“Mi papá me llamó por teléfono con voz de ultratumba diciendo que tomara un taxi hasta un restaurant, porque ellos no estaban en condiciones de llegar así a la casa ni de que mis hermanos los vieran así. Eran las 7 u 8 de la tarde del 4 de octubre de 2004. Yo tenía 23 años y estudiaba Teatro en la UC.
Hacía seis meses yo iba al sicólogo. Todo el mundo sabía que yo era gay, menos mis papás. Me sentía mintiendo, falso, y eso me tenía intranquilo. El sicólogo me trató de convencer de que les contara, pero yo no me atrevía. No estaban preparados, no era una noticia que quisieran recibir. Me propuso una sesión con ellos, sin mí, donde él les contaría. Me pareció genial. A mí me aterraba dar el primer paso.
Me citaron en El Huerto. En el taxi iba inquieto, muy nervioso, pero recuerdo que estaba con una sonrisa. Sabía que quizá se me venía un día, una semana o un mes difícil, pero también una vida mejor, con verdad, tranquilidad, más confianza. Estaba tranquilo.
Cuando llegué estaban sentados tomando una copa de vino. Estaban demacrados. Mi papá estaba mudo, y mi mamá con la emoción a flor de piel, lloraba, lloraba, lloraba, se reía, gritaba. En ese minuto se invirtieron los roles, me sentía el sabio y ellos eran los niños un poco desesperados. Me acribillaron a preguntas. Yo estaba preparado para el minuto, todas las preguntas que me hicieron ya me las había hecho antes y tenía las respuestas. Lentamente, les fui aclarando sus dudas.
Lo primero que me preguntaron fue si ese amigo que habían visto harto en la casa era mi pololo. Les dije que sí, que llevábamos nueve meses. Me dijeron que no querían verlo, por ahora, en la casa.
Estuvimos en el restaurant unas dos horas.
Fue la primera vez que vi a mi padre botar una lágrima. Dijo que era lo más doloroso que le había pasado en la vida. Me sentí mal. Sabía que no era mi culpa, sino de él mismo, del entorno en el que se movía. Mi mamá dijo que igual se lo esperaba.
Tengo la sensación de que cuando salimos del restaurante estaban más tranquilos. Esa noche volvimos a hablar del tema, también al día siguiente y por varios otros. Yo sentí que había dado una minibatalla. y estaba feliz. Esa noche dormí más tranquilo. (Entrevistado por Pedro Bahamondes).