Abtao, la olvidada batalla en que Arturo Prat y Miguel Grau combatieron juntos por la misma bandera

PRAT Y GRAU
Abtao, la olvidada batalla en que Arturo Prat y Miguel Grau combatieron juntos por la misma bandera

En febrero de 1866, en plena guerra entre Chile y Perú contra España, la escuadra combinada de los dos países sudamericanos se refugió en Abtao, entre los canales chilotes. Hasta allí llegaron dos buques españoles, generándose un intercambio de disparos en que participaron marinos que años después harían historia. Acá las claves de un episodio poco conocido pero que marcó la parte final de aquel conflicto.


La idea era resistir. Apostar a la escuadra combinada chileno-peruana en un fondeadero seguro y que ofreciera ventajas ante cualquier incursión de la armada española, a la espera de la llegada de los dos flamantes blindados adquiridos por el Perú, el Huáscar y la Independencia, y con estos, equilibrar el poderío naval español en el Pacífico sur.

En diciembre de 1865, Chile y Perú habían suscrito un tratado de alianza ofensiva y defensiva. Todo surgió a raíz de la ocupación española de las peruanas islas Chincha, lo que inició un período de tensión, que derivó finalmente en la declaración de guerra en septiembre de ese año. La armada española, al mando de José Manuel Pareja, había decidido bloquear los puertos chilenos en represalia por la negativa local para abastecer de carbón y suministros a sus barcos.

Y aunque en el papel, España contaba con una amplia superioridad en su fuerza naval en el Pacífico sur, la sorpresa fue mayúscula cuando la corbeta chilena Esmeralda, al mando de Juan Williams Rebolledo, capturó a la goleta española Covadonga en las aguas de Papudo. Corría noviembre de 1865, y la alianza chileno-peruana se anotaba una inesperada victoria. El almirante Pareja, herido en su orgullo, se suicidó.

COMBATE NAVAL PAPUDO
Combate naval de Papudo, óleo de Thomas Somerscales.

Williams Rebolledo organizó la escasa fuerza naval a su mando en un fondeadero al sur, en los canales chilotes, para esperar allí a los refuerzos. Así, eligió el canal junto a la isla de Abtao, a 28 millas de Ancud. Hasta ahí navegaron la Esmeralda, la recién incorporada goleta Covadonga y el vapor Maipú.

La decisión del comandante también se explica por el mal estado de los buques. “La situación de la “Esmeralda” era tal que no podía aguantarse un momento de firme por temor de que se fuera a pique, a consecuencia de la gran cantidad de agua que hacia. Era menester manejar las bombas de la maquina incesantemente”, detallaba el crudo informe presentado al Congreso nacional por el ministro de Marina, José Manuel Pinto, fechado en septiembre de 1866 y disponible en los archivos digitales de la Biblioteca Nacional.

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También viajó al sur el vapor Lautaro, que había sido donado por el Perú a Chile para reforzar su exigua armada, pero este se averió sin remedio al explotar una de sus calderas, por lo que finalmente no prestó servicios.

Mientras, el gobierno peruano, liderado por el presidente Mariano Ignacio Prado, decidió enviar su escuadra para sumarse a la unidades chilenas. Así, zaparon las fragatas Amazonas y Apurímac, a las que luego se unirían las corbetas Unión y América. La primera, eso sí, también se malogró. “No alcanzó a llegar al apostadero de Abtao a incorporarse a nuestra División, por haber naufragado en un bajo de piedra en la punta de Quilque, de la Isla de Abtao”, detalló el informe de Pinto.

Pero igualmente logró aprovecharse algo de su material de guerra. “Pudo salvarse del buque la artilleria i municiones i aprovecharse en las baterias de Ancud para la defensa comun del puerto i de la Escuadra (sic)”, dice el informe de Pinto.

El combate de Abtao que reunió a Arturo Prat y Miguel Grau

Por su lado, Casto Méndez Núñez, el nuevo comandante de la flota española en reemplazo de Pareja, ordenó a sus fuerzas salir al encuentro de la flota aliada. Aunque contaba con la fragata blindada Numancia, envió a las fragatas Blanca y Villa de Madrid, las que zarparon de Valparaíso, hacia la quincena de enero de 1866, primero hacia el archipiélago Juan Fernández y luego a Chiloé, donde arribaron en los primeros días de febrero. En la mañana del día 7 del mismo mes, los españoles notaron los restos del naufragio de la Amazonas, señal inequívoca de hallarse cerca del enemigo.

Y así ocurrió. Los puestos de vigilancia establecidos en los buques y en los cerros de la isla Abtao alertaron los humos que de inmediato identificaron como los navíos de la división española, la que estaba al mando de Claudio Alvargonzález. Como Williams Rebolledo había zarpado hacia Ancud en busca de carbón para su escuadra y no alcanzaba a volver sin ponerse en riesgo de ataque, al mando del dispositivo de defensa en la isla había quedado el capitán de navío peruano Manuel Villar, quien de inmediato dictó órdenes de formar una fuerte línea de defensa y cerrar el acceso al canal.

ABTAO
Combate de Abtao

“Tuve conocimiento a las 10 h. (a. m.), que se encontraban en los canales vecinos dos buques a vapor, que según toda probabilidad pertenecían a la escuadra española. Inmediatamente dicté las órdenes convenientes a fin de que se formase una línea de combate cerrada, sobre anclas i espias (sic), de modo que dominase las dos bocas formadas por la punta norte de la isla de Abtao con el continente, únicos lugares por donde se puede penetrar a este apostadero”, detalla Villar en su parte oficial.

