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La palabra de Mohammad Rasoulof, el director iraní que huyó de la República Islámica

Esta semana llegó a la cartera nacional La Semilla del Fruto Sagrado, la película que el realizador filmó bajo estricto secreto y que estuvo nominada a los Oscar. En esta entrevista con Culto profundiza en su interés en hacer un largometraje alrededor de un trabajador del régimen, recuerda los momentos más difíciles del rodaje y reflexiona en torno a que su cinta haya sido la representante de Alemania en los Premios de la Academia. “Manda un mensaje importante a todos los cineastas que trabajan en condiciones similares”, sostiene.

La palabra de Mohammad Rasoulof, el director iraní que huyó de la República Islámica

En marzo de 2024 llegó una noticia para la que Mohammad Rasoulof (Shiraz, 1972) ya estaba preparado. El reconocido cineasta iraní fue notificado de que un tribunal de apelación había ratificado una condena de ocho años de prisión en su contra, dejándole sólo un par de horas para huir del país o quedarse a esperar un inminente arresto y cumplir la sentencia.

Caminó por su departamento antes de tomar una decisión. Miró las plantas que llenan cada rincón de su hogar. Finalmente eligió el exilio y empacó sólo lo necesario (dejó todos sus dispositivos electrónicos) para un viaje que sabía sería largo y difícil. Luego de 28 días y tras contar con la ayuda de amigos y de las autoridades alemanas –donde ya había vivido–, reapareció en la vida pública en mayo de ese año. En sus primeras declaraciones defendió su derecho a hacer arte y repudió la represión del régimen.

El director en enero pasado. Foto: Mike Coppola / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP

“Como cualquier otra dictadura o sistema totalitario, quieren un control absoluto sobre las imágenes que no les gustan y que confrontan la realidad de su propia existencia y su propio sistema”, señaló en ese momento en entrevista con The Guardian. Días después, en la conferencia de prensa en el Festival de Cannes, volvió a arremeter: “La República Islámica ha tomado al pueblo iraní como rehén”.

El director viajó al certamen francés para asistir al estreno de La semilla del fruto sagrado, un largometraje que filmó bajo estricto secreto en compañía de un pequeño grupo de actores y técnicos. Fue durante el rodaje de esa cinta que se enteró de la confirmación de la condena impuesta por el régimen: ocho años de cárcel y castigos físicos que incluyen azotes por hacer declaraciones públicas, películas y documentales considerados “ejemplos de colusión con la intención de cometer un delito contra la seguridad del país”. Si pudo terminarla fue únicamente porque la lentitud del proceso de apelación le otorgó algo de tiempo y porque el montaje se realizó íntegramente en el extranjero. Así, al momento en que su reclamación fue rechazada, y tuvo que abandonar Irán, la producción ya estaba muy avanzada.

La inspiración de esa obra está ligada a la anterior ocasión en que Rasoulof estuvo privado de libertad, en el año 2022. Mientras en el exterior se desarrollaban las protestas del movimiento Mujer, Vida, Libertad –originado por la indignación que provocó la muerte de Mahsa Amini a manos de la policía–, conoció a un alto funcionario de la prisión de Evin. Un día en que visitaba a los presos, él lo apartó y le confesó que quería ahorcarse en la entrada del recinto, pero que no tenía el valor suficiente para liberarse del odio que sentía hacia su trabajo. Esa experiencia se unió a otros encuentros que a lo largo del tiempo ha tenido con censores, interrogadores, jueces y fiscales, todos parte del mismo sistema de opresión.

Ocupando registros reales de esos episodios de agitación social, La semilla del fruto sagrado (desde esta semana en los cines chilenos) parte como un drama al interior de una casa. Iman, el patriarca de una familia, acaba de ser nombrado juez de instrucción del Tribunal Revolucionario de Teherán. Si ya está intranquilo debido a los disturbios que se toman la ciudad, su paranoia se desata cuando su pistola desaparece y sospecha tanto de su esposa como de sus dos hijas. Ese escenario, en que las confianzas se rompen, permite que el autor de A man of integrity (2017) y There is no evil (2020) elabore una reflexión sobre las formas de sumisión que se va complejizando a medida que el relato avanza.

“El problema es que las personas que trabajan para el régimen son todas diferentes. Yo sólo traté de crear a una de ellas. No puedo decir que las conozco a todas. Pero lo que sí pienso sobre todas ellas es que es enorme la importancia de su responsabilidad personal al ejecutar las órdenes que reciben desde arriba”, explica el director a Culto, unos días antes de acudir a la ceremonia de los Oscar en que su cinta postuló como Mejor película internacional.

