Cuentan que el Mortero Aravena estaba muy enojado cuando ingresó a los camarines en el entretiempo. Cobreloa perdía por la cuenta mínima ante Cobresal en el clásico minero disputado en el Estadio El Cobre, válido por la primera fecha del Torneo de Apertura 2006. Tan enojado que decidió sacar del partido a Pablo Parmo y dar la alternativa a un chico de 16 años. Y sencillamente funcionó.

"Lo que pasa es que yo ya lo conocía, porque entre 2002 y 2003 había dirigido a la Sub 17 y él había estado preseleccionado más de una vez", se apresura a matizar, con un punto de humildad en sus palabras, el ex seleccionado nacional Jorge Aravena, entonces director técnico de los zorros del desierto. "Cuando yo llegué a Calama para hacer la pretemporada, les pedí a los técnicos de las series menores un listado de jugadores Sub 17 y Sub 19 con proyección. Cuando miré la lista, Charles no estaba. ¿Y Charles Aránguiz?, les pregunté. No está considerado, me dijeron. Pero yo lo conocía y dije: No, tráiganme a Charles", agrega el Mortero.

Y con el joven puentaltino ya en cancha, Cobreloa dio vuelta al marcador. Alexis Sánchez, convertido en rutilante figura de su equipo -pese a que contaba tan solo un año de bagaje en el fútbol profesional-, permitió a la escuadra loína neutralizar primero el tanto inicial de la Vieja Quiroga, para llevarse más tarde el Clásico del Cobre con relativa autoridad. Sánchez, por partida doble, Rubén Ramírez y el también juvenil Francisco González, rubricaron con sus tantos la victoria por 4-2 del conjunto naranja en un pleito que se saldó con cinco expulsados. Tras el pitazo final, El Salvador se quedó mudo. Y también Aránguiz, quien ya había dicho, sin embargo, sus primeras palabras en el fútbol.

Pero para entender la historia de Charles Mariano Aránguiz Sandoval, conviene retroceder un poco más en el tiempo. Y detenerse frente a una cancha de barrio para ver jugar al CD Nueva Esperanza, su club amateur de formación. Porque uno no se convierte en Príncipe de la noche a la mañana. Al menos no si has nacido en Chile y provienes de una población como la Villa Diego Portales de Puente Alto: "Yo llevo 30 años en las canchas así que se puede decir que él nació también en las canchas, conmigo", comienza a relatar, con una imperturbable sonrisa instalada en su rostro, Mariana Sandoval, la madre del jugador. "Charles pertenece a una familia futbolizada del barrio. Una familia grande, esforzada y achoclonada. Empezó a jugar en el club a los ocho años y en esa época ya tenía la misma personalidad que hoy tiene para pararse en los campos deportivos, y era igual de introvertido que ahora, igual de calladito", prosigue la mamá del seleccionado, quien es también dirigente, entrenadora e iniciadora de fútbol joven en el Nueva Esperanza, una auténtica institución deportiva familiar.

Corría el año 2005 cuando, tras deambular sin éxito por las series menores de Colo Colo y Universidad de Chile, Cobreloa llamó a la puerta de los Aránguiz Sandoval. "Los profes de Cobreloa me mandaron a buscar y me dijeron que Charly iba a ir a una etapa de adaptación al desierto, para adaptarse al clima y a la altura. Cuando lo fui a dejar al terminal, con su papá y su tío Claudio, me fui llorando a mares. Creí que nunca lo iba a volver a tener a mi lado. Tenía 15 años cuando se lo llevaron, pero todo en esta vida tiene un costo", explica Mariana, en un ejercicio de memoria que le cuesta algunas lágrimas. "Y tuve que ser muy dura, porque a veces me llamaba y yo intuía que no estaba bien, porque no estaba en su casa, con su familia, pero él luchó, aperró igual", agrega. Y es que ese era el precio que debía pagar por cumplir su sueño.

"Él en esa época estaba aún muy bajito, porque no se había desarrollado del todo. Era un chico muy introvertido, muy tranquilo y con muchísimo talento. Sólo necesitaba un guía a su lado, y en ese Cobreloa de 2006 había muchos jugadores con experiencia que eran la base del equipo". Y Aránguiz encontró a su guía, a su Patrón. "El jugador que va a Calama, sabe clarito lo que quiere. La mayor parte de los jugadores que llegan son de estratos bajos económicamente hablando y tienen muy claro a lo que vienen. Y Charles es de esos que se sacaron la mugre para lograr lo que han logrado. Tuvo que dejar de lado muchas cosas, porque un chico de 15 ó 16 años que se va jugar a Calama no puede hacer las cosas que hacen a su edad otros chicos", argumenta, con el conocimiento de causa que le confiere una estadía de casi una década de duración en la capital de la Provincia del Loa, uno de los grandes mentores del joven jugador en el camarín de Cobreloa, el incombustible Lucho Fuentes.

En una de sus primeras -y contadas- comparecencias ante los medios de comunicación como la nueva joya de la factoría loína, Aránguiz prometió dos cosas; que lograría llegar a jugar en el extranjero y que sacaría a su familia de la población. Y logró la más importante: "Él era un niño cuando dijo eso, y lo dijo pensando como niño, viendo que nosotros estábamos trabajando duro para salir adelante, pero yo creo que uno no debe perder nunca sus raíces", sostiene Mariana.

Los grandes desempeños de Charles Aránguiz aquella temporada le valieron al puentealtino una cesión a Cobresal -el club al que, paradójicamente, había enfrentado el día de su debut- y también un apelativo, el Príncipe, ese por el que hoy todos lo conocen. "Yo creo que a Charly le queda bien lo del Príncipe, porque él es calladito y los príncipes normalmente son de bajo perfil. Pero en la cancha, él siempre será el obrero del equipo, el constructor", sentencia su madre.

El futbolista que sobrevivió al desierto para poder firmar por Colo Colo y Quilmes antes de protagonizar, vestido ya de azul, un cuento con final feliz en las filas de la U. Que fue ídolo en Porto Alegre, y que tras conquistar la Copa América fue transferido al Bayer Leverkusen, donde el pasado 20 de agosto una desgraciada rotura del tendón de aquiles arruinó su estreno en Europa.

Hoy, en su décimo aniversario, Aránguiz trabaja duro para poder regresar a las canchas cuanto antes. "Él no lo ha dicho, pero él estuvo muy preocupado por su lesión. Ahora está allá en Alemania, con mi nuera y mis dos nietos, recuperándose. Espero, Dios mediante, que esté para marzo", concluye la progenitora, consciente de que el cuento del Príncipe Charles no ha hecho más que empezar.