Freno al caos o los 30 años de King for a Day… Fool for a Lifetime de Faith No More

El 13 de marzo de 1995 se publicó el quinto álbum de la banda de San Francisco en medio de un panorama musical poco propicio para su propuesta. Fieles a su tensa tradición interna, el proceso dejó lesionados incluyendo un supuesto oligarca y el cierre en Chile de un asunto pendiente.
Corre agosto de 1995 y las súper estrellas animadas de MTV Beavis y Butt-Head, catadores random de lo que la lleva en cultura musical con acento metálico, miran el flamante video de Digging the grave de Faith No More, la punta de lanza de su nuevo álbum King for a day… Fool for a lifetime.
—Hey Butt-Head, ¿sabes quiénes son estos tipos?
—No, y tampoco me importa.
—Éstos son Faith No More.
—Sí, claro. Faith No More.
—No, hablo en serio, Butt-Head, sí. Verás, tienen un sonido nuevo y una nueva apariencia.
—Simplemente se ven y suenan como todo lo demás.
—No lo sé, rockean.

Beavis tenía razón. La banda de San Francisco no era la misma de The Real thing (1989) y Angel dust (1992). El sonido y la actitud se empacaban frontalmente luciendo distintos, la mayoría de pelo corto en una época en que todavía la cabellera encendía debates en la comunidad rockera como símbolo literal de compromiso y rudeza, lo aprendería Metallica con Load (1996).
En esta nueva versión de FNM de mediados de los 90, resaltaba la ausencia de Jim Martin. El guitarrista se había convertido en parte importante de la imagen de una banda sin look. El sello Reprise había perdido la batalla intentando convertir a Mike Patton -más joven, mino y marketeable que el resto-, en sinónimo del quinteto. Pero Jim, de barba y melena ensortijada con lentes de grueso marco -un nerd metalero- había sido despedido vía fax en noviembre de 1993.
“Fue un verdadero ejercicio de limpieza”, declaró el tecladista Roddy Bottum a Metal Hammer. “¡Era la única forma de contactar con él!”.

Martin colisionaba con el resto desde las sesiones de Angel dust, donde prácticamente no participó, excepto en la violenta y retorcida Jizzlober, como un testimonio de lo que él esperaba fuera FNM y no ese artefacto aleatorio que los había convertido en un extraño fenómeno dentro del rock endurecido. En boca del guitarrista, cualquier salida de libreto del duro metal era “gay disco”.
Durante la gira correspondiente Mike Patton se dedicó a mortificar a Jim Martin. En un concurso radial hizo mofa de que aún viviera con sus padres y un par de veces lo agredió en el escenario. En una ocasión lo derribó y en otra le lanzó el micrófono.
Audicionaron candidatos sin que nadie los convenciera. Hubo un intento fallido de reclutar a Justin Broadrick de Godflesh -”alguien me dijo que le daba miedo volar”, contó el bajista Billy Gould-, y luego flirtearon con Geordie Walker de Killing Joke, nombre de cabecera en el ecléctico panteón de preferencias de FNM.
“Nos gustó cómo tocábamos”, confesó el batero Mike Bordin en el libro Small victories the true history of Faith No More (2018) de Adrian Harte. “Nos gustó su textura dentro de la música (...) era increíblemente agresivo con su tono, pero no era un solista. Era genial, hablaba de improvisar con Jimmy Page, fumaba muchos cigarrillos”.
En opinión de Billy Gould, uno de los entusiastas por contar con los servicios de Walker según suscribe el libro, indiscutidamente se trataba de un músico fenomenal -”uno de los mejores que he visto”-, pero dada su singularidad “creo que nos habría convertido en una banda de versiones de Killing Joke”.
***
12 de noviembre de 2011, festival Maquinaria, Club Hípico de Santiago. Trey Spruance, el guitarrista de Mr. Bungle que grabó King for a day… Fool for a lifetime, interpreta el álbum por primera vez en directo, cerrando una historia pendiente y en su momento agria con FNM.
El músico surgió como alternativa encontrando paradójica resistencia en Mike Patton, su amigo de la infancia y compañero en Mr. Bungle. “En realidad estaba en contra”, confesó el cantante a Metal Hammer en enero de 1995. “No quieres estar demasiado con alguien. Se vuelve un poco incestuoso”.
“Era como si hubiéramos estado casados durante unos años -siguió- y ahora pudiéramos ir y follar hasta perder el conocimiento y tocar con otras personas. Fue como volver a nacer. Fue liberador. Había pasado por momentos difíciles con él y no quería volver a encontrarme en una situación agravante. Pero uno hace lo que es mejor para la música”.

