Lo que dejó Lollapalooza 2025, entre el espíritu del rock y el acento latino

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Foto: Guille Salazar

Lollapalooza toma nota, apunta y corrige. Hay lineups más memorables que otros y versiones con mejor línea media tras la espectacularidad de los cabezas de cartel, indiscutidos este año. El capítulo 2025 fue un espejo del momento, con mejoras en algunos detalles y asuntos pendientes a resolver. Pero con todo, destacó con nombres como Olivia Rodrigo, Ca7riel & Paco Amoroso y Tool.


En redes un posteo random quejumbroso, decretó que Lollapalooza no era una experiencia apta para gente que realmente sabe y disfruta la música. La pataleta aseguraba que estaba lleno de influencers y rostros de la tele cuya única intención era subir imágenes, sin disfrutar la esencia de un evento de estas características, que debiera depender, al parecer, de estar concentrado mirando los distintos escenarios como quien asiste a un museo con actitud reflexiva.

No existe manual alguno que dictamine cómo se debe experimentar y disfrutar una cita así. Hay gente que está de espaldas mirando el cielo mientras al frente están tocando Tool o Alanis Morissette, o disfrutando un número secundario mientras a un headliner se le llenan los ojos de lágrimas, como sucedió el sábado con Justin Timberlake. Hay gente que graba todo lo que puede. Hay gente que va con tacos, gente que se engalana como si se tratara de año nuevo, familias que van vestidos todos iguales. Gente que acude con botas ortopédicas. Gente que camina de acá para allá entre los distintos escenarios como estafeta en las trincheras, y termina igual de empolvada y sudada acumulando decenas de kilómetros durante los tres días.

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La masa no tiene reglas para gozar, excepto no molestar, poner en riesgos a otros y cuidarse a sí misma. Por cierto, hay gente dispuesta a endeudarse en largas cuotas -una decisión personal- para asistir a Lollapalooza.

¿Había influencers y gente de la tele cuya única intención era subir imágenes y promocionarse en este mundo, donde todos nos transamos de una forma u otra? Si, absolutamente -también mucho menos que en otras ediciones, rostros menos rutilantes-, y allá ellos. A Lollapalooza han ido ministros, capos de la banca, y modelos que no salen del VIP porque no tienen idea y no les importa quién toca.

Pero también hubo 80 mil personas diarias en el parque Bicentenario de Cerrillos, esa vieja pista de aviones que por años nos conectó al mundo, que también quedó chico. Ese paño reconvertido ahora permite otra clase de conexión de Chile con el mundo. Santiago se transforma por unos días en una fiesta internacional que acapara la atención mediática, donde se debate cómo estuvo, encontrando generalmente todo bueno en esta época en que la industria de los espectáculos cuida su narrativa más que nunca.

El proceso de democratización de su público ha sido progresivo e irreversible. Cuando arrancó en 2011 era una cita de élite con hordas de jóvenes de los estratos más altos perdidos en el metro y descubriendo el parque O’Higgins, con un porcentaje importante de jovencitas aptas para una pasarela. Pero eso ya fue y desde hace años. Persistir con la cantinela de que se trata de un evento exclusivo no es más que mala leche y desconocimiento en terreno.

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Benson Boone, una de las figuras emergentes del pop actual estuvo en Lollapalooza 2025

Lollapalooza Chile no es exactamente una reunión popular como encarna el Festival de Viña, pero se nutre de una clase media trabajadora que se da el gusto de ir a un evento donde puedes ver varios números de categoría internacional al aire libre -al final sale a cuenta si se compara con el boleto a un solo artista-, despidiendo el verano o recibiendo el otoño. Como dijo Joe Vasconcellos el viernes, “feliz solsticio”.

