Su regreso a la novela, después de 30 años, estuvo abrazado a su historia más personal. En 1997 la escritora y periodista Marta Blanco publicaba su segundo libro en el género, Maradentro. Cruzando narración e imágenes sutiles y expresivas, la autora entregó un relato inspirado en la muerte de su hijo Jorge, ocurrida en 1985. “No lo escribí como catarsis. No, entonces yo no podía hacer nada. Pero en la propia vida está incrustada la muerte y corresponde a un escritor reflexionar sobre ello”, dijo.
El libro logró una entusiasta recepción crítica y rompió la distancia de la escritora con la literatura: tras Maradentro publicó La emperrada (2001), inspirada en la historia de Constanza de Nordenflycht, amante de Diego Portales, y Memoria de ballenas (2009), premio del Círculo de Críticos de Arte.
Nacida en Viña del Mar en 1938, la escritora murió este miércoles a los 82 años, según anunció El Periodista, medio donde colaboraba. “Nos regaló sus letras, pero sobre todo su amistad, cariño e inteligencia”, afirmó el director Francisco Martorell.
Como periodista trabajó en El Mercurio y revista Paula y tras el golpe militar fue designada directora del canal de la Universidad de Chile, cargo que ejerció entre 1983 y 1984, para luego asumir como agregada cultural en Francia. Desde mediados de los 90 dirigió talleres literarios y se integró como profesora en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica.
Ex pareja del escritor Enrique Lafourcada, debutó en la literatura con la novela La generación de las hojas, en 1965. Amplió su obra con dos libros de cuentos, Todo es mentira (1974) y Para la mano izquierda (1990), donde exhibió destreza narrativa, un estilo cuidado y economía lingüística.
En su regreso a la novela, inspirada en la pérdida de su hijo, decía: “Lo que he escrito lo tomé de la cristiandad. No creo que esta travesía sea tan insulsa, que no tenga sentido. No me parece que el proyecto hombre, por cómo ha ido desenvolviéndose a lo largo del tiempo, nos esté diciendo lo que algunos leen: que aquí no hay nada. Me parece lo contrario, que nos está diciendo que hay un sentido, y en ese sentido y en esa voz superior yo creo”.
Admiradora de Benjamín Vicuña Mackenna y los grandes cronistas del país, en su última novela cruzó leyendas y memorias, con personajes como Juan Fernández o Francis Drake, a través de la historia de una abuela que narra sus antepasados a su nieta. “Las grandes contadoras en las familias siempre han sido las mujeres”, dijo entonces.