Culto

Denominación de Origen: La Vida es una Longaniza

Este película recientemente premiada en el Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici) es una desenfada aventura de cuatro justicieros de la ciudad de San Carlos, al norte de Chillán. Su gesta: reivindicar a la longaniza local y darle una ruta a sus vidas.

DJ Fuego, Luisa, tío Lelo y Juan en Denominación de Origen.

Los cerdos de la zona aledaña a San Carlos se alimentan de arroz, un caso único en la región de Ñuble, cuya capital Chillán tiene el título de ser la ciudad con la mejor longaniza de Chile. Para los sancarlinos, sin embargo, se trata de una injusticia mayúscula debido a que el embutido criollo de su urbe se hace con carne de porcinos alimentados con arroz, a diferencia de la de Chillán.

La razón es que más al sur de San Carlos es imposible cultivar el cereal, transformándose éste en al arroz más austral del mundo. Como lo asegura uno de los personajes de la película Denominación de Origen, una longaniza realizada con cerdos alimentados con el blanco grano siempre será mejor y más apetecible que una hecha con puercos que comen lo de siempre.

Una manifestación del Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos (MSPLSC) en el documental Denominación de Origen.

Prueba a tal afirmación es que en la Fiesta de la Longaniza del año 2018 los cocineros ganadores fueron los internos del Centro de Educación y Trabajo de Gendarmería de San Carlos. La mala noticia es que cuando los organizadores se dieron cuenta de que la cecina en cuestión no era chillaneja, los triunfadores iniciales fueron descalificados y le dieron el galardón a quienes les seguían en calidad. Esos sí que eran de Chillán.

A partir de aquella agridulce anécdota es que el realizador chileno Tomás Alzamora desarrolló Denominación de Origen, una suerte de documental con algo de ficción que retrata los esfuerzos de un grupo de sancarlinos por lograr que se legitime a su ciudad como la auténtica capital de la mejor longaniza del país.

Un plato de longanizas y papas cocidas en la película Denominación de Origen, del realizador Tomás Alzamora.

Hay cuatro mosqueteros en esta aventura regional. Ellos son DJ Fuego (Roberto Betancourt), un entusiasta artista local que alguna vez quiso ser concejal; Tío Lelo (Exequías Inostroza), campesino y criador de cerdos que ama mucho a sus animales hasta que llega la hora de convertirlos en longanizas; Luisa (Luisa Marabolí), dirigenta social de carácter fuerte y frontal; y Juan Peñailillo (Alexis Marín), un infatigable abogado de la plaza vernácula.

Todos más o menos sospechan que lograr la ansiada denominación de origen de la salchicha chilena frente a la competidora de Chillán es tan difícil como que la champaña se vuelva a llamar champaña en vez de vino espumante en Chile. Sin embargo, también están seguros de que su alimento es el mejor y de que el objetivo final puede que no valga tanto la pena como el aventurado camino, el desconocido trayecto, el viaje esforzado.

Tío Lelo, fabricante local de longanizas, en Denominación de Origen.

Luisa, DJ Fuego, tío Lelo y Juan organizan hasta una competencia local para determinar otra vez el mejor embutido, traen a una jueza extranjera y mientras se pasean por las calles de la ciudad se topan con una estatua de Violeta Parra, la hija ilustre de San Carlos a la que muchos creen chillaneja de nacimiento. Afortunadamente la jueza no tiene idea de las tradiciones locales y cree que la persona del monumento es… Jesús. Los cuatro protagonistas quedan algo descolocados, pero al menos nadie les refriega erróneamente que la autora de Gracias a la Vida sea de la ciudad ubicada 26 kilómetros al sur.

La escena sirve para ejemplificar el ánimo optimista de esta película, hecha a partir de una anécdota que puede parecer trivial, pero que sirve de combustible para darle sentido a cuatro vidas en el norte de Ñuble, donde se cultiva el arroz más austral del planeta y se come la mejor longaniza de Chile.

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