La columna combinada de la escuadra chileno-peruana cerraba el acceso al canal entre el continente y la isla. Los fuegos se rompieron en la tarde. “A las 3 h. 30 m. desembocó por el indicado canal la fragata española Blanca, seguida de cerca por la Villa de Madrid i estando a distancia de mil quinientos metros próximamente de nuestra línea rompió la fragata de mi mando (NdR: la Apurímac) sus fuegos sobre ellas acompañándola los demás buques; fuegos que fueron contestados de un modo vivísimo por el enemigo”, detalla el parte del comandante Villar.

Así comenzó un cañoneo entre las dos naves españolas y la escuadra aliada en formación. “El intercambio de fuegos tuvo lugar entre 1.500 y 2.500 metros de distancia, disparándose unos 1.500 tiros de muy diverso calibre. Tanto las naves españolas como las aliadas sufrieron diversas averías, algunas de ellas en el casco”, detalla el artículo El combate y los combatientes en Abtao, del capitán de fragata y doctor en Historia, Jorge Ortíz Sotelo.

Las dos fuerzas se empeñaron en un cañoneo mutuo por unas dos horas, sin mayores resultados. Con la tarde avanzada, y el atardecer comenzando a caer sobre el horizonte, los buques españoles comenzaron la retirada, manteniendo los fuegos. “Poco tiempo después salieron de la ensenada las dos fragatas, retirándose lentamente del lugar del combate, sin dejar de presentar sus costados, que durante el trayecto visible no cesaron sus fuegos sobre nuestra linea, los que rigorosamente contestados los hicieron alejarse basta ponerse a cubierto de nuestros tiros detrás de la punta N. de la isla de Abtao, que es la más elevada. El enemigo continuó su retirada hasta perderse de vista; entonces cesó el combate, que había durado sin interrumpirse dos horas, en las que se hicieron de uno i otro lado mil quinientos tiros más o menos”, detallaba el parte de Villar.

¿Hubo muertos? “Los únicos fallecidos fueron los marineros Demetrio Teodoro y José Naranjo, sirvientes de uno de los cañones de la Unión. Por otro lado, en la Blanca hubo dos heridos, y en la Villa de Madrid otros diez”, detalla Ortíz Sotelo.

COMBATE DE ABTAO
Combate de Abtao, vista de las fragatas Blanca y Villa de Madrid Obra de Federico Castellón Martinez.

Según el informe de Méndez Núñez despachado a España, las dos naves se quedaron en los alrededores hasta el amanecer del día 8 “esperando a los enemigos hasta las nueve de la mañana por si se atrevían a salir de su casi inaccesible madriguera”. Con todo, el jefe español consideraba que “el honor de nuestras armas ha quedado brillantemente puesto” y que habían logrado provocar en los navíos enemigos “evidentemente mucho daño, en términos de que parece probable la inutilización por mucho tiempo de algunos de ellos”.

Pero en su mismo informe, Méndez Núñez parece revelar la verdadera razón por la que los barcos españoles no se aventuraron a acercarse mucho más al canal defendido por los aliados; no encontraron un lugar seguro para fondear sin quedar expuestos, porque no contaban con mapas y cartas náuticas precisas del intrincado archipiélago de Chiloé. “No tenemos prácticos, ni más guía que la carta inglesa última y que esta no estará muy exacta no siendo paraje de comercio ni frecuentado, y si de un carácter peculiar por su mucho fondo, salpicado de bajos y escollos innumerables no indicados muchos en la carta”.

Con todo, el combate de Abtao permitió la acción de oficiales que luego se volverán a ver las caras en la Guerra del Pacífico. Así destacó el capitán de fragata Miguel Grau Seminario, quien con 32 años estaba al mando de la corbeta Unión. Mientras, en la Apurímac, combatió el entonces teniente primero Guillermo More. Ambos, al mando del Huáscar y la Independencia respectivamente, serían protagonistas de los combates de Iquique y Punta Gruesa en aquel 21 de mayo de 1879.

Por el lado chileno, combatió en Abtao el futuro héroe de Iquique, y por entonces teniente segundo Arturo Prat Chacón, de 18 años, quien sirvió en la goleta Covadonga. Junto a él, ese día sirvieron otros marinos que tendrían participación años después en el conflicto con Perú y Bolivia, como Carlos Condell (con el rango de teniente 2do en la Covadonga), Juan José Latorre, y el futuro presidente Jorge Montt Álvarez. Algunos como Condell y Manuel Thomson, quien morirá pulverizado en Arica, incluso recibieron posteriores condecoraciones del gobierno peruano.

Tras la acción de Abtao, la escuadra aliada chileno-peruana se refugió en el estero de Huito, al que arribó Mendez Núñez con la fragata blindada Numancia, pero lo difícil del terreno, sumado a la escasez de conocimiento del mismo, lo decidieron a no arriesgarse. Navegó entonces de regreso. “Siguiendo instrucciones de su Gobierno, bombardeó un indefenso Valparaíso y luego intentó hacer lo mismo con el Callao -apunta Ortíz Sotelo-. Rechazado en este último puerto, la escuadra española se retiró de nuestras aguas con diversas averías”.

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