El jueves 20 de octubre, Alejandro Soto Calderón (28) llegó alegre a su casa, ubicada en la calle San Gregorio de la población La Legua. De manos de un pariente había recibido tres invitaciones para asistir el domingo siguiente, junto a su esposa y al hijo de ambos, al centro de entretenciones Mampato, ubicado en la comuna de Padre Hurtado, para celebrar el cumpleaños de uno de sus sobrinos.

A media cuadra de su casa, al interior de una de las viviendas de calle Leal, Rodrigo Arancibia Gómez, apodado "El Rucio", ya tenía asegurado su puesto en el Mampato. Días antes había contratado una celebración para 20 personas, con motivo del cumpleaños de su hija T.A.

Hasta hace tres años, Soto Calderón y Arancibia Gómez habían sido miembros del mismo círculo, frecuentaban a las mismas personas y veranearon juntos en más de una oportunidad en la casa de un amigo en común en el litoral central. Pero ahora las cosas habían cambiado y no se hablaban. Por eso, ninguno supo que el domingo en la tarde se encontrarían en el Mampato, coincidencia que selló la suerte de ambos, luego de que en medio de los festejos "El Rucio" -junto a otros dos sujetos- acribillara a Soto.

Hace tres semanas, la fortuna había estado del lado de Soto Calderón. En uno de los pasajes de La Legua, el "Tano", como era apodado, se encontró con su antiguo amigo. De improviso, Arancibia sacó una pistola y lo encañonó, amenazándolo de muerte. En efecto, intentó disparar, pero su arma no percutó el tiro. Soto Calderón pudo arrancar.

Aunque se conocían desde hace dos décadas, la génesis del conflicto sucedió hace tres años, cuando Soto Calderón, que tenía antecedentes por tráfico y robo, ingresó, en la misma calle Leal, a la propiedad de otro miembro de su círculo cercano hasta entonces. Era la casa de César Liberona, "el cojo César", -que fue uno de los sujetos que, junto a Arancibia, lo asesinó el domingo en el Mampato- y robó, presumiblemente, drogas.

Según los datos de la investigación, Liberona posee un nombre menor entre los traficantes del sector. Con antecedentes que incluyen tráfico de armas, drogas y homicidio, mantiene una pequeña organización dedicada a la venta de drogas. Su mano derecha es Arancibia Gómez, en cuyo prontuario figuran homicidio, tráfico de armas y drogas. Su labor es la de proveer el armamento para la mantención del negocio.

El grupo, sin embargo, no es de los más relevantes en la zona: están ubicados en un sector periférico de La Legua, donde el tráfico es menos frecuente. Tampoco responden a la regla común en la población, que es establecer buenas relaciones con los vecinos. Según los datos recogidos por la policía, los habitantes del sector rechazan al grupo de Liberona y aseguran que son violentos con ellos.

Por ese motivo, plantean en la PDI, ni Arancibia ni Liberona volvieron a la población tras el crimen. No tenían asegurada la protección.

Quien sí lo hizo fue el tercer participante del tiroteo, Johnattan Castillo Garay, detenido el lunes en su casa de calle Leal. El no tenía cuentas pendientes con la víctima, pero era el "soldado" (guardaespaldas) del grupo y tuvo que actuar cuando a Arancibia no le importó que se estuviera celebrando el cumpleaños de su hija a la hora de vengar a su jefe.

El jueves, Arancibia se entregó junto a su abogado en un cuartel de Peñaflor.

La tarde del domingo, después de la balacera, la familia de Rodrigo Arancibia, quien ya se había dado a la fuga, regresó en taxi junto a la menor T.A. a la casa del pasaje Leal. Aún quedaban rastros de una pequeña celebración que se había realizado la noche anterior: globos y cotillón todavía colgaban del techo, sobre los sillones aún permanecían algunos paquetes de regalos sin abrir y en el refrigerador había una torta de cumpleaños a la que le faltaba un trozo.

