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El libro que rescata la difícil historia del voto femenino en Chile

Chilenas al poder. La historia del voto femenino (Sudamericana), se llama el nuevo trabajo de la historiadora María José Cumplido. En sus páginas relata cómo fue el largo camino en conseguirlo. Destaca el fundamental rol que tuvo la educación para lograrlo, y cómo fue la participación de las mujeres apenas conseguido el sufragio universal, en 1949.

Nuevo libro rescata la Historia del voto femenino en Chile Mujeres votando en las elecciones municipales de 1945. Colección: Biblioteca Nacional de Chile.

Fue un grupo de mujeres en San Felipe las que iniciaron el camino. En 1875, se acercaron a las Juntas Calificadoras de Elecciones y pidieron inscribirse en los registros electorales para votar en las elecciones presidenciales de ese año. El periódico El Artesano daba cuenta -con asombro- de los hechos. “Los legos de la ley se han quedado atónitos y los letrados se han sorprendido a la noticia de un hecho para ellos imprevisto”.

Nadie sabía muy bien qué hacer, porque en rigor, las leyes no impedían que las mujeres votaran, pero la mentalidad de la época empujaba a otra cosa. La reciente reforma a la ley electoral establecía que podían votar todos aquellos mayores de 21 años, en el caso de los casados, o 25 los solteros, y que supieran leer y escribir. La norma decía “chilenos” y no explicitaba el género. Ante eso, en algunos casos las Juntas procedieron a inscribir mujeres. Fue el caso de Domitila Silva y Lepe junto a otras ocho mujeres en San Felipe. Pero no todos reaccionaron así. Quedaba un largo trecho por recorrer.

Ese es el camino que narra el nuevo libro de la historiadora María José Cumplido (36) titulado Chilenas al poder. La historia del voto femenino (Sudamericana). En sus páginas, narra de manera documentada y ágil cómo fue el camino pedregoso que debieron recorrer las mujeres de nuestro país para poder obtener el derecho a voto. Piedras como por ejemplo, una ley que les prohibía explícitamente el sufragio, en 1884, para que no volvieran a repetirse episodios como el de San Felipe. Aunque el obstáculo más formidable fue la falta de educación, puesto que en el siglo XIX la mentalidad de la mujer estaba muy lejos de querer participar en la esfera pública, limitada exclusivamente a los hombres.

María José Cumplido

El primer madero a levantar, entonces, fue el acceso a una mayor educación, lo cual incluyó el ingreso a las universidades. Para Cumplido, este es un aspecto crucial para entender el camino del voto femenino en Chile. “La educación fue una de las primeras demandas de las mujeres de manera bastante transversal -dice a Culto-. El conseguir la educación era importante para luego luchar por el voto por varias razones. La primera es que hasta 1970 era requisito estar alfabetizado para votar, por lo que era fundamental a inicios del siglo XX saber leer y escribir para sufragar. Este argumento se usó en el debate político cuando parlamentarios contrarios al voto argumentaron que las mujeres no estaban lo suficientemente educadas para votar y eso era un impedimento para darles el derecho”.

Además, para muchas mujeres y hombres también, era importante que las mujeres tuvieran acceso al pensamiento filosófico, jurídico y político para participar en igualdad de condiciones en los debates y en la conversación pública. Así ocurrió, de hecho, cuando las primeras generaciones de mujeres universitarias como Ernestina Pérez, Elena Caffarena, Amanda Labarca y otras usaron su conocimiento, su experiencia y sus redes para impulsar discursos y estrategias que impulsaran y aceleraran la discusión sobre el voto femenino. En ese sentido, la educación impulsó, además, no solo la pregunta sobre el voto sino la discusión en torno a otros derechos, particularmente los laborales, y permitió el poder articular políticamente estrategias para conseguirlo. No creo que haya existido el voto sin antes existir la lucha por la educación que, ojo, tampoco se dio con mucha antelación. Los primeros liceos femeninos son de fines del siglo XIX y las primeras publicaciones feministas aparecen también en la misma época. Creo que van de la mano y fueron evolucionando conjuntamente, aunque la educación haya empezado primero”.

VOTO FEMENINO - FOTOS HISTORICAS - PRIMERAS VOTANTES - MUJERES - SUFRAGIO - ELECIONES - EMANCIPACION LIBRO CRONICA DEL SUFRAGIO FEMENINO, 1994, SERNAM

El rol de mujeres como la educadora Amanda Labarca fue clave en este aspecto, pero como una golondrina no hace verano, fue necesario que las mujeres se agruparan. Así, nacieron los Clubes de lectura, que tuvieron un rol educando a sus socias, pero también concientizando de lo importante que era el derecho a voto. “Fueron impulsados por Amanda Labarca luego de su viaje a Estados Unidos, surgieron en primera instancia como un espacio de autoformación para las mujeres -dice Cumplido-. Es ahí donde las mujeres empiezan a hablar sobre el voto femenino, mujeres principalmente universitarias o aristocráticas, y empieza a conformarse un grupo que le da relevancia al tema del voto. Lo importante de los clubes fueron principalmente dos cosas: un espacio de mujeres fuera de la casa o de la Iglesia, en una época donde estos espacios casi no existían y en segundo lugar un espacio de formación intelectual y política que llevó a muchas de estas mujeres a interesarse por los problemas del espacio público y del Estado”.

