Rossy de Palma, actriz española: "Un artista no es ícono de nada si no agita ni provoca"
La musa de Pedro Almodóvar enciende la pantalla en La Madame, la cinta de la realizadora francesa Amanda Sthers. Desde Madrid opina sobre cine, migración y feminismo: "No estoy con la victimización".

Cuando Pedro Almodóvar conoció a Rossy de Palma en un bar de la escena underground madrileña, no pudo despegar sus ojos de esa mujer de nariz pronunciada, mirada penetrante y aspecto estrafalario. Corría la segunda mitad de los 80, y el entonces joven director español, quien ya se había dado a conocer con su filme Entre tinieblas (1983), se alistaba para el rodaje de La ley del deseo junto a la actriz Carmen Maura. Pero tras su primer y azaroso encuentro con esa desconocida mesera de origen asturiano, que además "rockeaba como pocas otras chicas", lo obligó a retroceder unos cuantos pasos en la producción y a incluirla en el reparto.
"Allí interpreté a una periodista, y el primer día de grabación Pedro le dijo a la maquilladora: 'No la maquilles, que ya lo hará ella sola'. Lo mismo hizo con el pelo y la ropa. Pienso que quiso reflejar de la forma más fiel mi look en ese momento, pero no me sentí realmente una actriz hasta cuando hicimos Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). El comprendió como pocos mi inquietud creativa, y esa ha sido la vara para escoger los proyectos en los cuales me he embarcado. Por eso siempre digo que Pedro es un tatuaje maravilloso en mi vida", comenta Rossy de Palma desde Madrid, adonde retornó tras vivir siete años en París.
Convertida en una de las actrices más icónicas del cine español de fines del siglo pasado, además de la musa de diseñadores como Jean Paul Gaultier y Thierry Mugler, De Palma ha vuelto a encender la pantalla a sus 53 años con La Madame, la nueva película de la francesa Amanda Sthers que desde la semana pasada se exhibe en salas locales.
La historia, una breve y ligera comedia por donde se le mire, muestra al desgastado matrimonio compuesto por Anne (Toni Collette) y Bob (Harvey Keitel), quienes parten a vivir a París junto a sus tres mucamas. Mientras él se las arregla para enderezar las arcas familiares, poniendo incluso a la venta un Caravaggio original, ella organiza una cena en la nueva residencia. Inicialmente serían 12 los comensales, pero a última hora su esposo decide invitar al único hijo de su primer matrimonio, un joven escritor que ha cautivado a la crítica.
La superstición de Anne, sin embargo, quien se niega a que haya 13 juegos de cubiertos sobre la mesa, la obliga a pedirle a una de sus sirvientas, la carismática María (De Palma), que se camufle entre los invitados. Debe comer, hablar, reír y beber poco, pero la mujer, presentada ante el resto como una descendiente más del reino de Asturias, acaba siendo el alma de la fiesta y sacando suspiros a un dealer de arte: el mismo que se ha encargado de echar a andar la autentificación del famoso cuadro.
"Amanda escribió esta película para mí con mucho cariño, y resultó ser un personaje hermoso, una Cenicienta en tiempos modernos. Y compartir además el set con Toni Collette y Harvey Keitel fue una gozada. Para mí es una pequeña joyita", dice De Palma al teléfono. Las críticas al filme, sin embargo, no han sido condescendientes, si bien destacan el desempeño de la actriz. "La sátira es esencialmente conservadora, pero la actuación de Rossy de Palma es elegante", escribió Peter Bradshaw en el diario británico de The Guardian. Para el crítico de La Tercera René Martín, "la real protagonista aquí es la (actriz) española (...). La Madame funciona bien cuando María, quien es la sirvienta jefa de la mansión de Anne, está en pantalla".
¿Qué le atrajo de esta historia?
Posee una crítica social, que es lo que más me interesa. Mi personaje es una migrante española, y la migración ha sido una de mis grandes obsesiones. No es una crisis, resulta serlo por cómo la llevamos, pero la historia del hombre está hecha de migraciones. Como suelo decir, si el espermatozoide no emigrara al óvulo, y el óvulo no le dejara inmigrar, aquí no estábamos ninguno de nosotros. Yo nunca me he sentido una migrante, sino una ciudadana del mundo, una masa fronteriza.
¿Cómo ha visto a la industria del cine en la era #MeToo?
Las mujeres tienen que hacer como Amanda, que ha escrito y dirigido, y no esperar a que nadie nos haga las cosas ni menos victimizarnos. Aunque practico la sororidad entre mujeres, no estoy para nada con esa victimización que te ata a las raíces más odiosas. Prefiero la acción en vez de la queja. Por ejemplo: lo de la paridad salarial debería ser ya y automático. Y no solo entre mujeres y hombres, sino también entre mujeres blancas y negras. El otro día veía una entrevista a Viola Davis en la que decía que lo que cobra en comparación con sus colegas blancas es una miseria. Eso debería revertirse, pero creo que las mujeres tenemos un gran trabajo de introspección por delante.
Hace 30 años que comenzó su carrera, ¿cómo lidia con el ego?
Afortunadamente, no comparto esa vanidad crónica del mundo artístico. Siempre he pensado que un artista no es ícono de nada si no agita ni provoca, pues de otra manera no tendría sentido, y dejarse encandilar por las luces no va ni con ello ni conmigo.
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