MARINO ES EL DUEÑO del bar más popular de su pueblo. Y si bien es cierto que no tiene mucha competencia, se las arregla para mantenerlo siempre lleno y activo casi las 24 horas. El cantinero no sólo se encarga de despachar perfectos cafés ristrettos y cervezas marca Peroni a sus variopintos clientes que agotan los días jugando cartas y llevando conversaciones rutinarias. Su rol en Morcone, un pequeña localidad medieval ubicada 70 kilómetros al noreste de Nápoles, acarrea bastantes más responsabilidades.
Porque ahí, en esa montaña de piedra donde en el siglo XII se edificó un poblado de laberínticas y estrechas calles de adoquines, con plazas, escaleras ciegas y un desproporcionado número de iglesias, Marino es también el encargado de hacer redoblar las campanas de la torre mayor cada vez que uno de los cinco mil habitantes de este lugar muere.
Pero no sólo algunas casas han quedado ahí, perdidas en su propia suerte. En Morcone hay también edificaciones emblemáticas que hablan de un pasado próspero: un castillo en ruinas que perteneció a una reina eslovaca, por ejemplo, o un convento franciscano que bien podría pasar como hotel boutique y en donde aún domina el orgullo de que el célebre Padre Pío haya iniciado ahí su noviciado, son algunas de las señales que confirman este hecho.
Una ostentosa escuela construida en la época fascista, que se cae a pedazos en su desuso y un manicomio que cuenta con más corredores y patios que con dementes, también están dentro de las curiosas edificaciones del pequeño poblado. Todo esto se ha transformado sólo en parte de un grueso anecdotario en un lugar donde todos se conocen con todos y cada uno sabe la historia del vecino.
Esto entrega un particular atractivo a Morcone, que ha cobrado una dignidad propia de museo y que tiene un sólo día de gloria al año, en donde es retratado en los diarios regionales y con suerte también en un canal de televisión local; ocurre cada 3 de enero, cuando se recrea aquí la fiesta del Pesebre. Ese día todas las localidades cercanas vienen a ver como sus habitantes más entusiastas hacen una caracterización del nacimiento de Jesús -utilizando al último habitante nacido para este rol- y literalmente disfrazan a Morcone en el Belén del año 0, transformando sus calles empinadas en un verdadero escenario teatral, que recrea el histórico momento.
Pero Morcone no es la única localidad que brilla sin aún ser descubierta entre los verdes campos de la región de Campania, ya que en una ruta que comprende algo más de 40 kilómetros se puede encontrar también con otras sorpresas similares. Como Cusano Mutri, ubicado a casi 1900 metros de altura en las colinas del monte Mutria y que es famosa no sólo por su uniforme apariencia, también medieval, sino porque se producen aquí los mejores hongos de toda Italia.
El producto lógicamente es el orgullo de la localidad, al punto de que celebran la época de cosecha durante septiembre con una notable fiesta, en donde los habitantes de esta villa abren las puertas de sus casas para recibir a quien quiera pasar a disfrutar de una copa de vino, platos preparados por los anfitriones y del producto al cual se debe el honor de la fiesta.
Siguiendo el camino por la carretera, algunos kilómetros hacia el este, podemos encontrarnos también con Pietrelcina, uno de los lugares menos populosos de toda la provincia de Benevento, pero que tiene como caballo de batalla el hecho de que allí nació el célebre Padre Pío, lo que le ha dado cierto reconocimiento entre los turistas más devotos de Italia y por qué no, en uno que otro televidente de ese canal católico del cable que transmite a una monja hablando las 24 horas.
Claro está que aquí se puede hacer toda la ruta de la vida y obra del santo que sufría de estigmas, conocer la casa donde nació, la escuela donde estudió y también su tumba, comprar sus estampitas milagrosas a modo de suvenir.
Y si eso no le interesa en lo más mínimo, existe también la gran posibilidad de visitar una que otra mutual agroalimentaria, las que existen a través de todo el campo de esta zona. Este sistema reúne a grupos de familia se asocian para producir a pequeña escala excelentes vinos, salchichas, proscuittos, quesos, trufas y conservas, los que están disponibles para el consumo y venta a módicos precios.
La ruta
No cabe duda que tener la oportunidad de conocer lo más profundo y honesto de la cultura del sur de Italia es un atractivo en sí mismo, pero alcanzar estas joyas desconocidas no es fácil. No por nada las visitas turísticas son casi nulas y los locales reciben a los escasos foráneos acogiéndolos como amigos.
Considerando entonces que el acceso de trenes y buses regionales es irregular, lo más recomendable para recorrer la región de Campania en su totalidad es arrendar un auto en Nápoles para manejar luego los 50 kilómetros que lo separan con Benevento. Esta ciudad, más allá de la presencia de ruinas del Imperio Romano, no cuenta con todo el encanto de los pueblos vecinos, pero sí ofrece todas las facilidades de alojamiento, comida y servicios básicos, que lo transforman en un cómodo campamento base.
Al momento de arrendar un auto, evite el deportivo convertible o la crossover último modelo, por muy tentador que sea la posibilidad de poder pilotearlos, ya que las calles de estos pueblos estaban ahí mucho antes incluso que la invención de la carroza, por lo que son increíblemente estrechas y manejar entre ellas es un desafío hasta para el mejor de los conductores. Por lo mismo, un citycar compacto es siempre la mejor alternativa.