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Los Bunkers en el Nescafé de las Artes: cada vez más cómodos con las guitarras de palo

En el arranque de su residencia de 25 fechas en el recinto capitalino, el grupo presentó su espectáculo acústico, cada vez más pulido. El repertorio del MTV se matiza con otras canciones no incluidas en el set original, como una interesante lectura para La exiliada del sur y Quien fuera. La habitual artesanía del grupo ha logrado cuajar en un show redondo, con diferentes momentos y un sonido que gana con los pequeños teatros.

Foto: Pedro Rodríguez

Tras una serie de 29 fechas de su actual gira acústica, entre Chile y México, Los Bunkers acometen un nuevo hito para su carrera. Una residencia de 25 shows en el teatro Nescafé de las Artes, un lugar que tiene una cierta conexión con la historia del grupo; acá ofrecieron algunos memorables conciertos, como el del lanzamiento de su segundo disco, Canción de lejos (2002), cuando eran una fuerza en ascenso en la música chilena.

Ya como un grupo maduro, presentan un espectáculo que los acerca a un formato más íntimo, replicando el sonido de su MTV Unplugged, que a la vez refresca su repertorio. Tras la exitosa gira Ven Aquí, concentrada en estadios con su habitual formación eléctrica, el contraste con el sonido acústico es el principal gancho.

En la previa, pasó la presentación de apertura de Dulce y Agraz, la autora penquista que ya había participado en el show de la banda en el Estadio Ester Roa, de la gira Ven Aquí. Con un repertorio concentrado en su material más reciente, donde destacan temas como Íbamos y Cuándo y dónde, la artista desplegó su capacidad como intérprete, su trabajado acting y la fina pluma de sus letras.

Pasadas las 20.00 horas, se apagaron las luces, con el consiguiente aplauso del público. De inmediato sonó por los parlantes la clásica Charagua, la inmortal pieza instrumental de Inti Illimani, una de las referencias más claras del grupo. El ejercicio sirve como una suerte de cortina; se corre el telón, se ve a Los Bunkers, el respetable brama y comienzan a tocar No me hables de sufrir, la primera canción de la noche. El solo de theremin tocado por Martin Benavides hacia el final, replicando el teclado de la original, es un aporte al marcar un timbre distinto de la masa de guitarras. Luego, casi de inmediato, siguen con Yo sembré mis penas de amor en tu jardín.

Foto: Pedro Rodríguez

Tal como se ha presentado en la gira hasta ahora, se mantiene la escenografía armada a partir de sacos (de comino, papas, etc), aunque en un tamaño más reducido. También se ven las lámparas de lágrimas propias de la estética de esa sesión.

Un poco como cuando presentaron Canción de lejos en este mismo lugar, la gente corea Las cosas que cambié dejé por ti, en que se destaca su rítmica abolerada y la guitarra solista de Mauricio Durán, con un evidente toque latino.

El paso de 29 conciertos previos ya muestra al grupo mucho más afiatado con el repertorio acústico. Además el pequeño recinto de la calle Manuel Montt juega en favor del espectáculo y el sonido. Permite además apreciar algunos detalles, como el trabajo de Martin Benavides en su acompañamiento de vibráfono cuando tocan El Necio (y por supuesto, suenan los versos de Jorge Teillier, tal como en la versión del MTV Unplugged).

Luego viene el segmento más emotivo en que el grupo al completo pasa al frente, cantando formados en hilera. Cancamusa sale de la batería y pasa al bombo. Hacen Calles de Talcahuano, donde el peso recae en las voces de Álvaro López, Mauricio y Francis Durán, reforzadas con la mexicana Carmen Ruiz (quien también toca el acordeón) y Cancamusa. De inmediato siguen con el ensamble de Canción para mañana y Al final de este viaje. La combinación entre el cuatro, la mandolina, el tiple, el acordeon, la guitarra y las percusiones crean una contundente masa sonora. Es Nueva Canción Chilena, sin ser Nueva Canción Chilena.

