Prohibido reparar Hawker Hunters
En 1974, obreros de Rolls-Royce en Escocia se negaron a reparar los motores de aviones de la Fuerza Aérea Chilena en protesta por el Golpe. La cinta Nae pasaran, recién premiada en Gran Bretaña, cuenta su historia.
Los tiempos de gloria de East Kilbride, una de las ciudades satélites alrededor de Glasgow, quedaron atrás. El año pasado cerró sus puertas la vieja planta de Rolls-Royce donde Bob Fulton, Robert Somerville, Stuart Barrie y John Keenan trabajaron gran parte de su vida, pero ellos aún están vivos para contar algo de la épica de su juventud.
Hay un momento en particular del que jamás se olvidarán: en marzo de 1974 se negaron a reparar cuatro motores de aviones Hawker Hunter provenientes de la Fuerza Aérea Chilena en protesta contra el Golpe Militar de 1973.
Rolls-Royce proveía de esas partes a los jets británicos, que eran además del modelo que bombardeó La Moneda meses antes, y el hoy nonagenario Bon Fulton sospechó que echarle una mano a aquellas turbinas era algo así como mancharse con sangre. Era el más díscolo e insolente del grupo.
No está claro aún si los motores que llegaron a la planta eran exactamente de los mismos aviones del 11 de septiembre, pero Barrie, Fulton, Keenan y Somerville quieren creer que sí. Y si no, están convencidos que su acción fue más que un corajudo gesto de simple solidaridad. La historia de estos trabajadores es recogida en el documental Nae Pasaran (2018), del realizador chileno afincado en Escocia Felipe Bustos Sierra (1977).
Estrenada la semana pasada en salas de toda Gran Bretaña, la cinta de no ficción acaba de ganar el domingo pasado el premio Bafta de Escocia a la Mejor Película, superando a The party's just beginning de la actriz y realizadora Karen Gillan (Guardianes de la galaxia) y Anna and the apocalypse, el muy bien criticado filme de horror de John McPhail. Se trata de galardones importantes, pero además es un reconocimiento a un tipo de personajes que representa un país y una Europa que ya no existe más. Es esencialmente una nación donde los inmigrantes no eran un problema.
Mejor dicho, no eran sentidos como un problema.
Hoy todo ha cambiado y los cuatro protagonistas lo hacen sentir en cámara. También dejan en claro que los mejores tiempos de los sindicatos han pasado. Hoy, una acción como su negativa a revisar los motores, los dejaría en la calle de inmediato. Uno de ellos, Stuart Barrie, lo plantea en el documental: "Esto era en los tiempos en que el movimiento de trabajadores era fuerte".
Motores prohibidos
Programado para estrenarse en el primer semestre del 2019 dentro del circuito de exhibición de documentales Miradoc en Chile, Nae Pasaran ha recibido en general muy buenas críticas en los medios británicos. The Observer la llamó una "película inesperadamente emotiva" y The Scotsman, uno de los periódicos más importantes en Escocia, sostuvo que "con un admirable, bajo perfil la cinta explora la fundamental decencia de un grupo de hombres que tomaron una posición".
Jorge Bustos Sierra le da la palabra a los ex trabajadores de Rolls Royce, que lograron mantener el boicot a la mantención de los motores chilenos entre 1974 y 1978, pero también hay importantes testimonios de ex presos políticos chilenos y, en un lugar destacado, aparece una entrevista al ex comandante en jefe de las Fuerza Aérea Fernando Rojas Vender (1995-1999). En el año 1999, el ex general de la Fuerza Aérea Mario López Tobar publicó un libro donde identificaba a Rojas Vender como uno de los pilotos que bombardeó La Moneda desde su Hawker Hunter.
A medida que avanza Nae pasaran, cuyo título es un juego de palabras con acento escocés de la consigna republicana en la Guerra Civil Española, se contrastan los recuerdos de los trabajadores de Rolls-Royce con la información que reunió Bustos Sierra.
Bob Fulton, quien inició la acción de protesta y solidaridad con los chilenos, rememora entre risas y algo de nostalgia lo que primero dijo al ver los fierros aeronáuticos que llegaban de Chile: "Eran unos ejes de compresión. Decían 'Chile engine'. Y yo pensé y luego expresé en voz alta: 'Soy cristiano y voy a boicotear estos motores por razones morales'". A Fulton no sólo lo siguieron Barrie, Keenan y Somerville, sino que cuatro mil trabajadores.
Los motores quedaron marcados con cinta negra, señal de que no debían ser reparados por los operarios de la fábrica. Aunque hubo tres países (India, Israel y Sudáfrica) que fueron a la ayuda del gobierno de Pinochet con repuestos para los Hawker Hunter, el único lugar del mundo donde podían repararse con garantías era la planta escocesa de East Kilbride. Ahí se habían fabricado.
Los trabajadores dejaron las máquinas a la intemperie y al poco tiempo cayeron bajo el manto de la herrumbre. Según ellos, eso bastaba para inutilizarlos. Curiosamente, durante una noche de 1978, los motores desaparecieron. De acuerdo a las investigaciones del realizador Felipe Bustos Sierra, retornaron clandestinamente a Chile, donde habrían sido reincorporados a sus aviones, funcionando hasta los años 90. Al parecer, Rolls-Royce se los habría devuelto a la Fuerza Aérea Chilena, poco antes de que Margaret Thatcher asumiera el gobierno en Gran Bretaña.
Los obreros de East Kilbride no creen demasiado esa versión, y si la creen, están seguros que al menos aquel boicot entre 1974 y 1978 es insuperable. Arriesgaron su vida laboral y enviaron una señal a 12 mil kilómetros de distancia. El gesto dura hasta hoy: en 2015, Fulton, Keenan y Somerville fueron condecorados por el gobierno chileno con la medalla Bernardo O'Higgins, una de las más importantes reservada a los extranjeros.
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