
Ariana Harwicz: “Es mentira que sabemos quiénes somos en situaciones límites”
La destacada escritora argentina publica su novela Perder el juicio (Anagrama), donde relata la historia de una mujer judía que en medio de un proceso por la tuición de sus hijos, decide secuestrarlos y huir a su país natal. En charla con Culto, Harwicz aborda el libro y reflexiona sobre la Inteligencia Artificial.

Un episodio de su propia vida gatilló la idea de una novela en Ariana Harwicz (47). En Francia, país donde reside desde 2007, enfrentó un proceso judicial por la tuición de uno de sus hijos. A partir de ahí comenzó a imaginar la historia de una mujer que pasa por una situación similar, pero llevado todo al borde, como suele suceder en su narrativa.
Así nació Perder el juicio (Anagrama) la quinta novela de la escritora trasandina que ya está disponible en Chile. En sus páginas, leemos la historia de una mujer, Lisa Trejman, quien está en una disputa en tribunales contra su marido por la tuición de sus dos hijos. Se los arrebataron debido a episodios de violencia doméstica generados por ella. Sin ganas de seguir pasando por el eterno trámite del Poder Judicial, Lisa decide tomar el toro por las astas: incendia la casa de sus suegros, donde estaban refugiados los chicos, y se los lleva. Con ellos, huye a su natal Argentina.
“Tuve que escribir la novela entera tres veces -comenta Harwicz a Culto-. Primero quería hacer una novela contada desde el punto de vista de los dos: del hombre y la mujer. Por eso en la portada de Anagrama están los dos besándose de esa manera tan violenta. Quería contar los dos puntos de vista constantes, saltar de un punto de vista al otro y también hacer toda la novela en diálogo. Es decir, que no hubiera prosa, pero no me resultó. Así que usé el punto de vista de ella, la literatura siempre toma caminos insospechados, no es que uno domine completamente lo que quiere que escribir. Cuando uno comienza no sabe lo que va a escribir finalmente”.

¿Qué fue lo más complejo de la escritura de esta novela?
Lo más difícil fue lo que siempre me resulta lo más difícil en todas las novelas, pero particularmente en esta, fue que yo no quería hacer la novela de una víctima. Sin embargo, una madre a la que le sacan los hijos -si esta madre no es asesina o violadora- siempre va a ser una víctima. Yo me identifico con eso, con el dolor de una persona a la que le roban sus hijos, que se los apropian. Pero por otro lado no me parece interesante contar sólo un lado del juicio, es decir, sólo los acusados o los acusadores, quería mostrar realmente la complejidad de un juicio en la que todos salen perdiendo y todos sufren. Entonces lo más difícil era no adoptar únicamente el punto de vista de ella considerándose víctima, también que ella fuera un poco culpable de ese desastre.
Lisa Trejman incendia una casa, se esconde, arranca con sus hijos a su país natal aún a costa de la acción judicial en su contra. ¿Piensas que serías capaz de hacer algo similar si estuvieras en esa misma situación?
Yo me basé en un caso real, por supuesto, que está armado con muchos casos reales. Por eso en el epígrafe de la novela, se la dedico a algunas mujeres y a mí misma. Pero, sobre todo, me basé en un caso real de una argentina que se llama Sofía Troszynski: también se casó, tuvo una hija con un francés, él le quería sacar a su hija, se escapó y hoy en día está clandestina en Argentina. Ese caso me impresionó mucho, porque somos del mismo barrio, de familias similares, pero ella está clandestina. Ese pasaje a la clandestinidad es lo que un abogado te recomienda que no hagas, porque si huyes con un hijo te va a atrapar Interpol, tenés orden de captura internacional. En los aeropuertos, yo miraba las pantallas de la gente buscada y pensaba “bueno ojalá nunca sea yo”. Así que no sé si hubiera sido capaz de hacerlo, pero sí fui capaz de escribirlo.

¿Cuánto de ti hay en Lisa Trejman?
Creo que muchísimo. Como siempre digo, ella es una hipótesis exagerada de mí, quizás yo no paso al acto criminal porque escribo, ¿no? Nunca sabemos quiénes somos, es mentira que sabemos quiénes somos y mucho menos un escritor debería decir que sabe quién es, porque escribir también implica no conocerse. Pero es mentira que sabemos quiénes somos en situaciones límites, creemos que sabemos pero no sabemos. O sea vos estás ahí con esa biblioteca grande haciendo una entrevista para un diario, pero si ahora entra un comando terrorista y rompe la puerta no sabés si te tiras por la ventana, si logras atraparlos y matarlos a ellos, o si te tomas un cianuro o si te entregas. Entonces creo que tengo mucho de Lisa, quizás paso un poco menos al acto que ella, pero nada más.
De alguna manera al escribir desde un punto de vista poco convencional, como el de Lisa, te enfrenta a la mirada de tu época, ¿es una de tus obsesiones como escritora?
Absolutamente, claro que sí. Porque uno siempre es testigo únicamente de este ratito que estamos vivos. Juzgar al siglo XIX o al comienzo del siglo XX o juzgar el futuro cuando estaremos muertos no sirve. Lo único que podemos ver son estos años que estamos vivos, después las futuras generaciones nos leerán a nosotros a ver qué pensábamos de esta época. Tampoco me parece que sea peor o mejor que otras, seguro no es mejor, no me parece que haya habido ningún adelanto en nada, obviamente científico sí. Me refiero al comportamiento humano.

El judaísmo de Lisa Trejman tiene un peso en la relación con su marido y en las decisiones que toma, ¿qué te motivó a incluir esa dimensión en ella?
Esta es la primera novela en la que claramente abordo eso. Un poco para mostrar algo muy básico que es el cinismo, es decir, como una familia bien -que es la familia que la recibe a ella- se hace pasar por humanistas, por gente de bien, gente seria, que le gusta mucho el discurso de los inmigrantes, la libertad, y luego son absolutamente racistas con ella, antisemitas. Pero todo desde el humor negro, porque dicen ‘bueno una esvástica tampoco es que sea tan antisemita, una esvástica puede ser un dibujito’. Es para mostrar un microclima social.
En otro ámbito, ¿qué piensas de la inteligencia artificial?
Es una buena pregunta. Ayer estaba dando una charla para una universidad en Italia y hablábamos de eso, porque son preguntas muy difíciles de pensar para el que no es especialista en la materia, que no tiene un estudio profundo sobre las tecnologías, los robots y la inteligencia artificial, yo no los tengo. Viví veinte años del siglo XX entonces mi aparato psíquico se formó en el siglo XX, mi sensibilidad y el arte que yo miro no es tanto producto de estas plataformas tecnológicas. Pero creo que en materia de arte, la IA va a ser una catástrofe. En materia de tener un robot que limpie en tu casa, que pueda barrer, llevar las compras a la heladera o que pueda contestarte a qué hora cierra el metro, todo eso me parece que está bien. Son juegos virtuales, pero para el arte me parece que es catastrófico. Es decir, van a poder escribir guiones de cine, poemas, van a tratar de escribir como Borges sin ser Borges, me parece que con la inteligencia artificial el arte va a tomar un camino muy oscuro.

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