Culto

El último día del papa Juan Pablo I antes de su misteriosa muerte

Tras solo 33 días como papa, Juan Pablo I fue encontrado muerto en la mañana del 29 de septiembre de 1978. Falleció al anochecer del día anterior, jornada en la que quienes estuvieron con él, coinciden en que fue bastante "normal", salvo que comenzó a sentirse mal hacia la tarde. Según El Vaticano, murió de un infarto agudo al miocardio en circunstancias no aclaradas del todo.

El último día del papa Juan Pablo I antes de su misteriosa muerte

“Hasta mañana, Hermanas, si el Señor quiere, celebraremos juntos la Misa”.

Fue lo último que la monja Sor Margherita Marin, de la Congregación de las Hermanas de María Niña, le escuchó decir al papa Juan Pablo I, en la noche del 28 de septiembre de 1978. La religiosa se desempeñaba como asistenta en los reductos papales y en su día a día compartía codo a codo con el recientemente nombrado obispo de Roma.

Juan Pablo I, de nombre secular Albino Luciani (nacido en 1912 en el Véneto, en Italia) llevaba poco tiempo sentado en el trono de San Pedro. Había sido elegido sumo pontífice tras la muerte de Paulo VI, en la cuarta votación del cónclave de agosto de 1978, el segundo más corto del siglo XX tras el de 1939. El 26 de agosto salió humo blanco.

De inmediato el nuevo papa se mostró como un hombre reformador y sencillo, tanto así que no quería aceptar la nominación papal. Sin embargo, en el momento se sintió obligado a tomarla sin chistar. Al asumir, dijo ante la prensa una declaración llamativa: “Dios es Padre, y más aún, es madre”.

Así como Angelo Giuseppe Roncalli -el papa Juan XXIII- fue conocido como “el papa bueno”, a Juan Pablo I le cayó el apelativo del “papa de la sonrisa“, por su buen humor y carácter algo bonachón. La hermana Margherita recordó años después -en un testimonio recogido por ACI Prensa- que siempre mantuvo esa personalidad. “Nos trató siempre con familiaridad. En ese mes lo vi siempre tranquilo, sereno, seguro. Parecía que siempre hubiera sido papa”.

El último día del papa Juan Pablo I antes de su misteriosa muerte

Ese 28 de septiembre de 1978, en el día 33 de su pontificado, Juan Pablo I parecía seguir su rutina como si nada extraño ocurriera. Un día normal. En el testimonio del sacerdote Diego Lorenzi para el documental El último día del Papa Juan Pablo I, comenta: “Su programa diario consistía en levantarse rápidamente entre las 5.00 y las 5.30. Alrededor de las 6.00 estaba en su asiento en su capilla privada. Leía y meditaba. A las 7 celebraba la Santa Misa”.

El último día fue como los otros -dijo la hermana Margherita-. En la mañana entró a la capilla a rezar a la hora habitual y celebró con nosotras la Santa Misa a las siete. Tomó desayuno y luego leyó los diarios, para luego seguir con las audiencias de la mañana”.

“Desde las 8 al mediodía daba audiencia a quienes habían pedido hablar con él”, dice el padre Lorenzi. Por su lado, en el citado documental, el periodista británico John Cornwell agrega: “Tuvo una audiencia muy grande con gente de Brasil, parecía muy animado, de muy buen humor. De hecho, el fotógrafo que estaba tomando un registro del grupo, recuerda cómo el papa se levantó de un salto y ayudó a colocar las sillas para la foto”.

El último día del papa Juan Pablo I antes de su misteriosa muerte

La hermana Margherita recuerda que Juan Pablo I apareció en la cocina alrededor de las 11:30. “Lo hacía con frecuencia para pedirnos un café. ‘¿Hermanas, tienen un café? ¿Podrían prepararme un café?‘. Se sentaba, lo tomaba y se iba al estudio”.

Posteriormente, Juan Pablo I almorzó con sus secretarios: el norirlandés John Magee y el citado Lorenzi. “Siempre almorzaba hacia las 12.30, luego descansaba sin dormir la siesta. Volvía al trabajo sobre las 14.30, quizás las 15.00″, recordó Lorenzi.

