Frente al original del plano científico más antiguo de Santiago, dibujado por Amedé Frezier en 1712, René Martínez apura la respuesta como si la conociera de memoria, como si no hubiera otra respuesta posible cuando uno se pregunta cuál es la obra urbanística más importante de esta ciudad. "¿La más importante, dice usted? La canalización del Mapocho iniciada por Balmaceda, porque el río se desbordaba a cada rato y su cauce era muy ancho. Esa y los tajamares de Toesca, que pueden verse acá. ¿Los ve?".

Lo que René Martínez ve en un plano antiguo de Santiago no está a simple vista de cualquiera. Lo que ve ya no necesita verlo: podría dibujarlo de memoria en su cabeza.

Probablemente es quien más sabe de planos de esta ciudad. Tiene 87 años y ha dedicado una vida a estudiarlos. Es arquitecto, bibliófilo y un reconocido coleccionista de planos de Santiago, quizás el más avezado y desprendido. A diferencia de otros coleccionistas, que acaparan para ufanarse de lo que otros no tienen y que acopian para alimentar su ego, este máster en urbanismo de la Universidad de Londres atesora un patrimonio con el propósito de difundirlo en cátedras y publicaciones.

Martínez lo tiene todo o casi todo. Un coleccionista siempre puede tener más, siempre anda en busca de algo. Pero él tiene lo esencial, lo más preciado. Una primera edición de la Histórica relación del Reyno de Chile, de Alonso de Ovalle, donde se incluye un primitivo trazado de la ciudad. Originales de Claudio Gay y las impresiones del plano de Frezier en francés, italiano y alemán. Desde su oficina en la Universidad Central, donde trabaja como investigador y docente, René Martínez Lemoine dice que los planos antiguos permiten asomarse a una ciudad que ya no existe. Una ciudad que al menos no es la misma de antes, y si lo es, ya no la vemos. En el trazado de Frezier que Martínez tiene a la vista se ve la acequia que corría por medio de lo que hoy es la Alameda y que servía para regar sus árboles. Y unos minutos después, frente a un plano de fines del siglo XIX de Nicanor Boloña, el mismo observador señala los márgenes de una ciudad delimitada en ese entonces al sur por Avenida Irarrázabal y Diez de Julio, donde, debajo del asfalto, hay un antiguo canal donde aún hoy corre agua.

"¿Acaso no es maravilloso?", se pregunta.

La pasión por los planos surgió en los 50, en los años en que el joven profesor Martínez hacía que sus alumnos de Arquitectura en la Universidad de Chile copiaran sobre un mapa actualizado de Santiago uno antiguo.

En paralelo a su afición, ha visto la transformación de Santiago en las últimas cuatro décadas. "Un completo desastre", dice. Y, a su juicio, la ciudad puede ponerse todavía peor con el edificio Costanera Center. La que será la torre más alta de Sudamérica se ha transformado en una obsesión para Martínez. Ha presentado denuncias a Contraloría, ha escrito artículos y cartas a los diarios contra la construcción. "Esto es una brutalidad, no habrá manera de mitigar el daño que se le está haciendo a la ciudad con ese y varios otros proyectos que se están haciendo en esa zona", remata.