La inusual extensión del actual fenómeno de floración algal nociva o marea roja que golpea a la isla de Chiloé, en la Región de los Lagos, puede tener varias explicaciones. David Cassis, investigador asociado del Centro de Investigación e Innovación para el Cambio Climático (CIICC) de la Universidad Santo Tomás, cree que se debe a la intensidad del fenómeno de El Niño que se encuentra en su fase final y que aumentando la temperatura superficial del mar.
"Es normal que hayan cambios fuertes que se produzcan en el fitoplancton que es donde están las microalgas que producen la marea roja", dice.
Sin embargo, advierte que no se debe olvidar la erupción del volcán Calbuco en abril del año pasado. Este fenómeno, dice, pudo haber introducido compuestos que lleven a una respuesta anormal del ecosistema.
La introducción de minerales que normalmente se encuentran en muy bajas concentraciones, podrían haber fertilizado el mar y contribuido junto al fenómeno de El Niño para un cambio en el equilibrio del ecosistema marino, lo que podría crear las condiciones suficientes para la aparición y florecimiento de especies poco comunes como Alexandrium y Pseudochattonella (que produjo la mortalidad de salmones), plantea Cassis.
Para el investigador, las cenizas podrían ser el corolario del proceso que ya estaba gestando el fenómeno del Niño. "A pesar de que haya pasado más de una año, pueden seguir existiendo nutrientes en el agua o ser reintroducidos al ser removidos del fondo marino por vientos o corrientes", afirma.
El nexo se ha descrito en otros lugares donde se han registrado erupciones volcánicas. Por ejemplo, un estudio publicado hace tres años en la revista Biogeosciences, abordó el impacto de la erupción del volcán Kasatochi (Alaska) en la fertilización del mar durante el año 2008.
Cassis es doctor en biología marina de la Universidad de Columbia Británica (Canadá), especialista en ecología del fitoplancton, mareas rojas, y los efectos que pueden tener variables ambientales en los mariscos, y participó el año pasado de una expedición que estudió la muerte de más de 300 ballenas sei en la Región de Aysén, las que también se cree que vararon a raíz de la toxina paralizante producida por este tipo de marea roja.