Spruance coincidía en que militar en otro grupo con Patton era complicado, asegurando que “no necesariamente quiero pasar cada hora del día con él”.
“Mr. Bungle está tomando lentamente el control de nuestra banda”, bromeó Billy Gould.
A escasas semanas del término de la grabación, Spruance renunció a FNM. Patton lo hizo picadillo en declaraciones a la revista Raw, acusando falta de compromiso ante la inminente gira. “Es como casarse: algunas personas entran en pánico en el último momento, ¡y Trey, maldita sea, devolvió el anillo!”.
El tour, de legendario paso por el Monsters of rock junto a Ozzy Osbourne y Paradise Lost en el entonces teatro Monumental (Caupolicán) -la infame cita donde escupieron a Patton-, consideraba mes y medio en Europa a partir de marzo, cinco semanas en EEUU, una semana en Australia, retorno a Norteamérica, festivales europeos en junio y julio; más fechas en Australia, de ahí a Japón y remate en Sudamérica.
Spruance divisó la montaña de trabajo de los próximos seis meses y quiso renegociar su acuerdo, cuando el proyecto solo consideraba el disco. Pidió una reunión con el manager y le negaron la cita. “Me quedó claro que esto iba a ser un acuerdo salarial, puro y simple”.
Mike Patton siguió declarando en su contra. Reconoció la calidad musical de Spruance en la revista NME en febrero de 1995, pero también lo tildó de ricachón como supuesto miembro de una familia millonaria, los DuPont, dueños de una multinacional. Tenerlo en la banda, aseguró, iba a ser peor que Jim Martin.
En 2003, el guitarrista se refirió a su salida de FNM para Perfect Pitch Online. “Tengo ‘conexiones’ con los Rothschild y los Rockefeller -comentó sarcástico-, así que básicamente soy un niño rico malcriado en el que no se puede confiar de ninguna manera. Así que, por supuesto, con mi peculiar pasado y todo eso, ¿por qué me molestaría en salir de gira? ¡Soy un maldito mocoso malcriado!”.

Spruance aseguró que “esos tipos tenían la cabeza un poco al revés”. Dijo también ser un entusiasta del grupo desde mediados de los 80, mucho más que el propio Patton. “Cuando toda esa situación con Jim Martin se estaba desmoronando y necesitaban un guitarrista, me apunté. Ni siquiera creo que Mike me quisiera en la banda, pero a los otros chicos les gustó la demo que hice para ellos”.
Un apretón de manos selló su ingreso pero tras grabar el disco “sentí que se estaban aprovechando de esa situación, lo cual fue realmente desalentador”. Según Spruance las relaciones entre los miembros eran complejas, con “muchos problemas diferentes”. “Billy, en ese momento, estaba en un estado mental jodido. (...) me quedó claro por qué Patton no quería que estuviera en la banda después de un tiempo. Era increíblemente difícil llevarse bien con él en ese ambiente (...), y honestamente nunca había visto ese lado de él en Mr. Bungle. Nunca habíamos lidiado con eso”.
“Patton y yo -siguió- hemos tenido roces a lo largo de los años, pero solo como amigos. No es nada”.
Una vez fuera de FNM, Trey Spruance recibió papeles que reclamaban una deuda con el grupo. “Intentaron cobrarme (...) miles y miles de dólares. Grabé todo ese disco con la imitación de Les Paul de 100 dólares de mi compañero de habitación porque no tenía una maldita guitarra que funcionara. Compré un amplificador de potencia a cuenta de ellos, ¡y después de dejar el grupo recibí esta factura de 10.000 dólares!”.
Para Spruance las versiones de FNM de pertenecer a la oligarquía industrial del país fueron “surrealistas”. Mientras Patton aseguraba que era millonario, el guitarrista no podía leer las declaraciones. “Ni siquiera tenía suficiente dinero para comprar la maldita revista, y estaba allí en Tower Records leyendo sobre cómo soy el heredero de la fortuna de DuPont”.
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El ambiente de crisis que rodeó a King for a day… Fool for a lifetime tenía un frente abierto con Roddy Bottum. El tecladista participó tangencialmente del disco debido a una serie de turbulencias personales. Terminó con su novio de ocho años, salió del closet, murieron su padre y amistades, y acompañó a su amiga y ex pareja Courtney Love -miembro de FNM en sus inicios- en el duelo por la muerte de Kurt Cobain.