-La película utiliza registros de las protestas del movimiento Mujer, Vida, Libertad. ¿Cuán cuidadoso fue con la selección de ese material, para evitar represalias en contra de las participantes?

Todo lo que ocupamos estaba en las redes sociales, por lo que era material que se había subido y publicado previamente, en lugar de tomarlo directamente de las protestantes. Entonces, en cierto modo, siento que la responsabilidad aquí no era realmente nuestra. Era de quien lo tomó y lo compartió. Pero lo que sí era importante para nosotros era usar el material exactamente de la misma manera en que se había compartido en internet. Por ejemplo, en algunos videos, si el rostro estaba borroso, lo mantuvimos así.

-Previamente ha detallado que, en su ausencia, contó con la ayuda de un asistente, pero hay sutilezas en la dirección de actores que sólo pueden ser perfeccionadas en el set. ¿Qué fue lo más difícil de no poder estar permanentemente junto a sus actores?

Por supuesto siempre hubo problemas. Entonces, en la medida de lo posible, nos centramos en la creatividad de los actores y del equipo en las múltiples ocasiones en las que no pude estar presente en el set junto a ellos. A lo largo del proceso encontramos una manera. Y me aseguré de que se escucharan mucho las sugerencias creativas de los actores, a pesar de que siempre estábamos con la prisa de filmar rápidamente. Creo que en una película como esta, tener no sólo tanta creatividad, sino también tanta pasión por el trabajo, brillando a través de los actores, fue realmente importante y me impactó profundamente.

-Ha mencionado que durante el rodaje diariamente pensaba en que ese sería su último día y no podría terminar la película. ¿Recuerda algún momento particularmente difícil?

Sí. Por ejemplo, un día estábamos filmando una escena en el departamento. Yo no estaba en el set. Mis amigos y compañeros que estaban a cargo de observar la locación desde el exterior, de asegurarse de que todo saliera bien y no hubiera nadie sospechoso, etc., de repente nos dijeron que la casa estaba rodeada. Por lo tanto, el reparto y el equipo tuvieron que abandonar la locación muy rápidamente. Fue muy difícil, sobre todo porque yo no estaba allí. Incluso si no estás allí, puedes seguir el conflicto a distancia, pero cuando pierdes la conexión (que fue lo que ocurrió) todo se siente mucho peor, porque no tienes ni idea de lo que está sucediendo y esto es una gran carga de responsabilidad. Por suerte, ese no fue el caso. Aunque, por supuesto, pausamos el rodaje durante unos días, luego empezamos de nuevo y todo parecía estar bien. En realidad nunca pudimos entender qué sucedió. Si realmente nos estaban vigilando o si era una falsa alarma o algo más que parecía sospechoso, pero como el riesgo era tan alto y todos los elementos sugerían que podríamos estar rodeados, creo que tomamos la decisión correcta.

-El título de la película es una metáfora. ¿Cómo llegó a esa idea?

Es algo que recordé de repente mientras escribía el guión: la historia del ciclo de vida de este árbol sagrado del sur de Irán. Pensé que era realmente interesante, porque dependiendo de la perspectiva de cada personaje, cuenta una historia o metáfora diferente y puedes sacar una conclusión diferente. Lo que es particularmente interesante es el hecho de que la metáfora contenida en la historia del ciclo de vida de este árbol tiene profundas implicaciones éticas. Si la miras desde la perspectiva de la hija, es una metáfora de esperanza, pero también de energía, de crecimiento, de renovación. Si la miras desde la perspectiva del padre, es una historia muy poco ética.

-La cinta está nominada a los Oscar en representación de Alemania. ¿Cómo se siente acerca de eso, que La semilla del fruto sagrado represente a un país que participó como coproductor, pero no es su país de origen?

Bueno, es agridulce. Por supuesto, estoy muy contento de que Alemania haya hecho esta elección. Pero creo que esa elección pone de relieve otras dimensiones. Por un lado, en el filme han trabajado personas de muchos países diferentes. Creo que esta colaboración en cierto modo reduce nuestras diferencias y destaca la humanidad que compartimos, nuestras similitudes y lo que nos une. Y creo que la elección de Alemania manda un mensaje importante a todos los cineastas que trabajan en condiciones similares a las mías en todo el mundo, recordándoles que siempre se puede encontrar una forma de llegar a un público más amplio. También creo que nos recuerda que las historias humanas tienen un impacto y captan los corazones y la atención de personas de culturas de todo el planeta, aunque puedan estar limitadas a una geografía muy específica.

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