Los mundos de Jamie Muir, el ex percusionista de King Crimson que dejó la banda por el budismo
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Un hombre que tomaba decisiones drásticas y que no dudaba en dejar todo atrás para seguir sus deseos. Ese fue Jamie Muir, el integrante que dejó una huella creativa en el sonido de King Crimson y que murió ayer a los 82 años.
Jamie Muir nació en 1942 y se crio en Edimburgo. Sus primeros acercamientos a la música los hizo cuando tomó clases de piano, pero su paso por el instrumento fue fugaz. Luego experimentó con la trompa, pero pasado un tiempo la dejó porque consideraba que era un instrumento limitado -y aburrido-.
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En los años 60 interesó por el jazz, y comenzó a tocar el trombón, otro instrumento de viento, mientras en paralelo tocaba el contrabajo; pero un día se cayó y rodó cinco pisos por la escalera y lo dejó.
Más adelante, fue a la escuela de arte, se integró a una banda de música tradicional que con el pasar del tiempo fue mutando a música moderna. Pero no se sentía cómodo, “no pude soportarlo más”, dijo en una entrevista que concedió al periodista Mark Bergen en 1996.
Muir siempre se interesó por la improvisación y la incertidumbre que envuelve la práctica y fue por ello que su carrera musical dio otro vuelco. “Tocar en tonos con cinco sostenidos y demás me parecía masoquismo intelectual, que se interponía en el proceso creativo”, dijo en la misma entrevista.
Así que dejó el trombón y el contrabajo e ingresó al mundo la batería. Practicaba mucho, escuchaba música y ponía atención a grabaciones de bateristas de jazz estadounidenses como Tony Williams y Kenny Clarke. Volvió a ser incluido en el grupo donde tocaba antes, pero esta vez en el nuevo instrumento. Igual, rápidamente se desencantó, porque el líder de la banda no iba a su ritmo. “Decidí que la música estaba muerta y dejé de tocarla”.
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En el verano de 1972 Robert Fripp, el guitarrista y gran jefe de King Crimson, lo llamó por teléfono. El motivo era proponerle ser parte de la banda. Muir aceptó, y así fue como se integró a las percusiones.
“Fripp era abierto y creía mucho en juntar elementos dispares, una mezcla para producir música interesante, aunque esto fuera difícil de mantener unido”, dijo Muir.
Larks' Tongues in Aspic (1973) fue el disco de la banda donde participó. En este álbum hubo un evidente cambio de sonido en la banda respecto a los álbumes anteriores, lo que en parte fue por las exóticas percusiones de Muir.
El músico a veces tocaba la batería y en otras ocasiones incluía una amplia variedad de instrumentos de percusión como campanas, kalimbas, sierras y sonajeros.
“No me divertí mucho en las giras con King Crimson. Tenía mucho equipo y, cuando me dedicaba a la música improvisada, lo montaba yo mismo, tocaba en el concierto y lo volvía a guardar. Con King Crimson, el roadie de la batería empezaba a quejarse amargamente y a enfadarse por los problemas de montaje y desmontaje”, comentó Muir en la entrevista.
En 1972 se interesó por el budismo y dejó todo atrás, incluso la banda. “No me sentía muy feliz de decepcionar a la gente, pero era algo que tenía que hacer o de lo contrario habría sido una fuente de profundo arrepentimiento para el resto de mi vida. Hice mucha meditación, que es más activa de lo que algunas personas parecen pensar, y pasé mucho tiempo en retiros”
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Si bien su paso por el grupo fue breve, Muir dejó huellas en King Crimson. “Aprendimos muchísimo de Jamie. Verdaderamente, él era al principio el catalizador del grupo y abría nuevas áreas para que las explorara Bill”, dijo Bill Bruford -el baterista que tomó el lugar de la batería luego de que Muir abandonara la banda- en el libro From King Crimson To Guitar Craft de Eric Tamm.
En 1980 tuvo un pequeño nuevo acercamiento a la música, tras salir del retiro del budismo. Fue el guitarrista Derek Bailey el que lo arrastró a la música improvisada en grupo.
Muir no quería involucrarse de nuevo en el mismo ambiente, pero se encontraba pasando por un difícil momento y quería rodearse de viejos amigos del pasado. Pero según relata en la entrevista, todo fue desagradable. “La música improvisada parecía haber perdido su vitalidad y muchos músicos parecían estar utilizándola para sus carreras y para posar. Creo que la música improvisada en grupo es una de las grandes formas de música del siglo XX porque es muy radical. Debería escucharse en vivo y no de una manera intelectual. Hay mucha otra música que es bastante absurdamente intelectual".
Allí se retiró de la música definitivamente y se deshizo de casi todos sus equipos, que los vendió para irse a Estados Unidos en 1989. De ahí en adelante se dedicó a las artes visuales y a pintar, hasta ayer, que falleció a los 82 años.
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