Las mujeres también debieron bregar por el apoyo político, y quienes primero se dieron cuenta del potencial electoral que representaban las mujeres fueron los conservadores. ¿Por qué? Responde Cumplido: “Ellos llevaban décadas trabajando con mujeres en el mundo de la caridad y la beneficencia. En cambio, el mundo liberal sociabilizaba en espacios como la política, la masonería o los bomberos. Instituciones donde las mujeres no podían entrar. Al mismo tiempo, el partido conservador estaba perdiendo votos y necesitaban nuevos actores, y ¿a quiénes conocían más? A las mujeres. Esto hizo que los partidos más de izquierda no quisieran avanzar en el voto femenino porque sabían, y tuvieron razón, que las mujeres no votarían por ellos”.

Amanda Labarca.

Pero hubo un momento en que todo cambió. Por efectos de la Primera Guerra Mundial, muchos países europeos comenzaron a darle el voto a las mujeres, lo cual hizo que comenzara una presión sobre la clase política que en 1935 otorgó el derecho a voto a las mujeres en las elecciones municipales. Eso hizo que no solo los conservadores se interesaran en ampliar los derechos de las mujeres y avanzar hacia el sufragio universal. “Tanto la presión internacional como la nacional fueron clave en este aspecto -dice Cumplido-. Además, ayudó mucho el trabajo político y el lobby, propiamente tal, que hizo el MEMCh en todos los sectores políticos. Por ejemplo, su alianza con el Frente Popular y con Pedro Aguirre Cerda fue clave para entusiasmar a políticos más de centro o de centroizquierda en el voto femenino. Al final, en mi opinión, el voto femenino en Chile se logró con mucha presión del feminismo, pero también con mucha cocina política. Los hombres no les dieron el voto femenino fácilmente a las mujeres y fue un trabajo que duró décadas”.

Finalmente, en 1949 se aprobó el sufragio femenino universal, y debutó en las elecciones presidenciales de 1952, donde se impuso “El Caballo”, Carlos Ibáñez del Campo. Un dato relevante que aporta el libro es que a pesar de ya estar habilitadas, no todas las mujeres concurrieron a registrarse para ejercer su derecho. “Menos de un tercio de las mujeres se inscribieron para votar -indica Cumplido-. Esto se debe, pienso yo, por el peso de la cultura política. Durante siglos a las mujeres les dijeron que la política no era para ellas, no era su lugar; lamentablemente las repeticiones, a veces, generan verdad. Por un lado, estaba eso y, por otro, en Chile el movimiento feminista no fue masivo, sino que fue de algunos grupos: sindicalistas, universitarias, aristócratas, liberales, etcétera. Mujeres que, de una u otra forma, ya se habían acercado a la política. Entonces ese mix hizo que cientos de mujeres no fueran y no quisieran”.

“También estaba el miedo. Al miedo al qué dirán, a rebelarse, a hacer algo distinto, a ser diferente. Por eso en los años siguientes se intentó ir cambiando la cultura -cómo propuso Simone de Beauvoir- y ahí nace un segundo feminismo en todo el mundo: la segunda ola. Una vez con los cambios culturales, con la evidencia que las mujeres sí legislaron para mujeres, fue que la política comenzó a acercarse a ella y hoy en día las mujeres votan a la par que los hombres en la mayoría de los países del mundo”.

RECINTO DE VOTACION DE MUJERES DURANTE LA ELECCION COMPLEMENTARIA DE UN DIPUTADO POR VALPARAISO Y QUILLOTA EL 18 DE JULIO DE 1971 - POLITICA - HISTORIA - VOTACION - MESA DE SUFRAGIOS - VOTO FEMENINO (null)

¿Consideras que el voto femenino es la primera gran revolución feminista de Chile?, ¿Por qué?

Pienso que el voto femenino fue la consecuencia más transversal de la primera ola feminista, porque por primera vez mujeres de distintos sectores, de distintas clases sociales y de ideologías distintas se unieron en pos de un solo objetivo que, además, estaba conectado con la necesidad de levantar y tener voz y voto para lograr otras causas fundamentales para el feminismo. En ese sentido, el voto femenino fue un medio para conseguir mejorar la educación de las mujeres, las demandas laborales, la mejora en la calidad de vida y en todas esas cosas seguimos luchando en la política. De alguna manera con el voto femenino las mujeres entran a la política formal y comienza a hacer cambios desde ahí. Por eso creo que el feminismo es para todas las mujeres y para todas las causas que éstas requieren para vivir con libertad e igualdad en la sociedad.

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