“Me encerré y tuve una crisis nerviosa -relató a Metal Hammer-. Me di cuenta de que tenía que elegir mis prioridades con mucho cuidado. Cosas como la honestidad, la pasión y el arte. Pero mientras se grababa el álbum, todo eso era muy confuso para mí debido a la mierda por la que estaba pasando en ese momento. Y mi adicción a la heroína no ayudó. Y el suicidio de dos de mis amigos no ayudó. Nada ayudó. Las cosas tenían que llegar a un punto bajo antes de que pudiera ayudarme a mí mismo”. Bottum pensó en renunciar a FNM. “Mi primer impulso fue irme. Pero no podía dejarlo pasar. Fue algo que ayudé a comenzar, es muy importante para mí”.
Con la fuerza creativa reducida a Billy Gould, Mike Patton y el baterista Mike Bordin, la banda decidió cambiar de productor. Matt Wallace, responsable de sus discos desde el debut We care a lot (1985), había tirado la toalla en las complicadas sesiones de Angel dust. Tomó su lugar Andy Wallace (sin parentesco), con vasto currículo incluyendo Slayer, Helmet y Rage Against The Machine, entre decenas de pesos pesados.
La primera medida del nuevo productor fue llevar a FNM hasta Bearsville studios, al norte del estado de Nueva York, ubicado en medio de un bosque. No había ninguna distracción excepto viajar a un pueblo cercano a ver Pulp Fiction (1994) en el cine. De las 20 canciones grabadas, 14 quedaron en el corte final.
Trey Spruance fue iniciado por la banda en una ceremonia en luna llena donde le hicieron desnudarse e ingresar en un círculo trazado con velas. “Fueron tiempos locos”, sintetizó Gould.
Para Bordin, el proceso del álbum implicaba mayor concisión y mejorar el destilado del material más calmo. “En lugar de ponerlo todo en cada canción -explicó-, queríamos sacar cosas y hacerlas un poco más simples. Quizás eso es lo que llamarías un toque ‘pop’ o más ligero. Todas las canciones fuertes resultaron realmente geniales en este álbum, realmente agresivas, y siempre lo hemos hecho muy bien. Pero las canciones más suaves nunca sentí que las hiciéramos exactamente bien”.
“Es el álbum del que estoy más orgulloso -reflexionó Billy Gould-, en el que sentí que alguien tenía que ponerle freno al caos y demostrar lo que valía, y eso es lo que hicimos todos. No tengo más que recuerdos muy orgullosos de la grabación de ese disco”.
Para Rody Bottum, la experiencia resultó diametralmente opuesta. “Fue el momento más horrible de mi vida. Todo ese tiempo de grabación de ese álbum fue una confusión, y me sentí totalmente desconectado de todo. Jesús, no me pregunten por eso. Lo he borrado todo”.
“Esta vez realmente seguimos nuestros impulsos”, declaró Patton a Metal Hammer. “Así que hicimos lo que teníamos en la cabeza. No sé si deberíamos haberlo hecho, pero al menos lo hicimos. Creo que este es un disco pop”.
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Billy Gould estaba en Chile cuando se enteró por un telefonazo de Mike Patton y Mike Bordin que Trey Spruance renunciaba a FNM. El baterista sugirió el nombre de Dean Menta, que llevaba tres años trabajando con ellos a cargo de programaciones y secuencias. El bajista lo llamó y cerraron de inmediato.

Menta era músico desde sus primeros años de adolescente y había estado a cargo de un estudio en San Francisco, la ciudad natal de FNM. “Todos los chicos amaban a Dean”, comentó Bordin. “Estaban de acuerdo en lo que respecta a la música especialmente, y en lo absurdo de tomarse las cosas en serio”.
La crítica no quedó del todo convencida de la propuesta más sucinta de esta quinta escala en la discografía de Faith No More. “Desesperadamente ecléctico”, sentenció Rolling Stone. “Fusión arcaica de rock progresivo extrañamente fuera de sintonía con los tiempos”, opinó Entertainment Weekly.
El momento musical era de transición y poco propicio para un álbum que combinaba canciones agresivas como Cuckoo for c**a y Ugly in the morning con el glamour de Las Vegas en Star A.D., la balada aguardentosa Take this bottle y el power gospel de Just a man. El grunge se desmembraba, surgía el nü metal que consideraba a FNM como un tótem, y el pop punk de Green Day y The Offspring ascendía como regalón de programadores radiales y de video música. Al otro lado del Atlántico los ingleses se miraban el ombligo, pendientes del gallito entre Blur y Oasis por la corona del Britpop.
Ninguno de los singles como Digging the grave, Evidence y Ricochet tuvo mayor repercusión en términos de ranking. En junio el álbum había desaparecido de las listas estadounidenses.
Tiempo antes, el 3 de marzo, el presentador Terry Christian entrevistó a Billy Gould y Mike Patton en el programa británico The Word de Channel 4, tras interpretar What a day. En una mesa había una foto enmarcada de Jim Martin.
—Estoy seguro de que estás harto de que te pregunten sobre esto -arrancó el animador-, pero Bill Martin…
—¿Bill Martin?, interrumpió Gould.
Entonces Mike Patton cogió un vaso con agua y arrojó su contenido en la cara del animador.
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