EL TRIUNFO del No en el plebiscito sobre los acuerdos de paz alcanzados entre el Presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sorprendió tanto a Colombia como a la comunidad internacional. Sólo una semana antes, más de 2.500 invitados y 15 presidentes latinoamericanos habían avalado con su presencia la firma del pacto negociado durante cuatro años en La Habana y el mandatario colombiano daba por hecho el triunfo en el referéndum al asegurar en su discurso en Cartagena de Indias "que lo que firmamos hoy es una declaración del pueblo colombiano ante el mundo de que nos cansamos de la guerra". El propio Santos había asegurado en una entrevista a este diario que no tenía preparado un plan B porque "conocía al pueblo colombiano" y estaba seguro que el acuerdo se aprobaría.

La confianza de los partidarios del Sí se basaba principalmente en sondeos que daban una ventaja de casi 30 puntos a quienes apoyaban los acuerdos. Sin embargo, la consulta del domingo terminó dándole una leve mayoría al No -por poco más de 50 mil votos-, dejando a Colombia virtualmente partida en dos; y los sondeos quedaron nuevamente cuestionados, como sucedió en Reino Unido tras el Brexit. Serán los encuestadores quienes deberán analizar ahora lo sucedido, aunque la alta abstención -que superó el 60%- podría haber influido en el resultado. Lo cierto, sin embargo, es que una mayoría de los colombianos que decidieron pronunciarse lo hicieron en contra de lo negociado entre Santos y las FARC. No hay aquí un voto a favor de la guerra, como algunos de los partidarios del Sí han querido plantear, sino un rechazo a los términos de lo pactado.

El acuerdo creaba un sistema de justicia especial o transicional que establece penas menores de 5 a 8 años -que debían cumplirse en zonas preestablecidas- a quienes reconozcan crímenes graves como secuestros y ejecuciones. Un modelo que fue cuestionado por los partidarios del No por generar una sensación de impunidad para los responsables de un conflicto que causó más de 250 mil muertos. Quienes rechazaron el acuerdo también se oponen a los derechos políticos que recibirían los guerrilleros, quienes tenían aseguradas cuotas en el Congreso. Por ello, los resultados del plebiscito no sólo obligan a revisar lo negociado si se quiere seguir avanzando, sino que exigen a las FARC mejorar su oferta. La alternativa para la guerrilla sería sino volver a la guerra con una tropa probablemente desmotivada porque ya está convencida de los beneficios de la paz.

En ese escenario tanto las declaraciones del mandatario colombiano llamando a un diálogo con la oposición como las del expresidente Álvaro Uribe proponiendo un "gran pacto nacional" avanzan en la dirección correcta. Los colombianos se pronunciaron el domingo no por la guerra sino contra la impunidad de quienes lideraron el conflicto más prolongado de América Latina y es hacia allá donde debe apuntar la discusión. Hasta ahora, las negociaciones dieron pasos importantes y valiosos que no se pueden desconocer, pero a la luz de lo sucedido el domingo son aún incompletos. Los partidarios del Sí parecen haber minimizado el profundo rechazo de la sociedad colombiana a las FARC y deben ahora hacerse cargo de ello. Como dijo Santos, todo acuerdo de paz es imperfecto, pero es evidente que para los colombianos algunos puntos son intransables.