Atrás había quedado la fiesta de esa tarde, en la que en dos mesones del sector 3 de Mampato, ubicado a un costado de las camas elásticas, 20 asistentes disfrutaron de las papas fritas, los helados y las frutillas bañadas en chocolate.

Hasta las 17.30 horas todo iba bien.

La tragedia se desató cuando Soto Calderón llegó al lugar a ver a su sobrino, cuya celebración se realizaba a cinco metros de la fiesta de la hija de Arancibia. Al verse, la tensión fue inmediata en ambas familias.

"Estos gallos están en el sector 3", le dijo un tío a la víctima. Pero Soto Calderón no prestó atención.

Quien sí reaccionó fue su verdugo, Arancibia Gómez. Sin provocación de por medio, según relatan testigos, éste se acercó a su enemigo flanqueado de Liberona y Castillo. En tono desafiante le dijo: "Viste que te pillé, ahora agarrémonos a balazos". "Arreglémoslo a los combos", le respondió Soto Calderón, que estaba desarmado, a la vez que empujaba al "Rucio" fuera del área del cumpleaños.

Esa reacción bastó para que Arancibia tomara su pistola Glock.40, que destaca por su precisión, grueso calibre y por ser el arma de servicio del FBI. Con ella inició la balacera, a la que se sumaron Liberona y Castillo con revólveres 9 mm. Entre los tres le dieron 19 balazos a Soto.

Los disparos desataron un caos entre las 500 personas que en ese momento estaban en el lugar. Hubo gritos, llantos de niños y se levantó una nube de polvillo de tierra que impedía ver con claridad. Los padres buscaban a sus hijos con desesperación, mientras los monitores del parque intentaban proteger a los menores que estaban en sus juegos. En las otras mesas de cumpleaños, niños y adultos buscaron refugio bajo los mesones.

En las camas elásticas se vivió lo peor. Como la balacera fue a un costado de ellas, los niños vieron cómo Soto Calderón se desplomó tras recibir los tiros. Según la fiscalía, su cuerpo fue rematado en el suelo, pues una vez que Arancibia terminó de descargar su pistola, recibió, de manos de su suegra, un segundo cargador, el que también vació sobre la víctima.

A un costado de él cayó su hermano Claudio Soto Calderón, quien intentó ayudarlo, pero recibió siete disparos que lo dejaron grave y con riesgo vital.

Tras la balacera, Arancibia guardó su Glock .40 en el cinto y Castillo mantuvo su revólver en la mano. Los dos huyeron por una parcela contigua, en la que los vecinos aún se mantenían apoyados en el muro divisorio observando los hechos. Castillo apuntó con la pistola a un perro que salió a encontrarlo y luego ambos arrancaron deshaciéndose de algunas de sus ropas en dicha propiedad. Liberona, en cambió, arrancó en sentido contrario, por la salida del recinto, y corrió por el Camino a Melipilla.

Cuando todo terminó, los funcionarios de Mampato evacuaron a niños y padres hacia un salón ubicado en la esquina opuesta del sitio de la balacera.

En medio del parque ya vacío, la familia de Soto Calderón y en especial Denisse González, su esposa, permaneció intentando auxiliar a los heridos. Estos fueron trasladados a la posta del recinto, hasta que llegaron las ambulancias.

Por su parte, los parientes del asesino huyeron de forma inmediata y ni siquiera retiraron sus pertenencias. Dejaron comida, bebidas y los regalos de la festejada, unas muñecas y unas pelotas que quedaron sobre los mesones.

Salieron del parque y tomaron un taxi, abandonando el Citroen C3 azul metálico en que habían llegado. Arancibia había huido con las llaves.

Al salir del Mampato, la familia de la víctima vio el auto y cobró venganza. El vehículo fue apedreado hasta el cansancio. Después, la familia regresó a su casa en la población San Gregorio.

A pocos metros de su hogar, los Arancibia hicieron lo mismo. Aún siguen siendo vecinos.