el barrio Almendral, a escasas cuadras de donde ocurrió la tragedia. Algunos lucen relativamente íntegros, otros abollados y dañados por la explosión. También hay gruesos chaquetones con rastros del brutal impacto y el infierno inmediato.

“Tenemos diez caídos -detalla- que conformaban principalmente la guardia nocturna de ese día 1 de enero del 53. Esos son sus equipos”.

Incendio Valparaíso Año Nuevo 1953

“Hubo gente que llegó muy grave a la posta -sigue-, como es el caso del Quemado Ramos, que lo llamamos así por cómo quedó. Estuvo con vendas durante mucho tiempo y fue uno de los más afectados, con graves secuelas psicológicas. Tuvimos más lesionados como el doctor Moreno, un médico muy conocido de la Armada, que a la vez trabajaba en la posta de la asistencia pública. Sufrió la explosión, atendió a los primeros bomberos en el lugar, después siguió socorriendo gente, hasta que le bajó la adrenalina y se desmayó en la urgencia”.

El jefe bomberil detalla que hubo voluntarios despedazados que solo fueron reconocidos por detalles como el reloj o algún anillo. En cuanto al siniestro, ratifica su control casi por completo cuando explotó el polvorín. “Estaban en las maniobras de remoción -detalla-, buscando focos pequeños que fueran a reactivar, y ahí es cuando sucede”.

Incendio Valparaíso Año Nuevo 1953

Las compañías de bomberos de Valparaíso se reúnen sagradamente cada 31 de diciembre para recordar y homenajear a los caídos aquella madrugada del Año Nuevo de 1953, cuando los fuegos de artificio y las llamas sin control se tomaron la madrugada porteña.

La bodega de Vialidad siguió funcionando durante décadas en el mismo lugar por Blanco 2064, en tanto una placa habitualmente vandalizada con rayados recordaba la catástrofe. Los bomberos, una y otra vez, concurrían a limpiar la señal recordatoria de la mayor tragedia de su historia. Hoy es un sitio eriazo tal como quedó aquella noche.

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