“¡Toque de cala-cuerda!”: Sangra, el dramático combate en que Chile no se rindió en la sierra peruana

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“¡Toque de cala-cuerda!”: Sangra, el dramático combate en que Chile no se rindió en la Sierra peruana. Representación artística del combate por Nicolás Guzmán.

Fue durante la Guerra del Pacífico cuando una fuerza expedicionaria chilena que iba de retorno a Lima desde la sierra peruana se encontró ante un adversario que lo superaba en número. Bajo el mando del capitán José Luis Araneda, los chilenos resistieron y Araneda rechazó el pedido de rendición formulado por los enemigos. Hasta hoy se discute el resultado del combate, pero un historiador chileno da su visión en Culto.


Hacia 1881, y con el Ejército chileno ocupando Lima, la capital del Perú, la Guerra del Pacífico parecía entrar en su recta final. Por ello, los primeros esfuerzos bélicos se concentraron -entre otras cosas- a terminar con los focos de resistencia peruanos que se habían concentrado en la Sierra, como llaman a la Cordillera de Los Andes en el país vecino. En la historiografía chilena se le conoce como La campaña de la Sierra (o de la Breña).

Por ello, desde la ocupada Lima se organizó una expedición que fue dirigida por el coronel Ambrosio Letelier. “Se envió a la sierra central peruana una expedición al mando del coronel Ambrosio Letelier para limpiar de montoneras las cercanías de Lima ubicadas en el valle del río Rímac y luego las fuerzas chilenas debían ocupar el Departamento de Junín”, explica a Culto el historiador Rafael Mellafe, especialista en historia militar.

La “Expedición Letelier” pasó tristemente a la historia por la conducta de los nacionales en el terreno: abusos contra la población local, robos e incluso penas de muerte. Eso creó una animadversión de los pobladores -de origen indígena- hacia los chilenos, en una zona donde la guerra no había pasado. En palabras del historiador Gonzalo Bulnes en su célebre libro Guerra del Pacífico, “es una triste página de la Guerra del Pacífico”.

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El coronel Ambrosio Letelier.

Fue en el marco de esa campaña donde ocurrió uno de los hechos de armas más recordados del conflicto. Mellafe comenta que, tras partir, la expedición Letelier debió ser reforzada. “La fuerza inicial estaba integrada por unos 700 hombres, pero rápidamente quedó claro que eran insuficientes. Por eso se envían refuerzos consistentes en cinco compañías del Regimiento Esmeralda y una compañía adicional del Regimiento Buin, ésta última al mando del capitán José Luis Araneda”.

Meses después, cuando la expedición Letelier debió emprender regreso a Lima, Araneda tuvo una misión crucial. Fue su fuerza la encargada de defender el retorno , y por ello, se ubicó en la Hacienda de Sangra, o en rigor, Sangrar, aunque de hecho, esa no era su posición original. “Araneda y su gente fue enviada a resguardar el paso Las Cuevas, por donde se suponía que pasaría Letelier en su retorno a Lima. La hacienda Sangrar queda muy cerca de ese paso y Araneda decidió establecer campamento en las casonas de dicha hacienda”, explica Mellafe.

En ese lugar se desarrolló el Combate de Sangra (o de Sangrar). De acuerdo al historiador Gonzalo Bulnes, el Combate de Sangra fue “pequeño en sí como acción militar, pero de bastante significado moral”. Rafael Mellafe puntualiza un detalle: La hacienda en la cordillera peruana, cuyos dueños era la familia Vento, se llama ‘Sangrar’ es por eso que la forma correcta para referirse a este hecho de armas es ‘Combate de Sangrar’”. Ocurrió el 26 de junio de 1881.

Sangra
La Hacienda Sangrar, en foto del año 2018. Cortesía: Rafael Mellafe.

Todo comenzó el 20 de junio de 1881, cuando Araneda ocupó la casa, bodega y capilla de la hacienda Sangrar. “Apostó centinelas en las cumbres cercanas y esperó el paso de las tropas chilenas -señala Mellafe-. El día domingo 26 de junio de 1881, Araneda, decide dejar a un grupo de 14 hombres en el paso Las Cuevas como centinelas y dos en las cumbres. El sargento Zacarías Bisivinger y 6 soldados fueron enviados a una hacienda. Un cabo y 4 soldados quedan de vigías y los 53 restantes en la hacienda”. Es decir, 81 soldados en total.

Para Gonzalo Bulnes, esa decisión de dividir a sus hombres no fue la adecuada. “Cometió el error de fraccionar su escasa fuerza y repartirla en grupos sin tener la necesidad de mantenerla en block para el caso de un ataque sorpresivo, que todo le hacía preveer”. Y así fue, el 26 de junio justamente llegó al lugar una fuerza peruana, superior en número a los chilenos, Gonzalo Bulnes estima que su número “no serían menos de 300″. Esta partida peruana apostó a atacar en masa con tal de sobrepasar a los efectivos nacionales. Una maniobra que se repetiría mucho en la campaña de la Sierra, por ejemplo, en el Combate de La Concepción.