El segmento cierra con su revisión para La exiliada del sur, un tema habitual en el repertorio del grupo. La frase inicial en el tiple es un guiño a la grabación de Inti Illimani del legendario disco Autores Chilenos, pero el acordeón y los arreglos de vientos de Sergio Ramírez y Víctor Contreras, logran una nueva lectura. Y una novedad; Carmen Ruiz y Cancamusa sorprenden cantando el verso final, el de “desembarcando en Riñihue se vio a Violeta Parra”.

Un detalle fue el entusiasta público que entre canción y canción se hizo notar con sus gritos al grupo. Los músicos simplemente responden con su habitual simpatía.

Viene Entre mis brazos, un tema que no estaba en la sesión Unplugged, donde destaca una introducción al tiple tocada por Gregorio “Goyo” Madinagoytía, profesor de música lotino, amigo de parte del grupo desde la infancia y que los ha acompañado en otros momentos. También suenan los arreglos de Benavides en el vibráfono y el órgano tocado por Carmen Ruiz que se luce en la coda.

A continuación siguen con Rey, el single que marcó su regreso, y se ha ido consolidando como pieza con el rodaje en vivo. Más con el aporte de Cancamusa cantando el coro. Luego, su lectura para Let’em in, en un arreglo de Wings andino, con las frases de flautas del tema original traducidas a quenacho, quenilla y quena.

Sube a escena el cuarteto Austral (integrado por Javaxa Flores y Maracena Mendoza, en primer y segundo violín, Priscilla Valenzuela en viola y Valentina del Canto en cello), para tocar el segmento que hicieron en el Unplugged (el primero que se grabó ese 9 de octubre en Machasa). Incluso un fondo negro cubre la escenografía de arpilleras como para emular la puesta en escena de aquella jornada.

El público guarda silencio para escuchar la introducción que abre el arreglo de Raúl Céspedes para Llueve sobre la ciudad. Sigue El hombre es un continente, donde destacan las cuerdas y el ritmo atresillado que subraya el rasgueo de la mandolina y el charango. El pandero de cueca que mete Martin Benavides en el segundo verso, refresca la canción.

Foto: Pedro Rodríguez

Pasa Si estás pensando mal de mí, aunque sin Meme del Real, quien estuvo de visita esta semana en Santiago. Antes de seguir, reciben el cartel dibujado por una niña que pedía un saludo a su papá que estaba de cumpleaños. Diligentes, improvisaron un “cumpleaños feliz” con Álvaro López echando mano a su histrionismo.

El segmento cierra con Quien fuera, otra que no estuvo en el Unplugged, y también con el acompañamiento del cuarteto Austral. La percusión tocada por Cancamusa en bongo y Francis tocando la guitarra sentado en la escalera que baja del escenario, le dan un toque especial para un tema coreado fuerte por el público. Debió estar en el show original, sin dudas.

En el tramo final del show pasan temas como Sur, Noviembre, la lectura de Quiero dormir cansado y sorprenden con La Velocidad de la luz, en que suman el dobro y la armónica de Francis, además del usual solo de bajo de Gonzalo López. También tocan Una nube cuelga sobre mí, habitual momento dedicado a los niños, y que tuvo a un emocionado chico que cargaba un muñeco de Juan Carlos Bodoque de 31 Minutos (cuya voz suena en un momento del tema), invitado a cantar en escena.

Al cierre, como bis, los dos temas más encendidos; Cancamusa entra sola tras la pausa, para arrancar desde la batería la lectura en cumbia de Ven Aquí que desata el entusiasmo del respetable. Y más al tocar Bailando solo extendida con Heart of glass, de Blondie, que tiene a Carmen Ruiz como una Debbie Harry de turno y el regreso del Cuarteto Austral a escena. Todo coronado con la aparición de una bola de disco que baja desde el cielo. Las luces se apagan. La bola brilla. Un final en alto, con el ensamble instrumental generando un momento emotivo. Así, el primer show de la residencia de Los Bunkers en el Nescafé de las Artes arrancó contundente y con el fiato logrado en la carretera.

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