Alessandro Baricco y su regreso con una novela en clave western
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El destacado escritor italiano publica su novela Abel (Anagrama) un relato donde un sheriff cuenta su vida en primera persona. La gracia es que no es un western típico, sino que desafía las propias normas del género para crear un artefacto literario. Acá desmenuzamos sus claves.
Al sheriff Abel Crow le trae la noticia su hermana, una vidente que puede observar el futuro. Su madre fue acusada de robo y será colgada en Yuba, un pueblo perdido del lejano oeste. La hermana se esfuerza en reunir a todos los demás (un predicador, un rico minero y un cartero algo demente) para salvar a la progenitora. Un poco ajustando cuentas porque ella los abandonó cuando eran unos críos, pero la hija quiere rescatarla y tiene un plan para ello. Un poco dudoso al principio, Abel termina por unirse a la aventura.
Ese es el punto de arranque de la nueva novela del escritor y dramaturgo Alessandro Baricco (67), uno de los autores italianos más relevantes de la actualidad. Autor de las novelas Tierras de cristal (1998, Premio Selezione Campiello y Prix Médicis Étranger), Océano mar (1999, Premio Viareggio), y la notable Seda (1997), ese relato breve ambientado en Japón que se convirtió en su libro más exitoso. En esta oportunidad, el peninsular se embarca en una aventura ambiciosa, pero muy lograda: un western en formato novela. Se llama Abel y la publica la casa editora catalana Anagrama.
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Es una novela que parte lineal, pero que de a poco comienza a sumergirnos en un puzzle. Hay saltos en el tiempo y es el lector quien va reuniendo los pedazos de la vida de Abel Crow. De repente, no sabemos si algo ocurrió antes o después. Así vemos su infancia en una granja, cómo aprende a disparar con un viejo tirador ciego (el Maestro), cómo se pone de novio con una mujer tan esquiva como misteriosa -Hallelujah Wood- quien va y viene de su vida. Lo vemos cómo luce su disparo preferido en sus acciones como sheriff: “el Místico”. Es un tiro doble, cruzado y simultáneo con ambas manos contra dos blancos diferentes. Y le resulta.
La gracia de esta novela es que va más allá de las convenciones normales de un western. No solo hay balazos, violencia, nativos y pueblos en medio del desierto, sino que la noción de frontera -una de las clásicas del género- se ve trastocada y pasa de la naturaleza al interior de los personajes. Es un western reflexivo, una apuesta que se cumple a cabalidad en las páginas. De hecho, el Maestro le enseña el arte del disparo como una verdadera artesanía del pensamiento. “No hay nadie que conozca el miedo como los pistoleros que no tienen miedo”, le dice, entre medio de lecturas que incluyen a Platón y Aristóteles.
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Esa idea de ir más allá de las convenciones del género es la que rescata la crítica de El País, de España. “Para qué un western? ¿Pura pose literaria, desafío de un provocador? ¿Indagación filosófica sobre el valor de la vida y la muerte desde un formato narrativo tan devaluado? Sin que deje de ser pose y desafío, creo que en el propósito del novelista italiano estaba la voluntad de demostrar que es posible hacer literatura desde las ruinas de una modalidad depreciada, y mostrar con ello la capacidad del arte para, por encima de los modelos, entrar en profundidades analíticas sin el empaque tradicional de una agotadora reflexión filosófica o psicológica. Para exhibir, además, una capacidad artística que ilumine los clichés y los tópicos con la aguda capacidad de percepción del creador para el cual los medios sirven para llegar a otros fines”.
“Si la lectura de Abel nos dejara alguna duda de las intenciones de Alessandro Baricco, en los párrafos de introducción esta novela ya todo había quedado dicho: ‘La libertad más absoluta es el privilegio, la condición y el destino de toda escritura literaria’. Y este western es un atrevido ejercicio de albedrío que se agradece, pues con elegancia y astucia Barrico nos remite a nuestros más viejos recuerdos lectores a la vez que nos conduce a un disfrute estético y filosófico que solo se consigue con los recursos del gran arte”.
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Hombre de pocas entrevistas, Baricco ha hablado sobre la novela en contadas ocasiones. Por ejemplo, en la revista Mundo Diners. Ahí explicó por qué decidió indagar en este género: “El wéstern es un instrumento perfecto; es como un tablero de juego. Mis lectores conocen todas las piezas y yo no voy a perder el tiempo explicando cada una. Lo que sí puedo hacer es jugar una partida visionaria que ellos nunca hayan visto. Las piezas de mi libro son el sheriff, los bandidos que roban bancos, los nativos, los indígenas, los salvajes (como los llamamos) que juegan el rol de las piezas clásicas: el peón, el alfil, el caballo".
“Lo bello es el juego que yo hago: en un cierto punto el alfil se devuelve o las casillas se tornan rojas. Eso es metafísica y para el lector es como un fenómeno, una flor que se abre, una estrategia que, por cierto, no inventé yo; está el wéstern de Tarantino o de los hermanos Coen. El punto es que, cuando puedes hacer un buen juego, el resultado es excepcional”.
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Y a renglón seguido agregó: “Esta es una historia que habla mucho del instinto y de la tendencia de los humanos a ser agresivos, a leer la vida como una serie de duelos, a darle enorme importancia al hecho de ganar siempre y a encontrar una forma de euforia en el combate -agrega Baricco en la citada entrevista-. Hay gente que nunca ha tocado un arma pero es mucho más violenta y agresiva que Abel. Cuando él habla con amor sobre el golpe Místico o de las fundas desgastadas de sus armas y dice que son como guantes franceses (que, por cierto, es algo que puede molestar mucho en Estados Unidos a quienes están en el debate contra las armas), en realidad lo que estoy haciendo es explicándote cuánto te gusta salir por la mañana y saber que en la calle, en el trabajo, te vas a encontrar a alguien a quien tienes que enfrentarte en la lucha diaria de la vida”.
Baricco también fue consultado por el hecho de ser dramaturgo y la influencia de esa escritura en su literatura. “No soy un escritor puro ni hago literatura pura. Mis libros son una especie de recolección de otras fuerzas que se conjugan para hacer vibrar al máximo todo lo que cuento. En este sentido Abel es igual al primer libro que escribí treinta años atrás y tiene la misma ambición”.
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