Compartir fotos, videos, mensajes. Hace tiempo que Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp y otros servicios permiten -y viven de- hacer eso. Pero en el volátil mundo digital nadie tiene su jerarquía asegurada. Siempre existe la posibilidad de que alguien te quite un pedazo de tu torta o incluso amenace con comérsela entera. El último y más serio aviso lo ha dado una aplicación de nombre engañoso (porque es más que un simple chat) a la que han emigrado en masa los jóvenes del mundo y cuyos impresionantes números están sonrojando a la competencia.
Algunos: tiene alrededor de cien millones de usuarios, se comparten ocho mil millones de videos al día, casi lo mismo que en Facebook (que tiene 10 veces más miembros); está en el Top10 de apps más descargadas en 100 países; y en EE. UU. acaba de desplazar a Instagram como la red número uno entre los adolescentes, además de haber doblado en el último año sus usuarios entre 25 y 34 y tener un ritmo similar de crecimiento entre los mayores de 35.
Si cuesta convencerse de que haya espacio para otra idéntica red social, es porque la afirmación está mal formulada. Te das cuenta de eso únicamente probándola: Snapchat es cualquier cosa menos idéntica a otra red social.
Su atributo más singular es que todo desaparece: lo que envías como mensaje privado se esfuma con sólo ser visto; lo que publicas a todos tus seguidores vive sólo 24 horas.
Pero es única no sólo por eso.
Como no hay likes ni comentarios, pocos andan preocupados de impresionar. Como sólo bastan dos toques a la pantalla, es la red social más rápida para publicar. Como permite intervenir el contenido con dibujos a pulso, defiende una suerte de lúdica artesanía digital. Y como desde hace unos meses tiene unos filtros de video capaces de transformar, desfigurar o disfrazar los rostros de la gente, estimula el espíritu juguetón-pintamonos tan propio de estos días.
La moral Snapchat
Todo cuadra con lo que contestó Evan Spiegel, cofundador y CEO de la compañía, cuando le preguntaron qué sentido tenía Snapchat: "Es divertido. Punto". Lo dijo antes de subrayar lo siguiente: que parece que las demás redes sociales se olvidaron de que la razón por la que nos comunicamos entre amigos es porque es entretenido.
La suma de los atributos de la aplicación, más la forma en que sus usuarios se han apropiado de ella, dan como resultado la moral Snapchat. A saber: expresarse en un espacio de libertad y espontaneidad, donde no hay temor al ridículo y donde la fugacidad de los contenidos cumple un doble significado: nada importa y todo importa.
No importa lo que subas como posteador: desaparecerá. Pero esa es la misma razón por la que muchos, como seguidores, sienten que no pueden perderse lo que allí está pasando. Eso explica en parte que sea una red con muy alto nivel de participación.
Ese mecanismo, la fugacidad de los contenidos, a algunos les parece novedoso o una limitación creada. Aunque lo cierto es que es cercano a cómo funciona la interacción cotidiana en la vida real, donde no se deja rastro. "Snapchat imita ese comportamiento y esa sicología", escribió recientemente en su blog Gary Vaynerchuk, experto en social media.
Varía mucho dependiendo a quién sigas, pero unos minutos en Snapchat son una experiencia bastante única. Pueden contener situaciones como las siguientes: alguien autograbandose unos segundos camino al trabajo, una escena de almuerzo entre amigos intervenida con emojis, una pareja probando un nuevo filtro de video con un efecto -entre divertido y tenebroso- que intercambia sus rostros, alguien grabando lo que está viendo en la televisión, más gente probando nuevos filtros (uno te hace llorar pintura, otro te transforma en calabera, otro, en un cowboy), alguien diciéndole a la cámara una idea sin importancia, alguien cantando una canción de la radio. Pasa todo muy rápido. Por regla, nada dura más de 10 segundos (puede durar uno, si se quiere). Todo es parte de un flujo constante que no se detiene a menos que lo pidas.
Y si las celebridades en redes como Instagram ya mostraban un lado algo más cotidiano, Snapchat se ha vuelto casi una puerta a su intimidad: Paris Hilton no deja de filmar en un viaje a Londres (a sí misma y a lo que ve por la ventana de su lujosa pieza de hotel); la distinguida actriz Jessica Chastain payasea en su casa con sus amigos antes de irse a la gala del MET; y el gordo DJ Khaled (un músico de hip-hop de segunda línea pero hoy uno de las personas más influyentes de internet gracias a Snapchat) envía mensajes motivacionales desde su jacuzzi o desde el gimnasio.
