Culto

Columna de Marisol García: Protesta de voces calladas

Busquen por ahí el nuevo disco Is This What We Want? (está en plataformas), y escuchen qué fuerte suenan Damon Albarn, Kate Bush, The Clash, Annie Lennox y Cat Stevens cuando eligen quedarse callados. Son poco más de 47 minutos de vacío

Columna de Marisol García: Protesta de voces calladas

La expresión “huelga de brazos caídos” comenzó a usarse hacia los años 40 para distinguir el tipo de protesta que se realiza al interior del lugar de trabajo; allí en la máquina, escritorio o ventanilla en la que una acción de inaccción coordinada detendrá toda una cadena de productividad y ganancia. En un estudio de grabación, el equivalente está en detener la secuencia que deja registro de los sonidos. A diferencia de otros trabajadores, los músicos tienen un arma poderosa en el silencio. No tocar, no cantar. Y, sin embargo, decir.

Busquen por ahí el nuevo disco Is This What We Want? (está en plataformas), y escuchen qué fuerte suenan Damon Albarn, Kate Bush, The Clash, Annie Lennox y Cat Stevens cuando eligen quedarse callados. Son poco más de 47 minutos de vacío, separados en doce tracks por los que se cuelan ruidos leves dirigidos a los oídos de las autoridades británicas, justo cuando se discute una propuesta de ley que considera conveniente alimentar gratuitamente a los voraces modelos de inteligencia artificial con música ya grabada, como si fuesen datos sin dueño, autoría ni derechos asociados. Más de mil músicos han contribuido al disco, cuyos títulos sumados forman la frase (en inglés): “El Gobierno Británico No Debe Legalizar el Robo de Música Para Beneficiar a Las Compañías de IA”.

Pregunta el comunicado asociado al lanzamiento: “En la música del futuro, ¿acaso nuestras voces no serán escuchadas?”.

Ya hace siete décadas, John Cage nos enseñó cuánta carga de música y manifiesto puede contener el silencio. De su famosa pieza 4′ 33′' se han hecho infinidad de performances, grabaciones y ensayos (también un reciente compilado de versiones, STUMM433, con estrellas de la electrónica y el rock), aunque la intención del estadoundinense con su partitura (casi) en blanco fue invitar a una reflexión sobre nuestra escucha más que a una protesta puntual. Cerrar la boca, aquietar las manos sobre el instrumento o incluso dejar en blanco un tramo de la composición escrita han sido gestos relevantes en la música antes y después de Cage. En el cuarto movimiento de su llamada Sinfonía de los adioses (1772), Joseph Haydn instruye que los músicos vayan levantándose en momentos diferentes, recojan su partitura y abandonen el escenario, que al final queda con solo dos violines y sin conductor. Fue su modo de hacerle ver a su mecenas, el príncipe Nicolás Esterházy, la sobrecarga de trabajo que tenía encima (dicen que funcionó). En 1984, el chileno Cirilo Vila estrenó Hojas de otoño, una pieza para flauta sola cuyas cuatro partes incluyen segundos de silencio durante los cuales el intérprete debe dejar caer la partitura al suelo. No eran gritos ni palabras, sino el contexto del Chile de entonces el que terminaba de completar aquella creativa protesta contra el acallamiento violento sobre los creadores y la libre expresión.

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