Salieron a la luz en 2003, cuando glaciólogos de la U. de Magallanes en una expedición al glaciar Tyndall, en el Parque Torres del Paine, los encontró por casualidad. Judith Pardo, quien entonces terminaba la carrera de biología y era aficionada a la paleontología, vio las imágenes y se sorprendió por lo articulados que estaban los fósiles de lo que parecían ser ictiosaurios, reptiles marinos parecidos a los delfines, que vivieron entre 245 y 90 millones de años atrás, en la misma época de los dinosaurios.

Con Álvaro Zúñiga presentaron en 2006 un estudio en un congreso y la bióloga terminó con una invitación a especializarse en Alemania del paleontólogo Wolfgang Stinnesbeck, experto en el tema de la U. de Heidelberg. "Entonces no contábamos con especialistas ni laboratorios, había que llevarse un ictiosaurio a Alemania para iniciar allá el estudio", dice Pardo. Hoy sí, y el fósil con el que inició la investigación está de vuelta en Chile para ser parte de la colección del Instituto Antártico Chileno (Inach), para lo que se terminó de reensamblar la semana pasada.

Pero el proceso para llevárselo no fue fácil ni corto. Marcelo Leppe, paleobiólogo del Inach, dice que fueron cerca de tres años de trámites para que el Consejo de Monumentos Nacionales diera la autorización. "Nunca se había sacado material paleontológico sin preparar con permiso del CMN", explica. Eso era el año 2010.

No fue lo único complejo. Stinnesberg cuenta que tomó dos semanas extraer los fósiles del glaciar en, al menos, 20 fragmentos, los que después fueron armados como un puzzle. "La roca es súper dura en el Tyndall. Cada trozo tenía un espesor de entre 8 y 15 centímetros y debíamos llevar un animal de dos metros de largo, bajarlo al campamento, usando caballos y vehículos, de ahí a Punta Arenas y luego a Alemania por barco. Lo reensamblamos de manera provisional para tener el esqueleto en su conjunto para que Judith lo pudiera utilizar en su trabajo taxonómico", dice.

El trabajo de la bióloga concluyó que se trataba de una especie que ya había sido encontrada en Argentina 50 años antes y de la que sólo había un fragmento. Era la primera vez que tenían un ejemplar tan completo. Se le hicieron tomografías y radiografías de neutrones para no dañar el material, corroborando que aún hay partes articuladas del esqueleto en la roca.

A la fecha se han descubierto otros 45 ejemplares, algunos que parecen ser una especie desconocida. Otros han comenzado a aparecer en los últimos años, pero no han sido estudiados.

La forma en que estos ejemplares murieron fue clave para que los fósiles se conservaran hasta hoy.

Hace 130 millones de años, la Patagonia estaba cubierta por el mar y la zona donde hoy está el Tyndall estaba cerca de la costa, donde llegaban cañones de agua transportada por los ríos. Tal como hoy los pescadores aprovechan esas zonas para pescar, los ictiosaurios entonces se quedaban a 50 ó 100 metros de profundidad para cazar a sus presas.

Pero entonces el continente Gondwana (Sudamérica, África, Australia, Indostán, Madagascar y Antártida) se estaba segmentando y ocurrían terremotos. Estos produjeron avalanchas submarinas que transformaron los cañones donde estaban los ictiosaurios en una corriente que los arrastró hacia el fondo, a 1.000 ó 2.000 metros. "Como tenían pulmones y debían salir a respirar a la superficie, se ahogaron, fue difícil contrarrestar la fuerza de la corriente. Los cuerpos fueron depositados y cubiertos por lodo, un ambiente sin oxígeno que ayudó a la preservación", dice Pardo.

Hoy, el área donde se recolectaron los fósiles crece cada año por el retroceso del glaciar. "Todos los años se descubren cientos de kilómetros de roca. Desde 2010 no lo hemos visitado y es urgente realizar un catastro", dice Leppe. Pero la operación es costosa y difícil, pues la logística supera los costos de estudio.

"Necesitamos continuar estudiando", agrega Pardo, pero además requieren un museo para depositar la cada día más grande colección de fósiles que se descubre en la Región de Magallanes. "Lo ideal es que se queden en la región, necesitamos contar con un museo de paleontología, un buen sitio al que puedan visitar científicos y el público", enfatiza.

Por ahora seguirá en la colección del Inach, temporalmente autorizados por el CMN, y sólo tienen acceso a él los científicos. También a los sitios donde siguen enterrados, aunque ya se planea crear rutas donde los visitantes puedan verlos sin provocarles daños y así asegurar su adecuada conservación.