Leila Guerriero a la caza de Truman Capote en España: “Nunca sentí temor de no poder encontrar cosas”

Leila Guerriero wsp
Leila Guerriero a la caza de Truman Capote en España: “Nunca sentí temor de no poder encontrar cosas”

La destacada cronista argentina publica La dificultad del fantasma (Anagrama), donde relata cómo fue su experiencia visitando la Costa Brava de España, lugar donde el célebre Truman Capote escribió parte de A sangre fría, su novela de no ficción que marcó para siempre al periodismo. En charla con Culto, Guerriero habla de aquella espectral experiencia.


Fue un encargo de la Residencia Literaria Finestres, en la Costa Brava española, lo que hizo que Leila Guerriero de repente pudiera ver un fantasma. En 1960, la Casa Saniá recibió a un excéntrico estadounidense, Truman Capote, quien venía en auto desde Francia con la idea de terminar la “novela de no ficción” en la que estaba trabajando: A sangre fría. Para el escritor, se trataba de un mero trámite. El empuje final y volvería pronto a su país. Sin embargo, las jugarretas del destino hicieron que permaneciera allí hasta el verano europeo de 1962. Recién la publicó en 1966.

La idea del actual encargado de la residencia era un libro que contara la historia de la casa, pero el hecho de que Truman Capote hubiese estado ahí, a Leila Guerriero la dejó impactada. “Yo pensé que Truman Capote había escrito A sangre fría completamente en Estados Unidos, porque allí está la ciudad donde había ocurrido el crimen”, comenta a Culto refiriéndose a Holcomb, Kansas, donde una familia completa -los Clutter- fue asesinada por dos exconvictos, Perry Smith y Richard Hickock, en 1959, hecho que Capote transformó en su célebre novela de true crime. La argentina, siempre atenta para recoger buenas historias, aceptó de inmediato y partió a buscar la huella de Capote en la Costa Brava, en el Mediterráneo.

Truman Capote

El resultado de ese esfuerzo es La dificultad del fantasma (Anagrama), que ya se encuentra en las librerías chilenas. Una crónica donde Leila Guerriero relata la vista a esa casa donde estuvo Truman Capote, y cómo fue el paso del escritor por la Costa Brava. Y acá estuvo la principal dificultad, ya que el estadounidense apenas dejó huellas. Solo se encerró a escribir y no compartió con los lugareños. Guerriero iba a buscar a un fantasma.

“Lo más complejo no fue tanto el proceso de escritura, sino afrontar la enorme dificultad de no contar con testimonios de personas que hubieran tenido una cercanía y un conocimiento real profundo de Capote. Fue ¿cómo hago para contar la historia de este hombre por aquí cuando en realidad casi no quedan huellas de su paso? Y eso se transformó en una reflexión acerca también de la importancia de recoger el testimonio cuando el testimonio todavía está fresco, cuando la memoria todavía está viva, pero no fue un libro difícil, nunca sentí temor de no poder encontrar cosas”.

Pese a ese obstáculo, Guerriero comenzó a ingeniárselas para trazar los hilos entre su situación y la del estadounidense, y encontrar algunos lugares por donde circuló Capote, como una pastelería a la que solía acudir. “Creo que salvando las enormes distancias entre Capote, que era un tipo absolutamente genial y esta señora del Cono sur, que no lo es, los dos compartíamos algo: estar en ese lugar, en ese paisaje, mirando ese mar increíble, esos bosques y estar en una experiencia de aislamiento y concentrados nada más en la escritura. Había algo ahí, una conexión de oficio, con las distancias que quieras ponerle, pero había una cosa común. Entonces, empecé a hurgar un poco en eso”.

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Foto: Magdalena Siedlecki.

¿Qué decía la gente cuando le consultabas sobre el paso de Capote?

La gente se encontraba conmigo y contaba más o menos lo mismo que le habían contado a otros periodistas antes, que Capote se vestía de tal manera. Ahora, con el tiempo los relatos se van repitiendo y se van cristalizando. Se siguen contando cosas completamente inverosímiles como que llegó en un auto con 25 valijas. Vos imagínate, ¿en qué auto entran 25 valijas? No hay manera de que entren en un auto. No sé, habrá llevado mucho equipaje, alguien dijo 25 y quedó. Nunca nadie lo discutió y eso se repite, se repite y se repite. Y así con muchas cosas.

Estuviste en dos casas por donde pasó Capote, y en la Casa Saniá estuviste -muy probablemente- en la misma habitación que lo acogió. ¿Cómo fue vivir eso?

Me alojé en la habitación más grande de la casa, muy hermosa con una muy buena vista del mar, pero no hay nadie que pueda decir que esa era la habitación de Capote. Aunque Nicolás Botero, el director de la residencia, presume que sí porque es el mejor lugar de la casa, y si vos alquilás una casa frente al mar en el Mediterráneo es de suponer que te vas a quedar con el mejor cuarto, no te vas a quedar con el más chiquito. Suponemos que ahí es donde estuvo, pero no hay una certeza 100%. Capote siempre me pareció un autor súper admirable y siempre me conmovió mucho su vida, me estremeció mucho lo que le pasó después de A sangre fría que fue básicamente un suicidio en cámara lenta y cualquiera que pueda ver esa vida desde afuera se da cuenta que eso era un camino sin retorno a la autodestrucción total.

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¿Qué lugar ocupa A sangre fría en tu biblioteca?

Un lugar importantísimo, sobre todo porque era uno de los pocos libros de referencia junto con otros como Larga distancia o La Guerra Moderna, de Martín Caparrós u Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, que eran como libros de referencia de no ficción cuando yo tenía veinte y pico de años empezaba a trabajar en periodismo. Ahora se publica muchísima no ficción periodística, pero en aquel tiempo lo que más salía eran libros de investigación, que no era lo mío. Entonces, es un libro del cual tomé muchas cosas, técnicas. Ahora, yo no podía decir que el estilo de Capote me haya influido, pero lo que sin dudas pesó siempre mucho en mí fue la idea de que Capote no era periodista y se hizo periodista a la fuerza, imaginando cómo investigar y escribir una ficción. Supongo que tiene que ver con el hecho de que yo empecé a ser periodista sin ser periodista, un día me dijeron tengo un trabajo para vos como redactora y yo dije ok. Supongo que ahí hay una conexión muy fuerte.

Leila comenta que tiene tres ediciones de A sangre fría en su biblioteca. “La edición original está completamente destrozada, marcada, doblada, tiene el lomo roto 500 mil stickers. Mi biblioteca está muy viva: los libros entran, salen, vuelven, y con los años este libro entró y salió decenas de veces de la biblioteca para dar clases, para escribir algo, para revisarlo. Para mí es un libro importantísimo”.

La dificultad del fantasma

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