Rafael Mellafe cuenta cómo fue el combate. “A media mañana aparecen por la Hacienda Sangrar las tropas del coronel Manuel de la Encarnación Vento (hijo del dueño de la hacienda) al frente del Batallón de Infantería Nº 1 de Canta con 240 hombres, una columna de voluntarios de 40 plazas, 450 milicianos del coronel José Simón Anta y algunos cientos de indios. Cerca de la una de la tarde, las tropas peruanas se lanzan en masa al ataque, tanto a los que estaban de guardia en el paso de Las Cuevas como en la hacienda misma. Un grupo de soldados chilenos se hace fuerte en la capilla, mientras el resto resiste en la casa patronal”.

Los peruanos atacaron de manera constante incluso recurriendo al fuego. “Vento ordena atacar en forma continua y se lanzan sobre las defensas chilenas -dice Mellafe-. También se ordena quemar la iglesia, para así obligar a los chilenos a abandonar esa posición”. Sin embargo, según Mellafe, los peruanos no estaban preparados para mantener el asedio por un tiempo muy prolongado: “Mientras tanto el combate sigue sin perder intensidad. Vento está consciente de que sus tropas no habían comido ni bebido en muchas horas y que, agobiadas por el cansancio, se podían dispersar. También le preocupaba que el grueso de la División Letelier pudiera aparecer en cualquier momento”.

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Representación del Combate de Sangra.

Tras dos horas de fuego, Gonzalo Bulnes señala que Vento ordenó parar el fuego y le intimó rendición a Araneda. “Alzando la voz, pues las lineas estaban a quemarropa, le pidió que se rindiera, ofreciéndole la vida salva, manifestándole que no podía resistir al número, que no tenia esperanza de auxilio”. ¿La respuesta de Araneda? La leemos de su propio puño y letra en su posterior parte del combate: “Por toda respuesta hice repetir varias veces (al corneta) el toque de cala-cuerda”. Es decir, la señal de ataque.

Lo que Vento no sabía, era que un par de factores posibiltaron que Araneda y sus hombres pudiesen resistir. “El teniente Guzmán había logrado arribar a Casapalca donde se dispuso el envío de compañías del Esmeralda y del 3º de Línea partiesen de inmediato hacia la hacienda de Sangrar -relata Mellafe-. Afortunadamente Araneda tenía una importante provisión de munición que le permitió resistir prácticamente toda la noche. Los soldados heridos recargaban las armas y el resto las disparaba desde las ventanas de la casa patronal”.

De este modo, los peruanos no sobrepasaron a los hombres de Araneda. “A las 2 de la mañana, Vento se retira llevando a sus heridos”, indica Mellafe. El combate había terminado. Araneda mantuvo su posición y los peruanos se retiraron.

José Luis Araneda wsp
El capitán José Luis Araneda.

¿Tuvo esta batalla algún valor estratégico? Mellafe es categórico: “Ninguno. (Ambrosio) Letelier y su gente no pasaron por Las Cuevas, trasmontó por otro paso. Es por esta razón (no tener importancia estratégica) que se le denomina combate y no batalla”. Sin embargo, para Mellafe su importancia radica en otro aspecto: “Militarmente o políticamente no tuvo consecuencia alguna. Lo importante aquí es resaltar la decisión de Araneda de resistir hasta las últimas consecuencias. De hecho, a las fuerzas que llegaron a Sangrar como refuerzo, les extrañó que nuestra bandera siguiera flameando en su lugar, quería decir que no se habían rendido. Creo que eso marca todo lo que vendría después en la Campaña de la Sierra, la más larga de la Guerra del Pacífico”.

Gonzalo Bulnes también hizo un balance similar: “Este combate es un episodio que revela el temple de un ejército. Cada vez que los chilenos en el Perú se encontraron en frente del enemigo no contaron el número propio o el ajeno. Creyeron que su deber era luchar hasta el sacrificio, cualesquiera que fueran las condiciones de la refriega, y a este mandato superior de su patriotismo y de su honor obedecieron en Sangra”.

Tanto en la historiografía chilena como peruana se adjudican el triunfo en Sangrar, pero Rafael Mellafe tiene clara su postura: “Fue victoria chilena. Existe en el Perú una corriente que plantea que fue victoria peruana ya que Araneda se retiró de la hacienda, es decir, su tesis es que al irse dieron por perdido el combate. Esta posición es ridícula ya que utilizando el ismo prisma, la batalla de Tarapacá la hubiésemos ganado nosotros ya que la fuerza peruana de Buendía se retiró. Lo importante aquí es la acción bélica, el hecho de armas y, sin duda, fue victoria chilena”.

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