Ian Astbury de The Cult: “La primera transmisión del Budismo la recibí de Bowie”

IAN ASTBURY
Sebastian Cisternas/Aton Chile

Ante el inminente reencuentro de The Cult con los fans en el Teatro Caupolicán, Ian Astbury se da el tiempo de repasar la mística detrás de cuarenta años de historia, la marca de The Doors, Bowie, y su emotivo y profundo lazo con los seminales Crass.


“Siento que tal vez la primera transmisión del Budismo que recibí fue de David Bowie, cuando yo tenía 10 años”, cuenta a Culto el vocalista Ian Astbury (62). “No fue algo consciente de parte mía. En ese entonces Bowie estaba interesado en hacerse monje y, si te fijas, en su disco Space Oddity aparece uno en la contraportada”, explica. Under the Midnight Sun (2022) es el álbum que The Cult trae bajo el brazo en esta segunda visita a nuestro país, en el marco de la gira 8525, donde la búsqueda mística de Astbury continúa aliada a los riffs oscuros del fundacional Billy Duffy, guitarrista que le enseñó el instrumento a nada menos que Johnny Marr de The Smiths, cuando ambos eran compañeros de escuela en Wythenshawe, Manchester.

Templo Sónico

“Comencé a estudiar el Budismo a mediados de los 80, leyendo las obras de Chogyam Trungpa Rinpoche”, explica Astbury. “Tal vez antes, de la mano de los textos de Alan Watts, un filósofo Zen británico, un anglicano convertido al Budismo. Él influyó a Kerouac, Ginsberg, Michael McClure y en muchas formas fue responsable de la iluminación de la zona de Bay Area en San Francisco a fines de los 50 y fines de los 60. Es algo que se permeó en la cultura y siempre ha estado conmigo, por décadas”, subraya. La canción Impermanence, uno de los cortes destacados de su placa más reciente, con un bajo pulsante de Charlie Jones -de la banda de Robert Plant- expresamente versa sobre el concepto budista de la impermanencia y la necesidad de desapego.

IAN ASTBURY
Sebastian Cisternas/Aton Chile

“En Bowie hay referencias pero también se trata de simplemente disfrutar de la música y, desde una forma visceral, recibir la transmisión del mensaje. A veces el lenguaje no es tan importante sino la energía de la entrega, que con lo visual ayuda a llevar la información del punto de vista del artista. Ahí ocurre la conexión”. Astbury recalca que somos seres sensibles. “Es algo cuántico”, declara. “Es un campo de conexión, un Buda cuántico que ocurre todo el tiempo. Cuando tienes un montón de gente unida en un show se genera este espacio ritual, algo que siempre ha estado en el ADN de The Cult. Siento que estamos en sintonía, con frecuencias alineadas”.

Puertas de la percecpión

Para Ian, desde joven las experiencias psicodélicas fueron importantes para expandir su consciencia. “Mi abuela era espiritista”, acota. “Ahí hay una referencia. Y los Beatles me expusieron a esas ideas cuando los escuché en Tomorrow never knows, y los conceptos sobre la existencia que están en las grabaciones tras su encuentro con el Maharishi”.

El líder de The Cult recuerda haber escuchado a The Doors en la radio y saber que era algo especial. “Después, cuando vi Apocalypse now en el cine, escuché detenidamente The End, que es una pieza de música increíble, altamente filosófica. No es algo hecho para entretener. Es algo hecho con una función ritual”, dice. “Yo conocí en persona a Ray Manzarek cuando me lo presentó Danny Sugerman -segundo manager de The Doors- y yo había leído el libro No one here gets out alive”. Astbury ve una serie de coincidencias en su vida que terminaron decantando en la manifestación de su reclutamiento por parte de Manzarek y Robby Krieger para lo que sería The Doors of the 21st Century, el proyecto que aterrizó en Chile en 2004 en el Velódromo del Estadio Nacional, donde cumplío el sueño de tocar junto a la banda que le abrió las puertas de la percepción.

IAN ASTBURY
The Cult Pedro Rodríguez/La Tercera

“En el departamento en que yo vivía había una mujer que había sido amante de Jim Morrison, no mientras él estaba en la banda, sino que antes, cuando él iba a la secundaria en Washington D.C. Ella siempre me hablaba, y me mostró incluso las cartas que se mandaban. Era algo muy extraño, yo vivía a una cuadra de The Whisky A Go Go; en 1984 con The Cult nos quedamos en un hotel en Tropicana, donde estaba The Duke, donde los Doors solían ir a tomar desayuno. Justo al frente de ahí estaba el lugar donde grabaron L.A. Woman. En los años 80 aún se sentía su vibración en Los Angeles. Fue pasar de estar en el ambiente donde estuvieron ellos a literalmente estar con The Doors”, dice aún con asombro.

