El debut tardío (pero imperdible) de La Tumba de las Luciérnagas, una de las cintas más desgarradoras de Ghibli
El largometraje de Isao Takahata, que hasta ahora no había tenido un estreno comercial en nuestro país, estará disponible en salas a partir de este jueves 23. Ambientado en Japón hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, sigue la historia de sobrevivencia de dos hermanos que quedan huérfanos. La crítica lo ha encumbrado como uno de los grandes filmes bélicos de todos los tiempos.
“Como es una película animada y de origen japonés, La tumba de las luciérnagas ha sido poco vista”, indicó el crítico de cine Roger Ebert en el año 2000, cuando la cinta de Isao Takahata y Studio Ghibli se lanzó en Estados Unidos en formato DVD (incluyendo la opción de subtítulos o doblaje en inglés). Según su punto de vista, no había dudas: el largometraje estrenado en Japón en 1988 “pertenece a cualquier lista de los mejores filmes de guerra jamás realizados”.
Luego, 19 años más tarde, cuando por fin debutó en los cines de Norteamérica, el crítico Glenn Kenny fue igual de categórico en su análisis. “Sigue siendo una de las películas animadas más sorprendentes y conmovedoras de la historia”, opinó en las páginas de The New York Times.
A partir de este jueves 23, tras mantenerse inédita del circuito comercial de nuestro país durante 37 años, la obra de Takahata estará disponible en cines chilenos (en copias subtituladas y dobladas). Según detalla su distribuidor local, es parte de un desembarco más amplio en Latinoamérica que contempla México, donde llegará el próximo 6 de febrero. Y que aprovecha el profundo impacto que causó El niño y la garza (2023), la genialidad más reciente de Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, que hace un año triunfó en los Oscar, Bafta y Globos de Oro.
La tumba de las luciérnagas semeja un golpe directo al mentón. Ambientada en un devastado Japón cerca del epílogo de la Segunda Guerra Mundial, sigue a dos hermanos, un adolescente de 14 años llamado Seita y una niña de cuatro llamada Setsuko. Ambos pierden a su madre después de que resulta gravemente herida durante los bombardeos a Kobe. Ante la ausencia de su papá, un oficial de la Armada del que no reciben noticias desde hace tiempo, no les queda más remedio que vivir junto a una familiar que al poco tiempo los ahuyenta.
A diferencia de otros trabajos del estudio, los elementos fantásticos juegan un rol secundario. Las bombas caen sobre la ciudad, los hospitales no dan abasto, los cuerpos se apilan en las calles, la comida escasea y la indiferencia prevalece por sobre la empatía y la generosidad. No hay un mundo paralelo en el que perderse en una aventura. Tampoco una criatura que les brinde protección.
En ese sentido, Isao Takahata es fiel a la historia en que se inspira, una novela corta que Akiyuki Nosaka publicó en 1967 a partir de sus experiencias como sobreviviente de los bombardeos estadounidenses sobre la ciudad de Kobe (tras lo cual se convirtió en un huérfano vagabundo). Si Nosaka fue una de las figuras más prominentes de la literatura japonesa de posguerra, la cinta de Takahata se consolidó como una de las grandes películas bélicas de todos los tiempos.
Sin nunca perder la brisa de fatalismo con la que comienza (parte con la siguiente inscripción: “21 de septiembre de 1945. Esa fue la noche que morí”), el largometraje se detiene en pequeños momentos de luz. Seita y Setsuko se divierten comiendo dulces, montan su propia casa en una cueva junto al río y disfrutan jugando con las luciérnagas cuando cae la noche. Incluso en momentos sombríos, donde cada quien se rasca con sus propias uñas, el director y guionista se permite explorar la ternura, la inocencia y el amor. Esos apuntes le aportan matices al relato, pero también provocan que los momentos más dramáticos duelan más.
La tumba de las luciérnagas se estrenó el mismo año que Mi vecino Totoro (de hecho, en Japón ambas se exhibieron en función doble). Mientras el filme de Miyazaki gozó de una circulación importante –y su protagonista se transformó en la imagen más visible de la firma de animación–, la historia de Seita y Setsuko se demoró más tiempo en ser reconocida como lo que es: una de las mayores joyas de la compañía.
Por cierto, no será la última película del catálogo de Ghibli que aterrice en la pantalla grande local. Tras los cerca de 100 mil espectadores que reunió el Studio Ghibli Fest (donde se proyectaron Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro, El castillo ambulante y Ponyo y el secreto de la sirenita) y los 280 mil asistentes que atrajo El niño y la garza, ha quedado refrendado el poder de convocatoria de un estudio que, sin importar el paso del tiempo, sigue acrecentando su influencia.
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