Culto

No Other Land: Amistad en Zona de Guerra

La película ganadora del Oscar al Mejor Documental 2025 es un urgente retrato de una zona devastada, pero al mismo tiempo posee la delicadeza de mostrar una curiosa amistad palestino-israelí.

Columna de Rodrigo González / No Other Land: Amistad en Zona de Guerra

En el centro de Israel, a 93 kilómetros al noreste de Gaza y rodeando a Jerusalén Este, se encuentra Cisjordania, territorio palestino que es ocupado ilegalmente desde 1948. Justamente en el extremo sur de aquella zona está la aldea de Masafer Yatta, el espacio donde transcurre este dramático documental filmado a cuatro manos por los palestinos Basel Adra y Hamdan Ballal y los israelíes Yuval Abraham y Rachel Szor.

Dos de ellos, Basel y Yuval, son amigos, y lo que aquí se cuenta es el lento y devastador proceso de expulsión de los palestinos por parte de las fuerzas militares israelíes con el fin de construir un “campo de entrenamiento militar”. Con el tiempo sabremos que no es tan así.

Basel, que estudió derecho y ahora es un activista local, tiene una serie de registros realizados con celular que cuentan los sucesivos ingresos violentos de los militares israelíes a la zona. Bulldozers que echan abajo escuelas y casas, redadas donde los animales de granja se quedan sin corral y las familias emigran a vivir a cuevas, escenas de palestinos heridos en vivo y en directo. Es un material valioso y doloroso al mismo tiempo. Con él se va relatando la historia con mayúsculas de esta expulsión.

Una casa destruida en No Other Land.

Lo que hace Yuval, por otro lado, es aprovechar su condición de periodista y de ciudadano libre (es israelí), para ir registrando la cotidianeidad y la historia con minúsculas. Habla árabe y se opone a la política de su país. Es curiosamente bien recibido por los locales y entabla una amistad duradera con Basel, que debe tener la misma edad y que, a diferencia de él, no ve demasiado futuro en el horizonte. Su padre está encarcelado y no puede ganarse la vida como abogado en un país que no le entrega ninguna oportunidad.

A Yuval tampoco lo leen demasiadas personas en sus artículos periodísticos y las visitas diarias a sus notas son bajas. La tragedia se ha vuelto norma y a nadie parece llamarle la atención que un pueblo perdido de Cisjordania tenga más muertos que lo habitual.

Basel Adra y Yuval Abraham en No Other Land.

En ese sentido, el documental No Other Land (que puede traducirse como Ninguna Otra Tierra) parece ser el camino de redención para ambos. Una salida al final del túnel. Los registros van desde mediados del año 2019 hasta octubre del 2023, la mayoría de ellos realizados al filo del peligro, con las cámaras enfrentadas a fuerzas del ejército israelí que se ampara en un fallo de la Corte Suprema para realizar la expulsión.

Como suele pasar en los buenos documentales, aquí no hay espacio para la monserga, sino que las imágenes más o menos hacen el trabajo por sí solas. Lo que se observa es duro y muchas veces insoportable, pero los directores tuvieron el suficiente sentido dramático como darle intensidad también a los pequeños detalles de la existencia que escapan al sonido de la metralla.

Militares israelíes en No Other Land.

Destacan algunas tomas que muestran los amaneceres de esta comunidad de pastores, ciertos registros en automóvil pauteados por conversaciones pedestres y profundas entre Yuval y Basel, el ánimo alerta del periodista israelí en contraste con el cansancio de la lucha sin fin del activista palestino, los pasajes en que Basel se refugia en su modesta pipa de agua para calmar los golpes de la vida.

Esta película, que ganó el Oscar al Mejor documental 2025 y que ha tenido una difícil distribución en el mundo, es capaz de mostrarnos una zona de humanidad en medio de la brutalidad normalizada por la información diaria. Eso sólo lo pueden hacer los buenos contadores de historias y los cuatro directores de No Other Land están en esa privilegiada liga.

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