Modelos encerradas en un manicomio. O bailando hasta que caen desmayadas. Transformadas en fieras con cuernos y pieles, princesas de un cuento persa, de una postal victoriana, marcianas con piel de anfibio, mártires de persecución religiosa, con una jaula con un pájaro en la cabeza o como aves de la selva más exótica. Estas fueron algunas postales que los expertos de moda califican como "inolvidables" sobre Alexander McQueen, el modisto top inglés que ayer fue encontrado muerto, en su departamento de Londres.
Se cree que fue suicidio. Que McQueen, 40 años, atormentado, depresivo, abiertamente gay y "niño terrible" o "hooligan de la alta costura", no soportó la muerte de su madre, hace unos días. Que venía mal desde que su musa, mejor amiga y descubridora, la excéntrica Isabella Blow -que usaba máscaras y plumas una década antes que Lady Gaga- se suicidó en 2007. Y ahora sus amigas Naomi Campbell y Kate Moss lloran la tragedia.
McQueen era el menor de seis hijos. La familia vivía de los ingresos de taxista del padre. Y a los 16 dejó la escuela. Se fue a trabajar con los cotizados modistos de la calle londinense Saville Row, que le hacen los trajes a la familia real. Allí aprendió a cortar los mejores pantalones y chaquetas. Y McQueen ya demostraba su rebeldía escribiendo mensajes obscenos en los forros de las chaquetas que mandaba a hacer el Príncipe Carlos.
De 1996 a 2001 fue contratado por Givenchy y ya mostraba su gusto por lo fantasmal, gótico e irreverente. McQueen siempre hizo grandes shows. En uno, dos robots lanzaban pintura sobre el traje blanco de una maniquí que tenía las piernas amputadas. En otro, cerró la presentación con una imagen holográfica de Kate Moss. Y su ropa, que usaron desde Nicole Kidman a Cameron Díaz, Rihanna o Sarah Jessica Parker, eran piezas de colección. En 2000 el grupo Gucci compró su marca, Alexander McQueen, y lo ayudó a crear un imperio que tiene al menos cinco grandes boutiques en todo el mundo y una legión de fans que se quedaron sin su gurú.