Tras el almuerzo, Juan Pablo I se retiró a sus aposentos para reposar. “Esa tarde se quedó en la casa, no se movió más del apartamento y no recibió a nadie más porque dijo que estaba preparando un documento para los obispos”, señaló la hermana Margherita.

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Según Cornwell, el pontífice se quedó en casa porque en esas primeras horas de la tarde no se sintió muy bien y el día estaba algo frío, en las vísperas del otoño boreal. De hecho, omitió su tradicional paseo por los jardines vaticanos. “Afirmó que no se encontraba demasiado bien, por lo que su secretaria le sugirió que hiciera este ejercicio: caminó 1 hora por una gran sala que se llama El Salone, bastante rápido”. Cornwell entrega un dato no menor: “Tenía un aparente problema de circulación en los tobillos”.

La hermana Margherita agrega: “Esa tarde lo vi caminar con la puerta abierta, de un lado a otro, con los papeles que estaba leyendo en las manos. Cada tanto se detenía y luego volvía a caminar leyendo”.

A la caída del sol, llegó la hora de la cena, instancia en la que el papa tuvo una extraña conversación con sus secretarios. “Nos llamaron para cenar a las 19.45 -recuerda Lorenzi-. Recuerdo bien que fue durante esta última cena hablamos del ejercicio de piedad que hacemos los novicios religiosos. Un texto de San Alfonso, El ejercicio de una muerte adecuada”.

Cornwell añade sobre esa cena: “Lorenzi me comentó que él rezaba mil veces al día para morir. En ese contexto, es interesante que la última comida que tuvo no podía hablar de otra cosa que la muerte. Es como si hubiera tenido la intuición de que iba a morir”.

El último día del papa Juan Pablo I antes de su misteriosa muerte

Tras la cena, Lorenzi recuerda: “Luego vino la llamada telefónica de la que tanto se ha escrito: al cardenal Colombo en Milán sobre las 21.00 horas”. Lo mismo cita la hermana Margherita. “Recibió la llamada del Cardenal de Milán Giovanni Colombo. Ya en la mañana había escuchado al Santo Padre hablar con el padre Magee sobre esta llamada”.

“No recuerdo exactamente cuánto tiempo estuvo en esa conversación, tal vez una media hora. Luego vino a nosotras como siempre hacía, para despedirse antes de retirarse a su estudio”. En ese breve intercambio, el papa le hizo una pregunta.

“Recuerdo que me preguntó qué Misa le tenía preparada para el día siguiente y le respondí: ‘La de los Ángeles’”, esto en alusión a la festividad de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, que se celebra el 29 de septiembre. Después de eso fue cuando escuchó decir al papa: “Hasta mañana, Hermanas, si el Señor quiere, celebraremos juntos la Misa”. El papa también se despidió de sus secretarios. “Nos dio las buenas noches al padre Magee y a mí y se fue al baño”.

El último día del papa Juan Pablo I antes de su misteriosa muerte

Pero la noche duraría algunas horas más. Hacia las 22.00 horas, Juan Pablo I volvió a sentirse mal y llamó a su médico personal, en Venecia. De acuerdo al señalado documental, el galeno le recetó un medicamento para que lo tomara de inmediato: unas Digitalis. Se trata de unos fármacos que se utilizan para tratar ciertas afecciones cardíacas. Estas fueron adquiridas en la Farmacia Vaticana, la cual se abrió especialmente para responder al pedido del papa, y se llevaron prestas a su habitación.

Sin embargo, el papa no despertó. A la mañana siguiente, Juan Pablo I fue encontrado muerto en su alcoba por la hermana Vincenza, una de las religiosas asistentas, quien avisó presta al secretario John Magee. Este, constató la muerte y llamó a un cardenal, quien acompañado de un médico, certificó formalmente la defunción. No se le hizo autopsia y pasó directo a ser embalsamado. Hasta hoy, se han elucubrado una serie de teorías conspirativas acerca de su deceso, sin que nada haya quedado del todo claro. Tenía 65 años.

El comunicado oficial del Vaticano señaló: “Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, alrededor de las 05:30 a.m., el secretario particular del papa, sin haberle encontrado en la capilla como es su costumbre, le buscó en su habitación y le ha encontrado muerto en la cama, con la luz prendida, como si todavía leyese. El médico Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23:00 p.m. del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio“. Un papa había muerto.

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