Para lo de siempre y más
El mensaje le llega al smartphone de varios amigos y conocidos un viernes en la tarde. Consiste en una foto de una casa grande, los datos de la dirección encima y el anuncio del emisor: está sin sus papás y hará una fiesta.
Imágenes como esa le llegan a veces al Snapchat de Pedro Vargas (18), un estudiante de derecho y un usuario como cualquier otro de la aplicación. Cuenta que es por lejos la red que más se usa entre sus amigos. No sólo intercambian por ahí cosas que antes hacían por Facebook, sino que les permite nuevos usos, como avisarse súbitamente de una fiesta. O capturar todo, todo el tiempo.
"Antes ibas a una fiesta y esperabas cinco días a que alguien subiera unas fotos. Y ahora en Snapchat lo haces instantáneamente", dice. En ese contexto se dan cosas divertidas y también elocuentes de la ubicuidad de la aplicación entre jóvenes: no es extraño que algún amigo suyo con resaca y amnesia pregunte ¿qué hice ayer? "Mira Snapchat, le respondes", dice Pedro.
"Snapchat es para los momentos más cotidianos, más banales, para entretenerme, reírme con los efectos, mostrar que estás jugando Play. Para sacarte fotos que antes no te sacabas", afirma. También usa Instagram, pero más para recuerdos y cosas importantes.
Cree también que, a diferencia de otras redes, funciona como una forma de entretención en vivo. "No sacas el teléfono y te pones a ver las conversaciones de WhatsApp con todos tus amigos. En cambio con Snapchat sí. Te poner a hacer caras o a mandarle algo a otro grupo de gente".
Ignacia González (21), estudiante de historia, dice que es un elemento muy frecuente entre su grupo de amigos: que tal me mandó un Snapchat, que aquel vio la historia que subí, que si viste el Snapchat que subió equis persona. "No importa mucho lo que subas o si sales fea o gorda, es para retratar el momento. Y te permite hacer reality shows personales. Hay gente que sube historias de tooooodo lo que hace. Y puedes seguir realmente su día completo con el celular", cuenta.
Destaca además que los posteos transmiten mucha información: "Te permite saber en tiempo real quién está con quién, en dónde, a qué hora. Y también quién ve tus historias y a quién le interesan las cosas que subes. En el fondo, tiene eso medio psicópata que toda la gente tiene".
Simón Zúñiga (16) va en tercero medio y la ocupa todos los días para mostrar lo que está haciendo. Si un día va al cine, foto. Si va a andar en bicicleta, foto. Si sólo se quedó jugando un juego en el computador, foto. Acostumbra a intervenir las imágenes con texto o algo dibujado. El que no lo hace es visto como monótono, cuenta. Hace tiempo que dejó de usar Facebook. "Me gusta que en Snapchat todo pase rápido y que sea más privado", dice.
Algo de historia
Snapchat era un app de sexting (la práctica de enviarse fotos o videos sexuales). Tal cual. No tenía ese letrero, pero ese fue el uso que en general le dieron sus primeros usuarios (funciona desde el 2011), aprovechando que las imágenes se autodestruyen. Además, al principio sí era sólo un chat, una suerte de WhatsApp más visual y juguetón. La opción de publicar historias semipúblicas llegó mucho después, a fines del 2013.
"Mi hijo de 11 tendrá su primer teléfono cuando cumpla 33", decía con ironía el conductor del canal NBC Matt Lauer en un segmento del matinal Today dedicado a Snapchat y sus riesgos para los jóvenes. En la pantalla se leía: "Popular aplicación de fotos aumenta preocupación para los padres". Entrevistaban a un abogado y una mamá bloguera. Era 2012 y ese era el tipo de prensa que recibía Snapchat.
Lejos están esos días, aunque hay algo que de alguna forma se mantiene: lo lejos que se sienten los padres de Snapchat que, pese a que está sumando público adulto, sigue siendo una suerte de burbuja juvenil en la que los padres y familias no logran entrar, lo que la hace mucho más desinhibida.
