Marcela siempre tenía una excusa para ausentarse. El trabajo, una comida con los compañeros o el informe de fin de mes que siempre estaba atrasado. Igual cosa el papá de Carla: horas extra, turnos de fin de semana o un impostergable viaje de negocios. Ocho meses pasaron antes de que todo se viniera abajo para Marcela; para Carla, el misterio en torno a su padre se prolongó por años.

Las similitudes entre estas historias no son pocas. En ambos casos hablamos de personas que usaban el trabajo para ocultar a sus familias una vida paralela, en ambos casos también, llegaron a un punto en que todo se desenmascaró y las secuelas del secreto causaron profundos cambios en los respectivos grupos familiares.

Los secretos, explican los especialistas, están presentes en todas las interacciones sociales, pero -advierten- es al interior de la familia donde llegan a causar más daño. Quizá por esta misma razón es que hasta hace unas cuantas generaciones, las familias hacían lo que estuviera a su alcance por ocultarlos de por vida, evitando así la "vergüenza" o el descalabro que acarrearía que se revelara el secreto.

Pero en años recientes, terapeutas y especialistas en relaciones familiares constatan que las familias modernas se enfrentan con mayor frecuencia a la verdad. Ya sea que sientan la necesidad de liberarse de la carga que implica el "silencio culpable" o bien el secreto quede en evidencia, tal como le ocurrió al ex actor y gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, quien admitió publicamente la existencia de un hijo fuera del matrimonio.

¿Resultado? Los efectos no sólo inciden en las cifras de divorcios que se han elevado en las últimas décadas, sino también, en una mayor capacidad de los hijos para oponerse a sus padres: rebeldía, rabia y rechazo son parte de las consecuencias, a lo que se suma que llegan a considerar la verdad como algo terrible. Para los especialistas que ven estos casos, tres son las situaciones más frecuentes de secretos familiares y que pueden afectar a los hijos: la infidelidad femenina, el padre que tiene un hijo fuera de su matrimonio y el hijo adoptado que no sabe su verdadero origen.

La infidelidad femenina

Marcela y su esposo, Francisco, llevaban 12 años de casados, cuando ella conoció a un hombre que irrumpió en su vida para cambiarlo todo. Divertido, espontáneo, un tanto loco, según ella misma relata, ambos comenzaron una relación que se fue haciendo más y más intensa. "Yo inventaba que me iba para el trabajo, pero me arrancaba y me juntaba con él". Fueron meses tensos. Marcela debía estar constantemente preocupada de borrar comprometedores mensajes de texto en el celular, de evitar que su esposo pudiera ver correos electrónicos y de fijarse para no caer en contradicciones que delataran sus andanzas.

Y aunque nunca pensó dejar a su familia, un inesperado embarazo llegó a cambiar radicalmente el panorama. "Tomé la decisión de abortar, ya que pese a todo, yo quería preservar a mi esposo y a mis hijos", cuenta. Las complicaciones derivadas de la intervención la obligaron a revelar el secreto a su marido. El matrimonio no pudo superar la situación y decidieron divorciarse.

"Cuando se descubre un engaño, el impacto emocional puede llegar a durar toda la vida", dice Fernando Urra, sicólogo clínico, experto en parejas y académico de la Universidad Central. La familia, dice, constituye un "sistema de apoyo", donde la confianza es fundamental.

Hijos fuera del matrimonio

Carla pasó años con la sensación de que algo extraño ocurría con su papá. Siempre tenía que salir, siempre tenía que trabajar horas extra, incluso los fines de semana. Pese a las constantes ausencias, ambos mantenían una estrecha relación. "Todo lo hacíamos juntos, íbamos a pescar, al fútbol; él era mi ídolo", relata. Ya más grande, siempre lo visitaba en su oficina, y fue aquí donde aparecieron las primeras sospechas, en especial por la relación "más cercana de la común" que su padre parecía tener con una de las secretarias: "Recuerdo que, incluso, una vez lo acompañé a visitarla al hospital, porque supuestamente ella estaba enferma". Aunque no reparó en la situación, años más tarde su madre le confesó la verdad: su papá había tenido un hijo con esa mujer. De hecho, esa vez que acompañó a su padre la mujer no estaba enferma en el hospital, estaba allí debido a su embarazo. Su madre lo supo, pero lo ocultó. Prefirió mantener la familia y soportó la tormenta a fuerza de somníferos.

Para el sicólogo clínico y experto en parejas de la U. Central, Edmundo Campusano, es común que miembros de la familia intenten proteger a quien consideran que puede verse más afectado por el secreto, por eso no es extraño ver a hijos tomando partido para proteger al padre o a la madre.

El origen de un hijo adoptado

Cristián nunca dio crédito a las bromas de sus primos cuando de niño le decían que no era hijo de sus padres. Aunque era evidente que sus rasgos no coincidían con ellos, cuando tenía siete años su madre lo tranquilizó explicándole con detalle que el parecido físico está en los genes y que en ellos influyen muchos miembros de la familia. Esta misma explicación le bastó para entender por qué él y su hermano menor tampoco se parecían.

Pasaron los años, pero cuando Cristián cumplió 18 años, la inesperada visita de un tío que llegaba del exilio en Europa alteró su vida significativamente. Con unas copas de más durante una reunión familiar y "sin anestesia alguna", éste le dijo, "pero cómo, ¿todavía no sabes quiénes son tus verdaderos padres? ¿Nadie te ha dicho que eres adoptado? Los verdaderos padres de Cristián habían muerto y sus padres adoptivos habían escogido mantener este secreto para evitarle el dolor.

"En una primera etapa sentí una fuerte rebeldía, no creía nada de lo que me decían mis padres. Me costó mucho aceptar que habían hecho todo por mi bien, que me amaban, que aunque no tuviéramos un vínculo sanguíneo, ellos sí eran mis padres. Años visitando al sicólogo y dificultad para entablar relaciones fueron algunas consecuencias que Cristián hoy reconoce de este secreto.