Los festivales reflejan el consumo musical, lo que está de moda y las tendencias. También son un reconocimiento a la trayectoria, un espacio para los clásicos. Este cartel confirmó que el urbano en sus distintas formas concentra la mayor oferta y demanda. Si en sus comienzos en 2011 dominaban los artistas anglo, la proporción ahora es al revés. Solo los headliners provienen del hemisferio norte, y en esta edición se les reservó mayoritariamente desde el atardecer en adelante. El resto, todo en nuestro idioma.

Este hecho, que suele horrorizar a generaciones más veteranas que desprecian el urbano, da cuenta -gusten o no sus formas musicales- de que vivimos una era dorada de la música en español que el festival no puede obviar. Podemos discutir su calidad y variables, en tanto resulta insoslayable que hay un mestizaje activo y voluptuoso, que no todo puede ser resumido como reggaetón o trap, y que esas mismas casillas han acusado recibo de las críticas por la escasa musicalidad, experimentando mezclas con la integración de géneros e instrumentación tradicional.

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Los argentinos C7triel & Paco Amoroso brindaron uno de los mejores shows de Lollapalooza 2025

Cuestión de costos, no olvidar también que se trata de una industria. No se puede olvidar que es más barato contratar a un solista acompañado de un productor que dispara bases ahorrando una banda completa, como lo hizo el venezolano Micro TDH, un buen cantante por lo demás.

Este último fue parte de un generoso contingente de artistas de ese país, una histórica factoría de figuras del espectáculo. La colonia más numerosa del momento -un 38% de los extranjeros en Chile- son un mercado ineludible, como Argentina sigue siendo un proveedor tradicional de música, desde Ca7riel & Paco Amoroso, catapultados por el formato Tiny desk concerts, a Babasónicos.

El urbano está asentado pero el rock aún tiene la última palabra cuando se trata de lo mejor de esta última edición. Con 22 años, Olivia Rodrigo es una perfecta encarnación del pop rock, como Alanis Morissette es la madre superiora de la categoría, en excelentes condiciones artísticas a 30 años de dejar atrás un empaque pop fallido, para reconvertirse en heroína generacional enrabiada y sincera.

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La estrella Olivia Rodrigo sorprendió con su actitud y su energía en Lollapalooza

Lo de Tool el domingo es un punto aparte en la historia de Lollapalooza. Como seres de otra dimensión musical representantes de una noción total del espectáculo, con una imaginería perturbadora y atractiva sin paralelo ligada a la ciencia ficción, ensamblada en una pandilla de extraordinario talento puntillosa con el sonido, la potencia y la precisión, quedan en lo más alto de la bitácora del evento.

Con la excepción de la música regional mexicana que eventualmente puede recalar en Lollapalooza, las vetas más populares estuvieron presentes. El romance fue el tema central del menú, con incontables canciones sobre amoríos filtrados por redes sociales. Lo dicho. El festival es un reflejo del momento.

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Alanis Morissette brindó un show que apeló a la nostalgia y el mensaje social

Siempre se pueden apuntar detalles y mejoras. Es cada vez mejor la disponibilidad de puestos de hidratación, al fin un bicicletero generoso y a la vista, la distribución de los puestos de comida, y la disponibilidad de cajeros para cargar las pulseras. La oferta culinaria sigue concentrada en la comida chatarra, lo que abre un flanco en busca de opciones más saludables y gastronomía internacional.

El acceso de la estación Cerrillos colapsa después de las 23:00 horas, pero es un tema del diseño de la parada. Tampoco es un drama, como si lo fue en 2022, el primer año en el parque Bicentenario, cuando era imposible salir del recinto por una mala planificación de las vías de acceso y el flujo de público.

Lollapalooza toma nota, apunta y corrige. Hay lineups más memorables que otros y versiones con mejor línea media tras la espectacularidad de los cabezas de cartel, indiscutidos este año. El capítulo 2025 fue un espejo del momento con el viernes proclive a las mujeres, un sábado romántico e intenso entre Alanis, Justin Timberlake y Mon Laferte -que merece de una vez por todas un escenario central-, y el cierre de ayer domingo marcado a fuego gracias a Tool.

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