Hay barreras de entrada bastante altas para los adultos. Varias son deliberadas. "Hemos hecho que sea muy difícil para los padres avergonzar a sus hijos", dijo Evan Spiegel en una conferencia en enero. En la app no es llegar y encontrar a alguien, tienes que saber con exactitud su nombre de usuario. Y si lo encuentras, te tiene que aceptar.
"Sería raro tener a mis papás o a mis tíos, porque no es como Facebook", dice Ignacia. "Acá pueden saber todo lo que haces y ver tus amistades, tus carretes, lo que haces en el día. Sería como si tuvieran una cámara para verte".
Otra barrera es la interfaz de la app: puede ser incluso hostil, contraintuitiva para los adultos, a la vez que amigable para los nativos digitales.
A Isadora Díaz-Valdés (27), publicista y usuaria común de Snapchat, le sorprende lo mal que lo ocupan la gente más adulta y lo bien que lo entienden los más chicos. "Son los más divertidos y rápidos y son secos para inventar historias y supercreativos. No como los más grandes que hablan a la cámara o comentan lo que ven en la tele".
Dice que la única y leve presión que existe en Snapchat, donde se supone no hay presiones, es a ser divertido. "Da lo mismo si sales feo, pero importa un poco que sea entretenido".
Es normal encontrar al principio enredada y difícil la aplicación. Así le pasó a Katy Becker (34), socióloga y conductora del podcast Las Claves del Éxito, que la menospreció por mucho tiempo. Pero le sirvió para compartir videos de un viaje y luego sacaron sus famosos filtros de video, y se hizo fanática. "Siento que mucha gente adulta vio que no es exclusiva para púberes y gente que quiere mandar fotos pilucha. Sirve también para entretener, compartir datos/historias/recetas o incluso para sentirse estrella de tu propio reality", cuenta.
Nuevas prestaciones
El 2014 Snapchat lanzó la sección Live, que compila en una transmisión continua los videos que la gente está subiendo de un evento en particular (como Lollapalooza Santiago), y el 2015 la sección Discover, una alianza con medios como Vice, CNN, ESPN, Cosmopolitan, National Geographic, para que comuniquen dentro de la app sus contenidos. En formato Snapchat, por supuesto: pensado para pantalla vertical, con fotos y videos intervenidos y textos no muy extensos. Deben renovar sus noticias cada 24 horas y los medios han seguido el espíritu alegre y lúdico que se estila en la aplicación.
Esta prestación fue la que enganchó especialmente con Snapchat al publicista Cristóbal Zegers (creador del app de voz HeyHey y del desaparecido servicio Huntcha), que la ocupa diariamente. Como emprendedor digital y usuario, se rinde ante ella: "Es la app más vanguardista. Es impresionante. Es incluso difícil calificarla. Partió siendo algo sólo de mensajes que se borraban y hoy es todo un medio. La encuentro extremadamente taquillera". Admira también el atrevimiento de la compañía, porque no sigue recetas de marketing, sino que se reinventan permanentemente, de manera tan libre como se mueven sus usuarios.
Quienes están llegando -o mudándose a Snapchat- son los músicos y los artistas en general. Síganme en Snapchat es una frase cada vez más repetida en los perfiles que tienen en otras redes. En Chile, la cantante y compositora Javiera Mena es una de las que la usa más intensamente (javieramenayo, se llama allí). Lo hace para mostrar lo que hace, divertirse o comunicarse con sus fans. O incluso para compartir una reflexión cualquiera, como grabar con su celular unas partes de Los Ángeles (CA), donde estaba la semana pasada, y decir que el clima se le hacía familiar, por parecerse al de Santiago.
"Me gusta convertirme en un perrito o que de mi boca salga un hermoso arcoíris", dice refiriéndose a los filtros. "Pero lo que más me gusta es que provoca poca neurosis. No hay comentarios, no hay likes, no hay números de followers. Sí puedo ver cuántos ven lo que subo, pero es diferente. Es una red social efímera y fresca que permite comunicarme de una manera muy sana y espontánea con mi gente".
A la cantante le interesa expandirse en las redes en general, pero al mismo tiempo cuidar su mente de todo el ruido y las toneladas de información que hay en ellas. Por eso en su celular no tiene instalada ninguna red social, salvo Snapchat. "Pues sólo subo momentos simples que desaparecen", dice.