La Batalla de Yungay: cuando el roto chileno venció a la Confederación Perú-Boliviana
El 20 de enero de 1839, el general Manuel Bulnes -al mando del ejército restaurador del Perú- enfrentó en Yungay a las fuerzas de la Confederación Perú-Boliviana. Su triunfo fue categórico, y originó una serie de conmemoraciones en Chile, que incluyen una estatua y un himno.
Le dijeron que era una locura, que lo pensara mejor, pero curtido en años de cuartel en la frontera mapuche y en la Guerra a muerte, el general Manuel Bulnes se había acostumbrado a ser un oficial con iniciativa. Hacia los primeros días de enero de 1839, Bulnes se encontraba al mando del Ejército Restaurador, con tropas chilenas y peruanas, cuyo objetivo era el fin de la Confederación Perú - Boliviana, liderada por el carismático caudillo boliviano Andrés de Santa Cruz.
El Ejército restaurador, decíamos, tenía parte de oficialidad peruana comandada por el general Agustín Gamarra, un acérrimo enemigo de Santa Cruz. Se unieron al ejército chileno en el marco de la Segunda expedición restauradora, enviada a combatir a Andrés de Santa Cruz. Tras haber ocupado Lima, la expedición decidió abandonar la capital peruana -donde las tropas estaban siendo diezmadas por enfermedades- y combatir a Santa Cruz en el norte peruano. Así, marcharon hacia las localidades de Huaraz, San Miguel y luego a Yungay.
Fue en un consejo de guerra donde Bulnes decidió ir a enfrentar directo a Santa Cruz donde se encontraba, en la zona de Yungay, al norte del Perú, hoy capital del distrito y de la provincia homónimos ubicados en el departamento de Áncash, por entonces, parte del estado Nor-Peruano. En ese consejo, los oficiales peruanos le hicieron ver a Bulnes su desacuerdo con la medida. “Los principales personajes del ejército estaban en desacuerdo respecto de la resolución que fuera necesario adoptar. Gamarra y demás generales peruanos, creían preferible continuar la retirada hacia la provincia de la Libertad, donde suponían equivocadamente que existían los recursos necesarios para la subsistencia de la tropa y parecíales una obra temeraria, asaltar a Santa-Cruz en las fuertes posiciones que había adoptado en los alrededores de Yungay”, comenta el historiador Gonzalo Bulnes en su libro Historia de la Campaña del Perú en 1838.
Sin embargo, decidido a derrotar a Santa Cruz, Bulnes ordenó los aprestos de la batalla, que pensaba sería decisiva. Los restauradores contaban con menos hombres -5.302- que los confederados -6.100- además de que estos se habían parapetado en el cerro Pan de Azúcar. Parecía inexpugnable, pero a Bulnes no le importó y mandó a las compañías de cazadores de los batallones Carampangue, Santiago y Valparaíso, más la sexta compañía del batallón Cazadores del Perú, a que procedieran al asalto de dicho cerro. La batalla comenzaba, era el 20 de enero de 1839.
“El ascenso de sus laderas fue muy dificultoso y los soldados llegaron muy diezmados hasta su cima -señala el historiador Eduardo Arriagada Aljaro en el sitio de la Academia de Historia Militar-sin embargo, una vez arriba, aquellos asaltaron las trincheras y aniquilaron las cinco compañías que estaban apostadas en ellas”.
Con la cima tomada, Bulnes ordenó el ataque principal, y lo dispuso de tal forma de que copara todos los flancos de Santa Cruz, envolviéndolo. “(Bulnes) ordenó que los batallones Colchagua y Valdivia atacaran la derecha del enemigo, mientras que el Portales debía dirigirse hacia el centro de las trincheras en las que aquél se defendía; a continuación entraron en acción el batallón Cazadores del Perú y la mitad del Huaylas. Como reserva quedaron la caballería chilena y el batallón Santiago; por su parte, la artillería chilena fue convenientemente ubicada y dirigida por su comandante, Marcos Maturana. También Bulnes optó por flanquear la izquierda de las tropas protectorales y hacia allí dirigió los batallones Carampangue, Santiago y la otra mitad del Huaylas. Pronto el fuego se hizo general en toda la línea de combate”, señala Arriagada.
Tras seis horas de batalla, el triunfo de los restauradores fue total. “Los enemigos, atacados por todas partes, no pensaron resistir, sino que evitando como podían los golpes mortíferos que recibieron por doquier, corrieron a refugiarse en sus trincheras -señala Gonzalo Bulnes-. Viendo el general Gamarra que el ejército enemigo se retiraba en confusión, lanzó al aire su sombrero de dos puntas gritando, en medio de su escolta, ‘¡Viva el gran Mariscal de Ancach!’ titulo con que fue conocido, desde ese dia, el general Bulnes en el escalafón del Perú”.
Tras la batalla, Santa Cruz vio que su proyecto de nación tripartita se desarmó. Era el fin de la Confederación Perú-Boliviana, y Agustín Gamarra asumió como Presidente del Perú.
En Chile, la batalla pasó al ideario colectivo como el Día del roto chileno, en honor a quienes combatieron ese día, principalmente gente del pueblo. Tanto fue así que por Decreto del presidente José Joaquín Prieto se creó el 5 de abril de 1839 el Barrio Yungay en Santiago, justamente en conmemoración del hecho. Eso sí, tendrían que pasar 43 años para que el roto tuviese una estatua. En 1882 se inauguró en la Plaza Yungay el famoso Monumento al Roto Chileno, obra del escultor nacional Virginio Arias, el mismo de la estatua del general Baquedano que estuviese en la plaza del mismo nombre.
El entusiasmo de la batalla fue tal que en abril de 1839 se compuso el Himno de Yungay, con música de José Zapiola Cortés y letra de Ramón Rengifo Cárdenas. Hasta entrado el siglo XX, la canción se seguía cantando. Esa que los chilenos mayores recuerdan por sus primeras frases: “Cantemos la gloria del triunfo marcial / que el pueblo chileno obtuvo en Yungay”.
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