“Manzarek estuvo en Tailandia antes de estar en la banda y estuvo con monjes tibetanos. Hay toda una narrativa ahí. A mí me consideraron para el filme en un comienzo para el papel de Jim Morrison ya que, en palabras de Ray, había ciertas similitudes arquetípicas y de otro tipo, como ser barítono. El dijo que yo era como un arquetipo de Budista Celta y que eso encajaba con ellos. No solamente buscaban una voz y definitivamente no buscaban a Morrison, querían a alguien que pudiera acceder a la fuente, no que lo canalizara; sino más bien al espíritu de la música y el sentimiento de las letras, su frecuencia vibratoria. No me eligieron para tocar en la gira con ellos por cómo cantaba ni mi look, sino que mucho más. ¡El proceso de entrevistas tomó 12 años! Fueron muy minuciosos, sabían lo que querían y eran pocos los candidatos”.

IAN ASTBURY
Foto: Pedro Rodríguez/La Tercera

Nos deben la vida

La búsqueda constante de Astbury por significado está delineada en su misma historia temprana. Nacido en Merseyside, fue refugiado británico en Canadá a los 11 años junto a sus padres y hermanos y regresó a fines de los setenta a Reino Unido tras el diagnóstico de cáncer de su madre. Luego de su fallecimiento, el padre regresó a Hamilton, Canadá, llevando consigo a Astbury y su hermana. Pero, tras un par de meses en Norteamérica, el futuro cantante decidió regresar a los 17 años a la escena punk donde ya había forjado amistades. Otra vez en Inglaterra, esta vez sin hogar y durmiendo en estaciones de tren, terminó viviendo junto a la influyente banda de anarco-punk Crass.

Ian Astbury wsp
Ian Astbury

“Básicamente era un chico nómade sin lugar donde vivir y me puse a seguirlos. Crass eran muy buenos en acoger a chicos errantes y darnos un propósito. Fueron mis maestros, mis benefactores. Recuerdo haber estado en su casa y justo estaban en una reunión y creo que Eve (Libertine) me pasó para leer el libro Black Elk Speaks (de John G. Neihardt). Recuerdo que Steve Ignorant vivía en una tipi”.

-¿Qué significó esa experiencia para ti?

-Ellos aún son muy importantes para mí. De hecho, un amigo mío estaba trabajando hace poco en un disco con Penny (Rimbaud) y me dijo que me mandaba saludos, y eso significa mucho para mí porque los llevo en mi corazón desde que escuché su disco Stations of the Crass. Su filosofía...bueno, es increíble, su empatía, son inteligentes, expresivos; y siento que hablaban de cosas difíciles, existenciales y directas. Sus conciertos son algo que no puedo explicar, no podría llegar a hacerlo. Fue una experiencia realmente profunda estar junto a Crass. Creo honestamente que ellos fueron mis primeros mentores, me ayudaron a formarme, a ser quien soy, me acogieron. Su bondad cariñosa, su aceptación...tenían una gracia y presencia y eran altamente inteligentes. Me parece que su música es hoy más importante que cuando la hicieron.

La idea de Astbury de bautizar su gira de 40 aniversario como 8424 y posteriormente 8525 nació precisamente teniendo en mente que sus mentores Crass se separaron justo en 1984, año del disco debut de The Cult, Dreamtime. “Y eso suena como sacado de Blade Runner, algo de ciencia ficción de Philip K. Dick. Me encanta la idea de que el tiempo no sea lineal, y poder tomar posesión del tiempo. Puedes enumerar el tiempo como desees. Los tibetanos tienen un reloj diferente, hay diferentes calendarios y todos se implementaron en base a la ganadería y la agricultura; pero ahora puede que necesitemos cambiar nuevamente nuestros relojes por la tecnología”. La obnubilación de los sentidos hoy en día es algo que, para Astbury, distrae del propósito.

-Bowie hablaba en Station to station de un movimiento mágico de Kether a Malkuth, de lograr una manifestación, de conectarse a lo divino.

-Claro, cuando aplicas el Sefirot de la tradición hebrea es interesante, porque puedes definitivamente utilizarlo como una herramienta para la adivinación, y realmente te explica lo divino. Puedes contemplar todas las posibilidades y entonces tu cerebro explota. Tu sentido del ego, tu forma de percibir centralizada se ve sobrepasada. Hoy en día estamos sobrepasados por la tecnología, con toda esta información de los medios. Pero cuando en realidad estás en silencio contigo mismo, y si tienes la práctica de hacerlo, puedes recibir la información verdadera que realmente te sirve, ya sea individualmente o colectivamente.

La cita con el retorno de The Cult al Teatro Caupolicán es el próximo 9 de marzo a las 21 horas. Entradas a la venta en Punto Ticket.

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