Recorrer la calle Rosas, entre 21 de Mayo y Morandé, es entrar en el reino del color y de las texturas. Los hilos, agujas, tijeras, blondas, cierres y mostacillas arman el paisaje con sus formas y tonalidades.

Es el epicentro de las costuras y las manualidades en la capital, y si sus habitués tuvieran que elegir un monarca, ese sería José Musa (84), dueño de la Importadora Musa (Rosas 1171). Es el comerciante más antiguo que queda en el lugar. "Soy el patriarca", reafirma este hijo de libaneses que en 1944 llegó a esa arteria como junior de un local.

De lunes a sábado cumplía esa función y los domingos se transformaba en un vendedor ambulante que juntaba sus pesos trabajando de sol a sol. Acumuló suficiente capital y 13 años después abrió su negocio de insumos para sastres y costureras, que primero estuvo en la esquina con Bandera y luego más al poniente, al llegar a Morandé.

Ahí vende pretinas, entretelas, forros, tocuyo (tela que antes se usaba para los bolsillos), fieltro, botones, hebillas y todo lo necesario para confeccionar ropa. Pero esta larga historia llegará a su fin en un mes más, cuando termine de liquidar la mercadería y cierre para irse a descansar, como ya lo hicieron -a fines de los 90 y principios del 2000- sus colegas del mismo rubro. Incluido su hijo Nayib, que hasta 2009 tuvo un negocio similar en Rosas al llegar a Puente y tuvo que reinventarse como corredor de propiedades.

"Hace 15 ó 20 años atendía a más de 500 sastres. Hoy, esa cantidad no llega ni a la decena. Ese rubro se está acabando, porque nadie se manda a hacer nada, todo llega desde China a precios bajos. Y las personas compran por precio, no por calidad", afirma Musa, y agrega que hoy el quehacer del sector se centra en la cordonería y las manualidades.

Entre sus clientes estuvieron Rubén Campos y Raquel Argandoña. También, Carabineros, Investigaciones y el Ejército para sus uniformes. Y las sastrerías finas Pinaud y Cubillos.

En los 80 llegó a tener cuatro vendedores y una secretaria. El local pasaba lleno. De hecho, a veces abría a las 8.30 AM y no cerraba hasta las 20 horas para poder atender a toda su clientela. ¿Su secreto? "Me preferían por mi paciencia al atender. Llegué a venderle al 98% de los sastres de Chile", asegura sin modestia.

Cuenta que antaño los papás mandaban a hacer a la medida hasta los uniformes escolares de sus hijos. Hoy, en cambio, observa con desazón cómo grandes costureros se dedican sólo a hacer composturas, "siendo que eran excelentes en las hechuras".

Respecto de la calle Rosas, las mejores historias de José Musa se concentran entre los años 40 y 80. "Era un paseo familiar, más elegante, en que se mezclaban todos los estratos sociales", dice. "La gente del barrio alto", añade, "llegaba aquí a vitrinear y aprovechar las ofertas".

La calle ha cambiado, reconoce, pero nunca ha sentido que se transformara en un barrio inseguro. A él nunca lo han asaltado y por eso de su local de Rosas se llevará buenos recuerdos y la conformidad de haber educado a sus cinco hijos gracias a él.

Se reconoce comerciante de tomo y lomo, pero también tuvo su veta política. Como miembro de la Unión Libanesa Cultural Mundial viajó por el mundo defendiendo la causa de su madre patria. "Con sólo cuarto básico estuve en la Casa Blanca a principios de los 80. Todo un honor".