Culto

Cuando el cuerpo del papa se volvió negro y explotó en un ataúd: el accidentado funeral de Pio XII

A la muerte del papa en octubre de 1958, siguieron las tradicionales ceremonias fúnebres. Como en vida manifestó que no deseaba ser embalsamado, un médico italiano aseguró que podía mantener el cuerpo sin descomponerse. Pero no resultó y ocurrió un desastre. Acá la historia.

Estaban agotados, pero quisieron probar una última vez. El eminente grupo de especialistas, liderado por el médico jefe, Dr. Riccardo Galeazzi-Lisi, junto a otros tres galenos, habían intentado durante horas reanimar a SS Pío XII, pero no respondió a ningún tratamiento.

El papa número 260 de la iglesia, había sufrido un derrame cerebral a eso de las 8.30 de la mañana del lunes 6 de octubre de 1958, según informó The New York Times. De inmediato, el doctor Galeazzi-Lisi se apersonó en los aposentos de la residencia de Castelgandolfo para asistirlo “y parecía que se recuperaba”, apuntó el periódico.

Mientras se reponía con mucho esfuerzo y con la movilidad muy reducida, el papa Pío XII volvió a sufrir un derrame a las 7:30 de la mañana del miércoles 8. Ese fue el definitivo. Perdió la consciencia y entró en agonía. Antes, había alcanzado a pronunciar sus últimas palabras. “Oren, oren, oren para que la infeliz situación de la iglesia se termine”, detalló el NYT.

El papa Pío XII, ya fallecido, es bendecido por el cardenal Eugenio Tisserant (centro)

Desde ese minuto, el líder religioso de 82 años respiraba apenas, con mucha dificultad. “Estaba tendido boca arriba debajo de una tienda de oxígeno con la cabeza echada hacia atrás sobre las almohadas y la boca bien abierta”, apuntó el NYT. Finalmente, fue declarado muerto en la madrugada del jueves 9. Su pontificado se había extendido durante 19 años.

El accidentado funeral de Pío XII

Una vez fallecido, comenzó el ritual para los funerales, con el cierre de los aposentos papales, y la preparación del cuerpo para las varias ceremonias que por entonces se extendía por no menos de nueve misas y la llegada de todos quienes quisieran despedirlo.

Como todo el proceso imponía mantener el cuerpo del papa en exhibición, la práctica habitual era embalsamarlo. Pero en vida, el mismo Pío XII manifestó que no deseaba ser sometido a ese proceso y esperaba ser preservado en la misma manera “en la cual Dios lo creó”.

Fue entonces que el doctor Galeazzi-Lisi le ofreció preservar su cadáver utilizando un proceso desarrollado por él mismo y el cirujano Oreste Nuzzi. Tras el deceso, explicó a los medios con una labia propia de un charlatán, que se trataba de un proceso parecido al utilizado en los primeros cristianos.

El doctor Galeazzi-Lisi (de traje)

“Los dos médicos dijeron que una de las ventajas de su método era que el cuerpo embalsamado no tenía que ser despojado (de los órganos vitales)”, detalló el reporte de AP.

El procedimiento se llamaba “ósmosis aromática“, y según Galeazzi-Lisi, permitiría que el cuerpo permaneciera sin descomponerse por tiempo indefinido. Además, aseguraba que era muy parecido al que se realizó con el maltrecho cuerpo de Jesucristo una vez descendido de la cruz.

La gran ventaja de la “ósmosis aromática” es que no era invasivo, pues no requería de inyecciones ni incisiones. Basta solo con la inmersión del cadáver en una misteriosa combinación de aceites de hierbas aromáticas y resinas para desoxidar el cuerpo. Posteriormente, se le debía envolver en celofán durante casi 24 horas.

Pero el procedimiento no resultó. Apenas se colocó el cuerpo de Pío XII para la adoración de los fieles, en Castelgandolfo, comenzó un desastre. La piel se arrugó de inmediato y se empezó a descomponer muy rápido. Y en vivo, a la vista de todos.

El cuerpo de Pio XII tras su muerte

“Ha comenzado una furiosa sucesión de fenómenos cadavéricos transformadores: es la descomposición en vivo bajo la mirada horrorizada de los espectadores, siguiendo el aberrante ‘embalsamamiento’ patentado y practicado por el archiatra Galeazzi Lisi”, escribió el Dr. Antonio Margheriti, autor del libro La muerte del Papa: ritos, ceremonias y tradiciones desde la Edad Media hasta la época contemporánea.

Según el Dr.Margheriti, la transformación del cuerpo fue espantosa, potenciada por el calor de aquellos días, las velas y el contacto con el aire. “El cadáver del papa se hinchó en la zona del vientre a raíz de los gases putrefactos que se crearon de inmediato; por la misma razón se le ha encanecido el rostro, y por los orificios, sobre todo por la boca, vierte una miasma oscura que le corre por la cara y se posa en las cuencas de los ojos".

Rápidamente, se decidió introducir el cuerpo en un ataúd, para evitar el olor nauseabundo que impregnaba la sala y evitarle al público el espectáculo de ver al papa descompuesto.

Pero esto nada más hizo que los gases se acumularan. Cuando la procesión con el cuerpo se dirigía hacia la basílica de San Pedro, se escuchó un estruendo al interior del ataúd: la cavidad torácica del papa se había reventado por la explosión de las sustancias químicas, desparramando vísceras y todo.

La situación imponía embalsamar sin más al cadáver de Pio XII a fin de soportar la ceremonia en la basílica. Galeazzi-Lisi y Nuzzi trabajaron toda la noche, pero fue inútil, el cuerpo ya estaba en avanzado estado de descomposición y poco se pudo hacer.

“Muchos de los presentes en el evento aún recuerdan, a lo largo de la nave de la basílica, las tremendas bocanadas que se derramaron sobre la multitud al pasar el féretro, así como el aspecto monstruoso del papa: se puso negro, se le cayó el tabique nasal y los músculos faciales, horriblemente retraídos, le hicieron resaltar los dientes en una risa escalofriante", relató Margheriti.

El papa Pio XII

Los periodistas presentes en la basílica de San Pedro notaron un detalle. La iluminación del lugar era muy tenue. “El ábside estaba iluminado mientras el resto de la iglesia estaba en semioscuridad”, señaló la crónica del New York Times. No era casual, había que ocultar los detalles escabrosos del cadáver.

Pero las “miles de personas” (según el NYT) que visitaron la basílica apenas pudieron observar el cuerpo del papa. Se le colocó en un catafalco de dos metros de alto para que así no se pudieran apreciar los detalles de su horrorosa transformación. También se le hizo construir una máscara de cera a fin de hacerlo ver más presentable. Finalmente, fue sepultado en las grutas vaticanas.

Pero el que no lució nada bien fue Galeazzi Lisi, a quien se le reprendió por el chasco y fue expulsado sin más del Vaticano. Ningún milagro pudo evitar que cayera en desgracia. Su reputación se había descompuesto a la vista de todos.

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