Columna de Marcelo Contreras: Leo Dan, especie en extinción

LEO DAN
Columna de Marcelo Contreras: Leo Dan, especie en extinción Archivo Histórico/Cedoc Copesa

Figuras omnipresentes como Leo Dan no solo responden a su talento y carisma, sino también a una época irrepetible en la industria musical, en la medida que las estrellas eran impuestas por una sociedad entre sellos discográficos y medios de comunicación, monopolizando la narrativa de las figuras y qué debía escucharse.



Entre los 60 y los 80, las canciones de Leo Dan integraban insistentemente el paisaje sonoro latinoamericano, con altas probabilidades de escucharlas en radios AM, ferias al aire libre, reuniones familiares, o el fin de semana por barrios populares con aroma a cocina bien sazonada mientras la ropa de cama se tendía por las ventanas, el prólogo de la virutilla acicalando irregulares pisos de madera. Su voz cantarina y los estribillos chiclosos, son como tatuajes en generaciones que se despidieron de la juventud hace largo tiempo.

“Muchos de sus temas tenían nombres de mujer”, apunta mi viejo, recordando el cancionero del astro argentino ante su muerte, ocurrida el pasado miércoles a los 82 años. “Es un golazo”, le dijeron apenas cantó Celia con marcado acento del norte trasandino en la CBS de Buenos Aires a principios de los 60, recién llegado desde su natal Santiago del Estero, hasta donde debió regresar a pedir la autorización de sus padres para firmar, por ser menor de edad. Le siguieron, entre varias con remitente femenino, Estelita, Mary es mi amor, Fanny, Lili, Susana llámame, Pero… Raquel, Marisa y Mary Isabel.

Las canciones más afamadas de su pluma -fue un prolífico compositor iniciado en la guitarra a los 11 años- solían explayarse a lo Ramones, en apenas un par de minutos de pop eternamente romántico. Eran composiciones a veces febriles, otras más calmas de equilibrados arreglos, maridando tempranamente el encuentro de dos mundos sonoros: la tradición análoga y acústica proveniente del bolero y el tango, entre diferentes raíces latinas, y las incipientes sonoridades eléctricas y reverberantes del rock.

Cómo te extraño mi amor ejemplifica a la perfección ese choque y complemento de fuerzas tectónicas encarnando distintas épocas, lo mismo Te he prometido, a pesar de su indisimulado parecido con Oh! Carol de Neil Sedaka.

Cuando Café Tacvba versionó Cómo te extraño mi amor no había rastro alguno de sarcasmo, cita kitsch, placer culpable -”¿qué es esa huevá de placer culpable? , se quejó Jorge González”-, o tonterías esnobistas de ese calibre, para minimizar el impacto de una figura con raíz en la gallada; bien lo sabían en Buenos días a todos, el matinal de TVN en los días de gloria con Felipe Camiroaga, donde los clásicos del argentino iban de fondo. Justos homenajes para uno de los pilares de la balada y el pop romántico de ambición masiva en nuestro idioma, fundamental para la posterior evolución del género en toda Hispanoamérica, con una fase de gloria entre los 70 y 80, y que aún persiste en estrellas contemporáneas como Mon Laferte, que alimentan su obra con el caudal de esta clase de pioneros y su linaje.

leo dan

En pleno apogeo, Leo Dan conquistó la televisión con diversas apariciones hasta contar con su propio programa en Argentina. A la par, protagonizaba filmes, la misma ruta de Antonio Prieto -astro local de repercusión internacional surgido poco antes- desdoblado en diversos talentos, incluyendo su propio show en la pantalla chica trasandina.

Figuras omnipresentes como Leo Dan no solo responden a su talento y carisma, sino también a una época irrepetible en la industria musical, en la medida que las estrellas eran impuestas por una sociedad entre sellos discográficos y medios de comunicación, monopolizando la narrativa de las figuras y qué debía escucharse. Hoy, con playlists a la medida de gustos cincelados con algoritmos en un feedback personalizado -una era de placeres privados antes que colectivos-, un fenómeno así resulta imposible. La partida de Leo Dan es un nuevo adiós a una especie en extinción.

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