El Palacio Salvo es un ícono de Montevideo, pero Le Corbusier quería echarlo abajo. En 1929, de visita en la capital uruguaya, el francés se detuvo frente al monumental edificio, diseñado un año antes por el italiano Mariano Palanti, y le apuntó con un cañón: bromeaba con derribarlo de un solo tiro. Considerado un mito más de la gira que hizo el francés por Argentina, Uruguay y Paraguay, la anécdota es corroborada hoy por un registro fílmico que se exhibirá en la exposición Le Corbusier en el Río de la Plata (1929), que abre el 4 de agosto, a las 19 horas, en la Galería de Arquitectura Hunter Douglas y que organiza la U. Diego Portales. Se trata de la investigación realizada en 2009 por arquitectos argentinos y uruguayos, que incluye fotos, dibujos y cartas desconocidas del viaje, halladas en la Universidad de la República de Uruguay y la Fundación Le Corbusier en Suiza.
En 1929, el arquitecto fue invitado a dictar 10 charlas a Buenos Aires, donde estrechó lazos con algunos colegas, criticó los edificios clásicos e hizo proyectos que nunca se concretaron. "Le Corbusier atacó la casa colonial y esos edificios que parecían torta de cumpleaños como el Palacio Salvo, pero quedó deslumbrado del ordenamiento de la ciudad en forma cuadriculada, le conmovieron las vueltas del río Paraná y el potencial del territorio", cuenta Patricia Méndez, arquitecta argentina que participó en la investigación y que el 5 de agosto dará una charla sobre el tema. Sindicado como el mayor exponente del Modernismo, Le Corbusier impulsó el uso del hormigón y planteó una arquitectura funcional de líneas simples. Pese a su influencia, sólo uno de sus projectos se realizó en Sudamérica: la Casa Curutchet, en la ciudad de La Plata. "No tuvo mucho trato con las vanguardias de aquí y la Sociedad Central de Arquitectos no difundió su estadía. Hubo cierta resistencia por ideas controvertidas, como expropiar las 10 manzanas fudacionales de Buenos Aires y volver a construir. No fue muy acogido por el establishment profesional", dice Méndez. "Tenía una personalidad fuerte y estaba muy interesado en el tema económico, en crear grandes proyectos y venderlos. Por cada charla cobró el equivalente a 400 dólares actuales, que era bastante para la época". Diez años después, Le Corbusier se interesó en visitar Chile para asesorar la reconstrucción de Chillán tras el terremoto de 1939. El proyecto tampoco se concretó.