Por qué John Kennedy tenía un coco en su escritorio en la Casa Blanca
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Años antes de ganar la presidencia de los Estados Unidos, Kennedy pasó por un momento crítico durante sus años sirviendo en la marina en la Segunda Guerra Mundial. Y fue gracias a un coco que logró vivir para contarlo.
Era la pregunta se repetían cada una de las personas que pasaban por el despacho de John F. Kennedy en el salón Oval de la Casa Blanca ¿por qué el presidente tenía un coco en su escritorio?
No lo sabían, pero lo cierto es que ese coco salvó la vida de Kennedy a los 26 años.
En 1941 el joven Kennedy se alistó como alférez en la reserva de la marina de los Estados Unidos. Primero lo había intentado en el Ejército, pero había sido rechazado por sus problemas de columna. Volvió a probar en la marina, donde contó con la ayuda del capitán Alan Kirk, el director de la inteligencia naval, y por supuesto, pesaron las gestiones de su poderoso padre, Joseph P. Kennedy.
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Pero tras la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial fue cambiando de destino de acuerdo a las necesidades del conflicto. En 1942, Kennedy fue asignado a una oficina de campo en Charleston, Carolina del Sur y en 1943, por fin pudo ver acción cuando fue transferido al Escuadrón de Torpederos a Motor en las Islas Salomón, en el frente del Pacífico.
El coco que salvó la vida de John F. Kennedy
La cerrada noche del 1 de agosto de ese año, en el estrecho de Blackett, al sur de Kolombangara, en las Islas Salomón, el entonces teniente Kennedy estaba al mando de la lancha patrullera PT-109. Esta era una de las pequeñas embarcaciones equipadas con torpedos para atacar en embocadas rápidas a los convoys de transportes de la marina japonesa.
De madrugada, Kennedy y su tripulación divisaron una forma extraña emergiendo desde la oscuridad. Pronto quedó claro que se trataba de un destructor japonés que se dirigía hasta ellos. Y el impacto fue inevitable.
“El destructor, identificado posteriormente como Amagiri , chocó contra el PT-109 justo delante del tubo de torpedos de estribor delantero, desgarrando el costado de popa de estribor del barco. El impacto arrojó a Kennedy por la cabina. La mayoría de la tripulación cayó al agua", detalla el documentado sitio web de la JFK Library.
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Kennedy junto a 11 de los sobrevivientes nadaron hasta una islote cercano. El joven oficial incluso remolcó a uno de ellos, que estaba herido, sosteniéndolo desde la correa del chaleco salvavidas entre sus dientes. Agotados, exhaustos y heridos por el incidente, apenas pudieron reponerse cuando tocaron la orilla.
Sin tener referencias, y asustados por la presencia de las naves japonesas en las cercanías, los marineros notaron que debían mantenerse ocultos para sobrevivir. Durante varios días, se alimentaron de cocos y agua de lluvia hasta que finalmente pudieron nadar para encontrar una isla más grande, donde fueron a buscar comida y agua.
En esa isla hallaron los restos de un naufragio japonés en un arrecife. “En la playa vieron una pequeña caja con etiquetas japonesas. Cuando la abrieron, se alegraron al descubrir que contenía dulces japoneses”, detalla la web del JFK Library. Mientras buscaban entre los restos, se toparon con dos isleños remando en una canoa.
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Se trataban de Biuku Gasa y Eroni Kumana, que trabajaban de exploradores para los aliados. Tras conocerse, Kennedy logró encontrarse con ellos al día siguiente y como pudo, les explicó su situación. Necesitaba alertar de que estaba vivo al comando naval, pero no podían usar pistolas ni señales para no alertar a las naves japonesas que navegaban en las cercanías.
Entonces a uno de los isleños se le ocurrió una idea. “Gasa le mostró cómo escribir unas palabras en la cáscara de un coco verde”, detalla el sitio del JFK Library. Así, el 6 de agosto, Kennedy talló en la corteza de un coco: “ISLA NAURO… COMANDANTE… NATIVO CONOCE POS’IT… PUEDE PILOTAR… 11 VIVOS… NECESITO BOTE PEQUEÑO… KENNEDY”. Luego se lo entregó a Gasa.
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Los isleños se marcharon, y a la mañana siguiente, regresaron con una carta del comandante de la Guardia Costera australiana, el teniente Reginald Evans. “La carta informaba a Kennedy de que viajara con los isleños a la isla de Gomu, en el estrecho de Blackett. Los isleños escondieron a Kennedy bajo un montón de hojas de palmera y lo llevaron en bote a reunirse con Evans”, detalla el sitio Military.com. Finalmente, dos días después los marinos estadounidenses fueron rescatados.
Por la acción, y el liderazgo mostrado en una situación límite, Kennedy fue condecorado. La historia llegó hasta el periodista John Hersey, quien la contó a los lectores de The New Yorker. Así, Kennedy se hizo un nombre como héroe de guerra. Fue un punto clave que impulsó su carrera política. Por eso, conservó el coco tallado con el mensaje y lo hizo encapsular en plástico con una base de madera.
Al ganar la presidencia, decidió llevar el coco hasta la oficina de la Casa Blanca como un recuerdo del momento en que lo inició todo. Aunque en privado, solía decir a sus cercanos que no se sentía merecedor de tantos honores. Cuando un reportero le preguntó cómo había logrado ser un héroe de guerra, Kennedy bromeó: “Fue involuntario. Ellos hundieron mi barco”.
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