Arturo Fontaine: “Donde estaba, Teresa Wilms Montt causaba efectos. Estar con ella tenía consecuencias”
El escritor nacional publica su novela Y entonces Teresa (Catalonia), donde ficciona la vida de la célebre poeta Teresa Wilms Montt, a partir de recuerdos familiares y otros materiales. En charla con Culto, Fontaine habla del libro y del panorama literario actual.
Cuando era joven, Arturo Fontaine sostenía conversaciones con su abuela, Valentina, cuando ya estaba viuda y de muy avanzada edad. La mujer había sido testigo de primera mano de la historia de la poeta Teresa Wilms Montt, una de las escritoras relevantes de las primeras décadas del siglo XX. Resulta que había sido amiga de Wilms, además, era prima hermana de Gustavo Balmaceda Valdés, marido de Teresa, y como si fuera poco, también había conocido a Vicente “Vicho” Balmaceda Zañartu -primo de Gustavo-. Ese material nunca se le fue de la cabeza a Fontaine. Es que ese triángulo de amor bizarro protagonizó una historia antológica en el Chile del centenario.
“Mi abuela había estado ‘saliendo’ (hoy diríamos ‘pololeando’) con Vicho antes de que él se enamorara de Teresa -señala Fontaine a Culto-. Vicho dejó una huella en su vida. Años después, mientras yo estudiaba en Columbia University, un amigo —amigo a su vez de Jorge Cuevas— me contó lo que había sabido de Teresa Wilms por él, tanto en Santiago como en París. Leyendo las crónicas de Edwards Bello sobre Vicho, me encontré con que su modo de ser, calzaba con el tipo que me describía mi abuela. Conversé con la periodista Olga Balmaceda, hermana de Gustavo. Cuando reventó el escándalo, Teresa se fue a alojar a la pieza de Olga y fue su confidente”.
Así, en base a toda esa historia oral, a sus 72 años Fontaine decidió novelar la vida de la poeta. Y entonces Teresa (Catalonia) se llama la novela, que se encuentra ad portas de su segunda edición. En sus páginas, cuenta cómo Wilms Montt pasó de ser una mujer casada y con hijos a involucrarse sentimentalmente con “Vicho” Balmaceda, y tras ser descubierta, encerrada en un convento del que escapó gracias a Vicente Huidobro. Luego, huyó a Buenos Aires y después a Europa, donde terminó suicidándose a los 28 años.
“Empecé a sentir que yo tenía que escribir una ficción a partir de lo que había oído de testigos directos de esta historia. La voz de mi vieja abuela, que al contar se volvía una joven, me acompañó todo el tiempo de escritura. Este libro es una averiguación, con los ojos de la ficción, acerca de ese amor que escandalizó tanto, fue castigado y marcó para siempre el destino de ambos. Vuelven a nosotros las vicisitudes de su amor arrebatador. Un amor que la hizo a ella ‘capaz’, como escribió Vicente Huidobro, ‘llegado el caso, de defender su corazón hasta la muerte’”.
¿Qué le atrajo de la figura de Teresa Wilms para dedicarle una novela?
Su personalidad. Donde estaba, Teresa Wilms causaba efectos. Por su inteligencia, sus dotes artísticas, su carisma, su imaginación. Su belleza inaudita. Estar con ella tenía consecuencias.
¿Cómo fue el proceso de documentación acerca de la vida de Teresa Wilms?
Leí todo lo que pillé sobre estos personajes. Y pasé muchas horas en la Biblioteca Nacional leyendo diarios de Iquique. Porque la novela nos lleva a Iquique de tiempos del salitre, donde vivieron Teresa y Gustavo. Ahí aparece un círculo de artistas bohemios que frecuenta Teresa, cierto feminismo y política de la época. Asoman las tensiones sociales —surgen las mancomunales de obreros, el anarquismo, la corrupción, en fin— y se desata la Primera Guerra Mundial. Arturo Alessandri gana la elección senatorial con todo en contra. Incluso hay un crimen político. Ha surgido “el León de Tarapacá”. Es un momento en el que conviven en conflicto tendencias modernizadoras y una sociedad tradicional. En especial, para las mujeres hay desafíos enormes.
¿La considera una novela histórica?
No es una novela histórica, es una bio-ficción. Esta novela es como un embudo. El comienzo es abierto y pasan muchas cosas, hay mundo, personajes, una época, pero luego todo se va cerrando para concentrarse en la pasión de Teresa y Vicho que lo invade todo. Ambos eran espíritus libres. Para comprender a los personajes era indispensable situarlos. La historia transcurre en un tiempo que se fue. La mirada tiene cierto humor suave. Y hay distintas concepciones del amor en el libro. Joaquín, por ejemplo, cree que el amor es una mera proyección subjetiva sin base en la realidad, una ilusión. Es un escéptico. Vicho, en cambio, quiere vivir, tener hijos y envejecer con Teresa. Ella, a ratos, quisiera proteger su amor de los mordiscones del tiempo y la cotidianidad. Es un tema de ayer, de hoy, de siempre. Porque la pregunta que recorre la novela entera es ¿cómo vivir el amor?
