Columna: Myriam Hernández, la nota alta

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Columna: Myriam Hernández, la nota alta

Lo de Myriam Hernández en Viña 2025 no solo fue un espectáculo prácticamente perfecto, sino un recordatorio de que una carrera artística puede seguir siendo relevante por sobre ideologías, modas y tendencias, si detrás hay verdadero talento y temazos memorables.


El viejo medley, que se remonta al siglo XVIII como una manera de agrupar distintas canciones y piezas musicales sobradamente conocidas, es la línea que separa a los grandes artistas de los extraordinarios. Esta noche Myriam Hernández desplegó nueve temas encadenados -todos éxitos- cuando llevaba apenas un cuarto de hora en el escenario. Los rigores del espectáculo televisivo que subordina al Festival de Viña, sometiendo a sus invitados en la Quinta Vergara a adaptar los shows, obligaron a la diva romántica a comprimir el número. Un espectáculo que perfectamente, cuando todos somos generales después de la primera noche, pudo inaugurar esta versión del certamen. Hasta ahora, el regreso de Myriam Hernández después de más de dos décadas, es lo mejor de la actual versión.

Con 57 años, la artista nacional luce notoriamente rejuvenecida y en plenitud de sus capacidades artísticas. Sus gestos marca registrada, el dominio escénico de acento dramático y coqueto, la dinámica musical que no solo engloba canciones románticas sino también piezas bailables, timbraron un número de amplio rango emotivo y alta calidad.

MYRIAM HERNANDEZ
Myriam Hernandez Foto: Dedvi Missene/La Tercera

Desde que abrió fuegos con su primer éxito -El hombre que yo amo (1988)-, la artista nacional sostuvo notas como una inmediata demostración de portento vocal. Con Te pareces tanto a él funcionó de maravillas la pantalla gigante con sus recursos en 3D, desapercibidos en la discreta noche inaugural. Luego se dio la única concesión de la cita con novedades al interpretar Nos lo hemos dicho todo, una de sus últimas composiciones -no hay que olvidar que Hernández también escribe su material-, para luego empalmar con el generoso medley que incluyó hits como Eres, Mío y No te he robado nada, entre varios títulos que hoy asumen una nueva espesura tras su separación matrimonial.

En Leña y fuego la acompañaron los Power Peralta, como un recordatorio de que Myriam siempre tiene variables rítmicas. Los reconocidos bailarines se encargaron de encaminar los premios, que ya sabíamos serían entregados tarde o temprano. Aparecieron los animadores, en una de varias intervenciones que atentaron contra la curva dramática natural del montaje, como si de pronto estuviéramos en un programa de talentos de alto presupuesto con votación del público.

Cuando retornó la música con Se me fue, el simbolismo de lo que ocurría en el escenario fue potentísimo en este contexto de trincheras. El maestro Valentín Trujillo -de conocida militancia comunista por más de medio siglo-, acompañando a la diva que alguna vez cantó para Joaquín Lavín y cuyas simpatías por la derecha son conocidas, como una manera de demostrar que por sobre los credos políticos, existe la comunión entre artistas, sin que las ideologías cobren especial relevancia.

Myriam Hernández y Valentín Trujillo WSP
Myriam Hernández y Valentín Trujillo: historia de un vínculo

Al turno de Quiero saber asomó el único traspié de la noche, con la artista desacompasada en el estribillo mientras trataba de ajustar su retorno. En Peligroso amor volvió a sostener una larga nota arrancando más aplausos del público, que a esas alturas tenía más que claro que la misión de la noche era conseguir que la ídola no solo se llevara las gaviotas de plata y oro, sino también la de platino, reservada para los artistas más significativos que han pasado por el certamen.

Lo de Myriam Hernández no solo fue un espectáculo prácticamente perfecto, sino un recordatorio de que una carrera artística puede seguir siendo relevante por sobre ideologías, modas y tendencias, si detrás hay verdadero talento y temazos memorables.

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