Esta novela combina elementos de ficción con hechos históricos. ¿Cómo fue el proceso de equilibrar estos dos aspectos? ¿Se sintió limitado por la documentación existente o le permitió mayor libertad creativa?
No alteré los hechos conocidos. Fueron mi punto de partida. Por ejemplo, sabía que el primer beso de Teresa y Vicho fue en el Cementerio de Iquique. Era el dato. Mi labor como novelista consistió en justificar esa ida al cementerio e imaginar qué ocurrió ahí. Su amor nace en contacto con la muerte. ¿Cómo? Había que inventar la situación. Dice Novalis: “las novelas surgen de las limitaciones de la historia.”
¿Qué diría que fue lo más complejo de la escritura de esta novela?
Que la polifonía de voces narrativas fluyera con naturalidad, casi sin notarse. Y esa pluralidad de puntos de vista era necesaria. Había que mostrar la exaltación erótica de Teresa desde adentro. Pero también desde adentro, el dolor y la humillación del marido engañado. Y así.
En parte, esta novela imita el estilo de las novelas de las primeras décadas del siglo XX. Por la estructura y la forma del relato. ¿Fue una decisión consciente?
Aguda tu observación. Me gustaría decirte que sí. Pero las técnicas que uso fueron surgiendo de la trama misma. De repente, sentía que un suceso se mostraba mejor en un estilo libre indirecto o un monólogo interior, una tercera persona, un diálogo, en fin…. Fue un proceso de ensayo, prueba y error. Ahora, tú sabes, una novela es una partitura a la espera del músico — del lector— que pueda darle vida.
Y entonces Teresa aborda temas como la libertad femenina, las convenciones sociales y el peso de la tradición. ¿Cómo cree que estos temas resuenan con el lector contemporáneo?
Los tiempos han cambiado. Pero la historia de Teresa inspiró y sigue inspirando al feminismo. Fue castigada como mujer y como escritora. El adulterio de una mujer con hijos ya era gravísimo. Pero ella le escribía cada día una carta a Vicho. Eran cartas “lascivas”, como dice Sara en la novela. Que una mujer volcara por escrito sus sensaciones más íntimas causó horror.
La figura de Teresa Wilms es compleja y contradictoria. ¿Qué aspectos de su personalidad le resultaron más interesantes?
Su pasión avasalladora. Y, luego, su suicidio a los 28 años. Ese tipo de amor total, carnal y místico, ¿podemos imaginarlo todavía hoy? ¿Sentimos alguna añoranza por esa forma de querer en la que, quizás, ya no creemos? No pienso que sea una manera de vivir el amor que haya inventado el romanticismo. Tampoco los trovadores. Uno la encuentra en Safo, siete siglos antes de Cristo; en el Cantar de los Cantares; en fin, en la poesía sánscrita de la antigua India. Pero ¿que nos dice hoy a nosotros un amor así?
¿Cree que Teresa Wilms fue incomprendida por la sociedad de su tiempo?
Sin duda. Fue incomprendida y tratada con crueldad. La asimetría entre hombres y mujeres era algo espantoso. Y todavía está lejos de corregirse.
En otro aspecto, usted pasó por el taller literario de José Donoso, ¿cómo lo marcó esa experiencia a usted?
Donoso fue un gran maestro y un gran amigo. Su pasión por la novela — por novelas muy distintas— era contagiosa. Su taller y, antes, el de Manuel Puig, fueron mi escuela.
¿Ha pensado usted mismo realizar talleres literarios como Donoso?
Hay escritores jóvenes que de repente me contactan para eso. Quizá más adelante.
Usted acaba de publicar esta novela, y otros escritores de su misma generación también han publicado. Gonzalo Contreras, Jaime Collyer y se reeditó a Carlos Cerda. ¿Cree que hay un revival de la Nueva Narrativa Chilena?
A lo mejor. Agregaría las nuevas novelas de Alberto Fuguet, de Ana María del Río, y la reedición de los cuentos de Óscar Bustamente. Todo esto en el último año. Los autores de la nueva narrativa de los 90′ publicamos en los mismos años, pero teníamos edades diferentes y estéticas muy diferentes. Con todo, nos apartábamos del realismo mágico y de la literatura concebida como lenguaje sobre el lenguaje. Se recuperaba, así, el valor del personaje y de la trama, lo que abrió un camino por el cual han transitado, cada cual a su manera, muchos escritores posteriores. Pero ese fue un momento especial.
¿Cómo ve el panorama actual de la literatura chilena?
En ebullición. Hablando de narradores —y dejando de lado a los que fueron vinculados a la nueva narrativa como Carlos Franz, Pablo Azócar, Carlos Iturra y los demás ya mencionados— se me me vienen a la mente Alejandro Zambra, Alejandra Costamagna, Rafael Gumucio, Benjamín Labatut, Carla Guelfenbein, Mauricio Electorat, Álvaro Bisama, Lina Meruane, Diego Zúñiga, Pablo Simonetti, Andrea Jeftanovic, Paulina Flores, María José Viera Gallo, Alia Trabucco, Juan Carreño. La literatura, como sugirió Henry James, es una casa con muchísimas ventanas. Algunas son mucho más pequeñas que otras, claro. Diría que cada una permite ver un ángulo del jardín que de otro modo no llegaríamos a ver nunca.
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